Ha muerto Steve Jobs. El gran (r)evolucionador del mundo tecnológico de nuestro tiempo, el individuo que cambió a toda una sociedad, el "loco" que transformó las visiones en realidades, el hombre que aunó talento, carisma, ambición y convicción para situar a Apple como una de las empresas/marcas más famosas y poderosas de todo el orbe y hacer de su nombre una referencia entre las celebridades más importantes del siglo XX y XXI, ha muerto.
Podría glosar aquí toda su impresionante vida, sus increíbles innovaciones tecnológicas, su meteórica repercusión social o la fulgurante trayectoria de la empresa que Steve Jobs creó de la nada. Pero no lo voy a hacer por la sencilla razón de que, cuando alguien con este ingenio y con tan hondo calado en el mundo tal y como es actualmente, pocas palabras bastan y muchas sobran. Si Jobs no ha sido el Nikola Tesla de nuestra época, poco le ha faltado.
Prefiero recomendar la lectura de un precioso reportaje que se publicó en el último número del dominical XL Semanal ("El (verdadero) mundo de Steve Jobs") y que se vea, escuche y memorice cuanto dijo en esta soberbia y antológica conferencia, porque, por encima de Apple, Pixar y demás creaciones, ésta es, en mi opinión, la auténtica gran lección que nos dejó o, mejor dicho, nos regaló Steve Jobs:
Descanse en paz.
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