Matarla, no. Lacerarla, indudablemente. Enrique Dans ha escrito en su blog un interesante artículo en el que analiza la repercusión de las nuevas tecnologías en el lenguaje. Su tesis principal, apoyada por un reciente estudio, es que con las nuevas tecnologías los niños y jóvenes escriben más que antes, lo cual le lleva a poner de relieve el beneficioso papel de estos novísimos aparatos, servicios y herramientas como trampolín expresivo y comunicativo de los infantes. No obstante, el artículo, que recomiendo leer, incurre en algunos argumentos que pueden dar lugar a equívocos cuando no a pensar que el autor está mezclando churras con merinas.
Por todo ello, como usuario frecuente de las nuevas tecnologías, periodista y amante de nuestro idioma, quiero expresar mi opinión sobre el controvertido asunto que señala a Internet y el teléfono móvil como corruptores de nuestro léxico, gramática y ortografía:
- El nuevo idioma de la conexión: Hoy, conectar es comunicar de la misma forma que para comunicarnos es casi imprescindible estar conectados (a una red, esto es, a una infraestructura tecnológica). En el mundo que hemos creado de la mano de Internet y la telefonía móvil, no comunicar ni emitir mensaje alguno significa no existir. Por tanto, las nuevas tecnologías cumplen un papel muy beneficioso en la medida en que nos obligan a tener que decir/expresar/transmitir algo, sea de la índole que sea. Pero, al mismo tiempo, la celeridad, comodidad y sencillez que reporta su uso, se han traspasado a nuestra forma de escribir, carcomiendo el nivel mínimo de calidad aceptable en el lenguaje utilizado si uno tiene como referente la RAE. Con esto no sólo me estoy refiriendo a la polémica abreviación de los caracteres del discurso (que ha alcanzado tales cotas que ciertos mensajes, más que leerlos, se descifran), sino a los galopantes errores de sintaxis que a menudo adolecen. Por eso, se pongan como se pongan, el idioma que se lee en incontables "sms", correos electrónicos, chats, blogs y foros no es español, por mucho que se le pueda parecer. Es un nuevo idioma, el que nace del mundo interconectado, de la "cibercultura", pero no el nuestro.
- Escribir más no es lo mismo que escribir mejor: Éste es, a mi entender, uno de los grandes equívocos o errores del artículo de Dans. Es una equivalencia errónea y una deducción desacertada. Un yerro comparable a sostener que “cantidad” y “calidad” son términos sinónimos. Ni la frecuencia de uso de las nuevas tecnologías ni el hábito de expresarnos a través de ellas asegura en absoluto la calidad gramatical, lexical y ortográfica del mensaje ni de su autor. Usted puede llenar novecientos folios (o pantallas o lo que se quiera) con erratas y deficiencias léxico-semánticas que siempre estará mejor escrita una sola oración de cuantas contiene "El Quijote", por ejemplo.
- La invasión de los asilvestrados: Dans atribuye la proliferación de los errores arriba citados al creciente acceso de personas procedentes de los "niveles culturales más bajos". Bien, dejando aparte la discusión sobre si procede utilizar clichés y estereotipos, estoy de acuerdo que el acceso a las nuevas tecnologías de las clases culturales más bajas ha significado un incremento de las incorrecciones gramaticales, ortográficas y sintácticas, pero no creo que sea un “fenómeno” exclusivo de esa porción de usuarios, porque, en mi opinión, esos errores están tan pandémicamente extendidos que no se pueden ceñir a un nivel económico-educacional concreto. La falta de educación no es patrimonio de nadie, ni se puede justificar por nada del mundo que no sea la pereza, desidia o gusto por revolcarse en la ignorancia. Así que, tan bien o mal puede escribir un "niño bien" que un niño "no tan bien", máxime cuando, hoy en día, y gracias también a las nuevas tecnologías, tenemos más acceso que nunca al mejor remedio para escribir correctamente: la lectura, porque, y esto es innegable y empíricamente demostrado, a escribir bien se aprende...leyendo, mucho y bueno.
- ¿Cambiando el chip?: En el artículo que da pie al mío se dice que la chavalería sabe perfectamente discernir cuándo utilizar el "lenguaje sms-chat" (por llamarlo de alguna manera) y cuándo utilizar el lenguaje correctamente, aduciendo que los bisoños simplemente se adecuan a la audiencia. Si eso fuera cierto, Internet sería un ágora rezumante de lerdos o la televisión una comuna de analfabetos...y no lo son, aunque muchas veces lo parezcan. Volviendo al tema, la adecuación a una audiencia puede influir a la hora de emplear según qué términos del léxico o ciertas construcciones gramaticales, pero jamás en la ortografía, por ejemplo. Pero, desde mi experiencia y percepción personal, he de decir que tengo mis serias dudas de que los niños y demás infantes sepan diferenciar bien cuándo utilizar el "lenguaje sms-chat" y cuándo no, habida cuenta de los textos con errores mayúsculos (de gramática, ortografía o sintaxis) que se ven en colegios, institutos y universidades. Una impresión que creo compartida por miles de padres y docentes.
- Abreviando la ortografía: Que en la telefonía móvil y en el mundo online se escribe cada vez más de forma abreviada es un hecho constatado, pero ahorrar cómodamente tiempo acortando un mensaje no debe implicar (como ocurre en incontables ocasiones) escribir con horribles errores ortográficos. Que no sepas cuándo y dónde se escribe la "h" o sustituir incorrectamente la "g" y la "j", "y" e "i", "b" y "v", "c" y "z", por citar sólo unos ejemplos, no es cuestión de ganar tiempo, sino de hacer acopio de vergonzosa estulticia.
- Una experiencia personal: Siempre he sido un gran y respetuoso amante de las letras y, como tal, intento expresarme oral y manuscritamente sin cometer error algo. Por tanto, raro será el desliz ortográfico o lexical que lleve mi firma. De ahí que, en no pocas veces, mi interlocutor en alguna conversación online o epístola electrónica se haya sorprendido o incluso felicitado de mi correcta forma de expresarme...y esto es, en el fondo, desalentador. No obstante, también he de reconocer que sólo cuando envío "sms" hago uso en ocasiones de la manida abreviación de caracteres, omitiendo alguna o varias vocales de una palabra, pero sin menospreciar jamás la ortografía o las normas gramaticales básicas.
En definitiva, bajo mi punto de vista, ni se debe utilizar el lenguaje para “atizar” a las nuevas tecnologías, ni se deben utilizar las nuevas tecnologías para zarandear o mancillar nuestro diccionario y gramática. En conclusión, la tecnofobia es tan indeseable como la incorrección lingüística, ¿no creen?
3 comentarios:
Muy buena reflexión sobre cómo afectan las nuevas tecnologías al uso de la lengua española. Lo que jamás debe hacerse es aplicar el código de un lenguaje abreviado, forzado por el espacio de la pantalla del móvil, a otros registros escritos... Cosa que hacen la mayoría de los jóvenes. Cuando han de expresarse, lo hacen de una manera tan lacónica y deficiente como en su comunicación vía sms. Una lástima.
Muy agradecido, maestro Cyrano. :)
Estoy de acuerdo con todo lo que dices.
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