Si alguien quiere perder el tiempo y el dinero viendo un bodrio que causa verdadero espanto por lo malo que es...que no lo dude un segundo y vaya a ver "Arrástrame al infierno", del director Sam Raimi, la enésima muestra de que el cine de terror norteamericano se va a pique cada vez que no hace un remake de un clásico setentero u ochentero o adapta una brillante cinta de horror oriental.
La película ofrece una trama bastante manida (los intentos de una ¿inocente? joven, víctima de una maldición, de deshacerse de un hostigamiento sobrenatural) que recuerda, sin ir más lejos, a la sonrojante "La semilla del mal", estrenada hace no muchos meses y a la que la cinta de Raimi convierte en excelsa. Pero una cosa es que abordes un argumento sobado en demasía, cometido que se puede hacer aportando talento o un original enfoque, y otra es construir una historia con un guión donde lo absurdo y lo previsible se enredan hasta la saciedad y que sólo podría escribirse bajo el efecto de sustancias alucinógenas o con una edad inferior a diez años. Que la gente pueda adivinar con relativa facilidad cómo va a acabar el film bastantes minutos antes de que el metraje llega a su fin dice muy poco en favor del talento de Raimi, guionista de esta impresentable película.
Que Raimi es aficionado a hacer un cine de terror donde la fantasía más "naif" y el sentido del humor (insano o negro, pero humor al fin y al cabo) constituyen su sello más personal es algo que demostró en su notable trilogía "Posesión infernal", "Terroríficamente muertos" y "El ejército de las tinieblas". Igualmente, está constatado que sabe hacer películas bastante entretenidas, como atestigua su tríptico sobre Spiderman. ¿Entonces? ¿Puede sorprender que el director haya perpretado semejante boñiga en el celuloide? Hasta cierto punto, no, al menos si se tiene presente que este buen señor es el responsable de bazofias como las televisivas series de Hércules y Xena o de tostones infumables como "Rápida y mortal". Por eso, cabía esperar un patinazo de Raimi...pero no tan mayúsculo.
La película es tan mala que transcurridas las escenas iniciales, donde aún hay espacio para la esperanza de llegar a buen puerto, el espectador tiene la certeza absoluta de que no pasaría nada si en vez de "Arrástrame al infierno" la cinta se titulara "Scary Movie 5", porque de producir algo que no sea vergüenza ajena, este film provoca verdadera hilaridad a su pesar: el ridículo y fallido clímax en la mansión de la médium hispana es una mofa verbenera que convierte al mítico Ed Wood en Billy Wilder y al denostado Uwe Boll en Orson Welles. Toda la leña y escarnio que se haga de "Drag me to hell" será tan insuficiente como merecido.
En definitiva, puestos a irse al infierno, Sam Raimi podría ser el primero, por ofrecer una película que evidencia la comatosa situación del cine de terror yanqui y convertir "Arrástrame al infierno" en un título que el equipo técnico y artístico querría borrar de su historial tanto como el público de sus retinas. ¡Qué bodrio!
La película ofrece una trama bastante manida (los intentos de una ¿inocente? joven, víctima de una maldición, de deshacerse de un hostigamiento sobrenatural) que recuerda, sin ir más lejos, a la sonrojante "La semilla del mal", estrenada hace no muchos meses y a la que la cinta de Raimi convierte en excelsa. Pero una cosa es que abordes un argumento sobado en demasía, cometido que se puede hacer aportando talento o un original enfoque, y otra es construir una historia con un guión donde lo absurdo y lo previsible se enredan hasta la saciedad y que sólo podría escribirse bajo el efecto de sustancias alucinógenas o con una edad inferior a diez años. Que la gente pueda adivinar con relativa facilidad cómo va a acabar el film bastantes minutos antes de que el metraje llega a su fin dice muy poco en favor del talento de Raimi, guionista de esta impresentable película.
Que Raimi es aficionado a hacer un cine de terror donde la fantasía más "naif" y el sentido del humor (insano o negro, pero humor al fin y al cabo) constituyen su sello más personal es algo que demostró en su notable trilogía "Posesión infernal", "Terroríficamente muertos" y "El ejército de las tinieblas". Igualmente, está constatado que sabe hacer películas bastante entretenidas, como atestigua su tríptico sobre Spiderman. ¿Entonces? ¿Puede sorprender que el director haya perpretado semejante boñiga en el celuloide? Hasta cierto punto, no, al menos si se tiene presente que este buen señor es el responsable de bazofias como las televisivas series de Hércules y Xena o de tostones infumables como "Rápida y mortal". Por eso, cabía esperar un patinazo de Raimi...pero no tan mayúsculo.
La película es tan mala que transcurridas las escenas iniciales, donde aún hay espacio para la esperanza de llegar a buen puerto, el espectador tiene la certeza absoluta de que no pasaría nada si en vez de "Arrástrame al infierno" la cinta se titulara "Scary Movie 5", porque de producir algo que no sea vergüenza ajena, este film provoca verdadera hilaridad a su pesar: el ridículo y fallido clímax en la mansión de la médium hispana es una mofa verbenera que convierte al mítico Ed Wood en Billy Wilder y al denostado Uwe Boll en Orson Welles. Toda la leña y escarnio que se haga de "Drag me to hell" será tan insuficiente como merecido.
En definitiva, puestos a irse al infierno, Sam Raimi podría ser el primero, por ofrecer una película que evidencia la comatosa situación del cine de terror yanqui y convertir "Arrástrame al infierno" en un título que el equipo técnico y artístico querría borrar de su historial tanto como el público de sus retinas. ¡Qué bodrio!
2 comentarios:
muy cierto, mitico el baile del pañuelo de milos poseido
Al igual que le ha ocurrido a George Lucas, Raimi se ha abandonado a su propia fama. No basta sólo el nombre para garantizar una buena película: hace falta no perder el sentido de la calidad que rigió sus primeros trabajos. Esperemos que pronto se recupere de esta "posesión infernal".
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