Con las inminentes celebraciones de los días de Difuntos y Todos los Santos, se avecina en nuestro país, un año más, la importada festividad de Halloween, fecha en la que se nos invita a reírnos de nuestros miedos, empezando por los de ultratumba.
Por eso, es una buena ocasión para abordar con el mismo carácter desenfadado algunos de los terrores que en los últimos lustros se han asociado a las nuevas tecnologías, temores de nuevo cuño más cercanos a las leyendas urbanas glosadas por Jan Harold Brunvand que a las evidencias científicas empíricamente demostrables.
Por ejemplo, quién no recuerda la cantidad de acusaciones y maledicencias vertidas contra la telefonía móvil. Cáncer, leucemia, esterilidad, cefalea, fritura de encéfalo…los terminales móviles o, en su defecto, las antenas de telefonía han sido vituperados mediática y popularmente como si fueran los nuevos jinetes del Apocalipsis o los sofisticados portadores de unas remozadas plagas bíblicas. ¿Qué hay de verdad en todo ello? Pues que no hay ni un solo informe médico o científico serio que dé pábulo concluyente a quienes ven en los teléfonos y las antenas que los habilitan perniciosos manantiales de enfermedades y dolencias varias. Así pues, lo único temible que puede reportarnos el uso del teléfono móvil es una cuantiosa factura, que, ésa sí, dará una jaqueca mayúscula al usuario, mientras que la mayor amenaza potencial que engendra una antena es que se precipite accidentalmente desde las alturas.
Otra muestra la tenemos en el pánico global que suscitó el denominado “efecto 2000”, según el cual todo el orbe involucionaría hasta la edad de piedra en términos informáticos a partir del 1 de enero de 2000, un bug presentado como el ragnarok de todo software conocido que ocasionó una alarma mundial por prevenirlo, lo que, a la postre, se tradujo en millones de dólares invertidos en esa lucha contrarreloj, nunca mejor dicho. ¿Qué ocurrió realmente? Que si bien con el cambio de milenio se produjeron algunos errores en determinados programas y aplicaciones informáticas, éstos distaron mucho de tener la magnitud cataclísmica que muchos agoreros y oportunistas anunciaron a los cuatro vientos.
La Red tampoco se ha librado de ser protagonista y diana de escalofriantes murmuraciones y bulos, casi siempre con el correo electrónico como uno de sus protagonistas principales. ¿Quién no ha recibido un email donde se nos insta o emplaza a reenviarlo a más personas so pena de ser víctimas de infortunios de toda índole si no lo hacemos? Esto, igual que muchos de los correos que pueblan la bandeja de entrada de nuestros buzones electrónicos, no es otra cosa que un ejemplo de hoax, arteras invenciones que campan a sus anchas en el mundo online y cuyas intenciones más tienen que ver con el marketing y el vano chismorreo que con acongojantes profecías o maldiciones. Así que nuestro ánimo no debe vacilar a la hora de eliminar instantáneamente estas peculiares cibermisivas.
Por todo ello, si lo que se quiere es pasar miedo a cuenta de las nuevas tecnologías, la única opción fiable es recurrir a la ficción, pues el cine y la literatura nos han brindado estupendos títulos para pasar un mal rato con teléfonos, ordenadores, cadenas de emails y demás ingenios en estas fechas tan inquietantes. Unas recomendaciones:
Por eso, es una buena ocasión para abordar con el mismo carácter desenfadado algunos de los terrores que en los últimos lustros se han asociado a las nuevas tecnologías, temores de nuevo cuño más cercanos a las leyendas urbanas glosadas por Jan Harold Brunvand que a las evidencias científicas empíricamente demostrables.
Por ejemplo, quién no recuerda la cantidad de acusaciones y maledicencias vertidas contra la telefonía móvil. Cáncer, leucemia, esterilidad, cefalea, fritura de encéfalo…los terminales móviles o, en su defecto, las antenas de telefonía han sido vituperados mediática y popularmente como si fueran los nuevos jinetes del Apocalipsis o los sofisticados portadores de unas remozadas plagas bíblicas. ¿Qué hay de verdad en todo ello? Pues que no hay ni un solo informe médico o científico serio que dé pábulo concluyente a quienes ven en los teléfonos y las antenas que los habilitan perniciosos manantiales de enfermedades y dolencias varias. Así pues, lo único temible que puede reportarnos el uso del teléfono móvil es una cuantiosa factura, que, ésa sí, dará una jaqueca mayúscula al usuario, mientras que la mayor amenaza potencial que engendra una antena es que se precipite accidentalmente desde las alturas.
Otra muestra la tenemos en el pánico global que suscitó el denominado “efecto 2000”, según el cual todo el orbe involucionaría hasta la edad de piedra en términos informáticos a partir del 1 de enero de 2000, un bug presentado como el ragnarok de todo software conocido que ocasionó una alarma mundial por prevenirlo, lo que, a la postre, se tradujo en millones de dólares invertidos en esa lucha contrarreloj, nunca mejor dicho. ¿Qué ocurrió realmente? Que si bien con el cambio de milenio se produjeron algunos errores en determinados programas y aplicaciones informáticas, éstos distaron mucho de tener la magnitud cataclísmica que muchos agoreros y oportunistas anunciaron a los cuatro vientos.
La Red tampoco se ha librado de ser protagonista y diana de escalofriantes murmuraciones y bulos, casi siempre con el correo electrónico como uno de sus protagonistas principales. ¿Quién no ha recibido un email donde se nos insta o emplaza a reenviarlo a más personas so pena de ser víctimas de infortunios de toda índole si no lo hacemos? Esto, igual que muchos de los correos que pueblan la bandeja de entrada de nuestros buzones electrónicos, no es otra cosa que un ejemplo de hoax, arteras invenciones que campan a sus anchas en el mundo online y cuyas intenciones más tienen que ver con el marketing y el vano chismorreo que con acongojantes profecías o maldiciones. Así que nuestro ánimo no debe vacilar a la hora de eliminar instantáneamente estas peculiares cibermisivas.
Por todo ello, si lo que se quiere es pasar miedo a cuenta de las nuevas tecnologías, la única opción fiable es recurrir a la ficción, pues el cine y la literatura nos han brindado estupendos títulos para pasar un mal rato con teléfonos, ordenadores, cadenas de emails y demás ingenios en estas fechas tan inquietantes. Unas recomendaciones:
1 comentario:
Magnífico recuento del terror tecnológico en el cine. Recomiendo a los internautas que estos días de niebla y lluvia vean los filmes propuestos por el aguerrido atalaya.
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