domingo, 5 de diciembre de 2010

Wikileaks o la envidia del periodismo

En otra ocasión, ya di mi opinión y particular análisis de la delicada y controvertida situación que vive mi profesión, el periodismo, en los últimos lustros. Por eso, no tenía intención alguna de volver sobre mis pasos y poner proa al único trabajo cuya materia prima es la verdad, o debería serlo. Y digo "debería" porque, como muy bien se ha demostrado en las últimas fechas, el cuarto poder, la prensa, los medios de comunicación, los periodistas, los plumillas o como lo queramos llamar hace tiempo que dejaron la búsqueda, anuncio o denuncia de la verdad en el cajón de las tareas pendientes

Convertidos mayoritariamente en meros copistas de notas de agencia y transportistas de teletipos, el único distintivo que podemos esperar de los profesionales del periodismo es el sesgo con el que ofrecen las noticias, en función de las filias y fobias del director del medio o de la empresa que paga a fin de mes. Un hecho lamentable pero cierto y que no hace ningún favor a la sociedad. Una sociedad para la cual la verdad se ha convertido en algo tan  sumamente incómodo que no duda en echarse gozosa en los brazos de los eufemismos, las tergiversaciones o, directamente, la ignorancia. 

Por eso, no deja de resultar curioso y digno de encomio que, desde el denostado ámbito tecnológico, aparezca una iniciativa que , sin ser periodística, encarne vivamente la esencia del periodismo (sacar a la luz la verdad sin importar las consecuencias) y airee a los cuatro vientos lo que los medios de comunicación, por falta de capacidad, valentía o interés, no han descubierto. Estoy hablando de la polémica WikiLeaks, empresa online que, pese a llevar funcionando cuatro años, ha conseguido en 2010 una relevancia incontestable merced a la difusión de informaciones confidenciales (suministradas por informadores anónimos), especialmente las vinculadas a la actividad exterior de Estados Unidos, ora en las contiendas bélicas actuales, ora en las tareas diplomáticas. Cada documento divulgado por la entidad encarnada en la figura del pirata informático Julian Assange ha sido todo un bombazo informativo. Y como vivimos en los tiempos en que vivimos ,la caza de brujas no ha tardado en comenzar, hostigando a WikiLeaks como entidad y a Assange como representante por hacer lo que unos no quieren y otros no pueden: difundir la verdad. La presión es tal que la web de WikiLeaks ha tenido que cambiar de servidor, tiene dificultades de financiación y Assange está buscado por la Interpol.

Yo no soy un "conspiranoico" pero sí soy un periodista vocacional y un ciudadano al que no le gusta que le engañen o le oculten las cosas. Es un error absurdo, constante e inadmisible que un gobierno, una compañía o un medio de comunicación elija de forma paternalista y menospreciativa qué información debe ser tenida en cuenta y cuál no, porque para eso está el criterio y el gusto individual de cada persona.

Por eso, me da igual la información que divulgue WikiLeaks (se comenta que las empresas privadas, las entidades financieras e incluso los Ovnis serán los protagonistas de sus próximas difusiones) porque siempre contará con mi apoyo al saber que no tiene más interés que el de informar, y, especialmente, porque hace envidiablemente lo que todo periodista sueña: contar lo que otros no quieren que se sepa. ¿Es Internet el último reducto de la libertad de expresión y el derecho a la información?

Entre tanto disparate y desazón, consuela saber que hoy Bernstein y Woodward podrían contar al menos con la Red de Redes para repetir una de las grandes victorias del Periodismo: el Watergate.
Siempre y cuando WikiLeaks no se les adelantara, claro.

3 comentarios:

Mark de Zabaleta dijo...

Estoy totalmente de acuerdo. Si Wikileaks hace pública la información, los periodistas podrán procesarla y filtrarla....se trata de un plus "que no tuvieron en el Watergate"


Mark de Zabaleta Herrero

Cyrano dijo...

Julian Assange ha dado una lección de cómo se debe poner contra las cuerdas a un Gobierno. La prensa es y debe ser el cuarto poder, el contrapoder, la balanza que equilibre la borrachera de los ejecutivos que de forma obscena ocultan sus repugnantes tejemanejes para perpetuarse en el poder al margen del interés de la mayoría. Si el tribunal de Estocolmo logra condenar a Assange (si bien por un supuesto delito de acoso sexual y otro de violación; en su momento se verá), todos y en especial la democracia habremos perdido un poco más.

Javi Crespo dijo...

Suscribo plenamente los dos comentarios. Me parece infame la persecución a la que se ha visto expuesto Assange desde el mismo momento en que WikiLeaks dejó al aire parte de las vergüenzas de la nación más poderosa y ¿democrática? del orbe, igual que me parece deleznable que haya compañías que prefieran lamer lucrativas nalgas y dar de lado a WikiLeaks.
Da miedo decir la verdad y es más rentable decir lo que conviene... Hasta este mismo artículo ha sido vetado para ser reproducido en otra web. Es el pánico a ser honestos lo que está llevando a este mundo al abismo más hediondo.