lunes, 20 de julio de 2009

Cuarenta años y una luna

Hoy se celebra el 40º aniversario de la llegada del hombre a la Luna, uno de los hitos que nos recuerdan que el ser humano es capaz de lo mejor aunque se empeñe en demostrar lo contrario. Yo no tuve la suerte de vivir tal acontecimiento pero me hubiera encantado. Y, yendo un poco más lejos en la imposible imaginación, habría dado lo que fuera por ver lo que vieron y sentir lo que sintieron aquel mítico trío que hizo un poco más nuestro el satélite que baila un cósmico vals junto al planeta en que vivimos.

Me pregunto si vieron los polvorientos mares de minutos perdidos en nocturnas reflexiones silenciosas, el gigantesco jardín argénteo de sentimientos embotellados lanzados al océano de la noche, el gris cementerio de secretos confiados a las estrellas, las aventureras huellas de Münchhausen, el balazo de Verne, la tuerta mirada de Méliès, la mujer de Lang, los decorados de los conspiranoicos, los claros de Beethoven y Debussy, la tumba vacía de Selene, las pisadas de Tintín, la plateada filmoteca de escenas nocturnas y alevosas, la biblioteca de serie B en el lado oscuro, las ruinas de poemas y canciones que murieron antes de nacer geniales, los monumentos de íntimas promesas pretéritas, el paraíso de varadas ensoñaciones infantiles de otras vidas y mundos distintos y quizás mejores...

Sí, ciertamente, habría dado lo que fuera por estar allí.

No hay comentarios: