viernes, 10 de julio de 2009

Los encierros no son una fiesta

Un chaval con toda la vida por delante ha muerto hoy en los encierros de los Sanfermines. Por eso, desde el máximo respeto y con las más sinceras condolencias para los familiares y amigos del fallecido, quiero hacer las siguientes reflexiones:
  • Seriedad: Los encierros son la única parte de las universales fiestas pamplonesas que hay que tomarse en serio. No son una atracción de feria, ni una experiencia turística, ni el "afterhour" de la juerga sanferminera. Me consta que las autoridades y los lugareños son plenamente conscientes de ello y actúan en consecuencia con escrupulosa responsabilidad, pero, con la ingente masificación que experimentan los encierros, cada vez es mayor el cupo de inconscientes y temerarios que, escaqueando el control ajeno y su propia sensatez, se enfrentan a una ruleta rusa por hacerse el machito, el guiri o el mentecato. A todos esos irresponsables, nacionales o de importación, habría que recordarles que los encierros no son el "Gran Prix" y que ahí está la historia que lo demuestra a sangre y luto.Los "souvernis" de los encierros duelen...y mucho.

  • Una simple diferencia: La diferencia entre estar delante y detrás del vallado es tan simple como la que separa la seguridad de la inseguridad, la vida y la muerte. Tan gilipollesco y peligroso es meterte en el encierro a correr como un pollo sin cabeza como querer ser un espectador de primera fila a ras de cuerno. Habría que pararse a pensar que si hasta los corredores más experimentados y responsables sufren serios percances...¿qué no puede ocurrirles a los bisoños, novatos o turistas con ganas de sentir esa adrenalítica e indescriptible sensación? Para correr en el encierro hay que estar en plenas facultades físicas y mentales y si no, a ver la carrera desde los maderos, que son un palco excepcional para contemplar la ancestral y trágica tradición.

  • Nadie les obliga a correr: A los corredores, si no están en condiciones, en el mejor de los casos, les obligan a retirarse del trazado, pero nadie les obliga a correr. Todo el mundo sabe, o debería saber, qué implica un encierro y qué peligros entraña. Si aun así, alguien decide exponerse a tentar al Hades y los hados...es responsabilidad de cada uno y suya, exclusivamente, la culpa de cuanto les suceda. De valientes están los cementerios llenos. Y de irresponsables, también.

  • El comportamiento de los medios de comunicación: Puedo llegar a entender que, en casos como el de hoy, se difunda a los cuatro vientos mediáticos la foto del fallecido única y exclusivamente para facilitar su identificación en caso de que no se pueda averiguar por los procedimientos habituales. Lo que me parece vergonzoso, repugnante y reprobable es que haya medios que difundan el vídeo del preciso instante en el que un toro rompe la vida de un ser humano. Es algo tan sumamente repulsivo y doloroso que no se puede justificar ni desde criterios informativos ni de audiencia. Luego que vayan de "progres", de políticamente correctos, de "me la cojo con papel de fumar", de "me rasgo mis demagógicas vestiduras", etc...Yo, ante un vídeo así, sólo puedo pensar una cosa: ¡Qué lástima que en el lugar del chaval no estuviera el hijo de puta que ha decidido publicitar o utilizar ese "documento"!

  • Los papanatas de siempre: Mezclar churras con merinas es la especialidad de los papanatas demagógicos. Con la muerte de este chaval, ya hay quien ha sacado a colación y metido con calzador sus críticas antitaurinas y han cargado contra los encierros e, incluso, por la supresión de esta tradición. Una tradición que es equiparable a las de muchas civilizaciones antiguas y que es mucho más justa y ecuánime con el cornudo animal que la del toreo, pues supone una confrontación directa, limpia y sin trucos ni artimañas entre el hombre y el toro y en el que el astado no sufre maltrato ni abuso ni tortura alguna. Y lo digo yo, confeso amante de los animales y que, salvo a José Tomás y Pablo Hermoso de Mendoza, daría el finiquito a todos los enmonterados que pululan por los ruedos practicando el torpe arte de la muerte por acupuntura.
En resumen. Menos folclore, merchandising y publicidad y más seriedad y responsabilidad, porque los encierros no son más que una cuestión de vida o muerte y, en no pocas ocasiones, de ambos casos.

2 comentarios:

Maxi! dijo...

Pocas veces más de acuerdo que con este post.

Maxi! dijo...

Totalmente de acuerdo con este post. Muy buena reflexión.