domingo, 24 de agosto de 2008

PEKIN 2008: Olimpo, honor y otras cosas del montón

Adiós, Pekín, adiós. Adiós a los Juegos Olímpicos y toda su leyenda, parafernalia, gloria y bochorno. Adiós a la penúltima oportunidad de demostrar que las palabras "China" y "democracia" hacen buenas migas en la misma frase. Adiós a la euforia española empeñada en travestir a priori la realidad. Dado que los JJOO son seguidos por decenas de millones de espectadores en todo el mundo y que todos los medios de comunicación se convierten en cíclopes más olímpicos que el barón de Coubertain, no entraré en excesivos detalles y me limitaré a plasmar brevemente mis impresiones:

* ¿Qué me ha parecido Pekín 2008? En mi opinión, China tenía en sus manos una oportunidad magnífica para mostrar a todo el planeta que ha evolucionado, que no es un infame vestigio del comunismo más irracional y férreo, que ya está más pendiente de los Derechos Humanos y el progreso que de Mao y la oriental que lo alumbró. Pero no. Pekín 2008 no ha sido más que una decrépita geisha intentando hacer un numerito de streap-tease, una geisha que sin maquillaje ni alharaca no es más que una bruja comunista que sueña eróticamente con sodomizar a lozanos demócratas occidentales. La puesta en escena ha sido espectacular, tanto como la constatación de que en China, la democracia y su estela de libertades y derechos ni están ni se les espera.


* El Olimpo: Estos juegos han encumbrado a dos extraordinarios portentos: Michael Phelps y Usain Bolt. El primero, un auténtico depredador acuático de medallas y récords. El segundo, la cachonda versión jamaicana de "Flash". Ambos, mitos. En cuanto al resto de medallistas, todo fue según lo previsto y, por tanto, no hay nada que comentar con entusiasmo. Ni siquiera la enésima desvergüenza de Yelena Isinbayeva, quien, como Bubka, ha demostrado que la cota de su jeta está muy por encima de 5.05 metros de altura.


* España: La actuación española ha sido, más o menos, la que me esperaba: Discretita con algunos puntos de excelencia (llamados tenis y baloncesto). Tanto la selección de baloncesto como Rafa Nadal han demostrado por qué son unos auténticos mitos y referentes deportivos: talento inagotable y testiculina a prueba de holocausto nuclear. Los de basket han conseguido lo impensable (acojonar a la todopoderosa, todoatlética y todochulesca selección de Estados Unidos) y habría logrado lo imposible (si los árbitros tuvieran unidad de criterio). Nadal, por su parte, ha dejado claro otra vez (y van...) que a tenis y coraje es harto complicado vencerle. Por lo demás, yo destacaría a las sirenitas de natación sincronizada (más conocidas como Mengual y cía), a la ninfa de las piruetas (Almudena Cid), a las chicas de las raquetas (Ruano y Medina) y al resto de perfectos desconocidos que dieron motivos para el orgullo patrio y nombres a las hemerotecas. En cuanto al atletismo, pues, como diría Groucho Marx, partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de miseria. Y punto.


* El chollo: Organizar unos JJOO no sólo es un chollo por todo el dinero que generan, sino por el desorbitado ascenso en el medallero que experimenta el país organizador, con el plus de "pechos inflados" y "palmaditas en la espalda" que eso acarrea en los meses posteriores. Por esa razón, me extraña que en España, nación de donde es oriundo el pelotazo, no se hayan celebrado más Juegos Olímpicos. De cualquier forma, estoy deseando que alguna vez se organicen Olimpiadas en Ecuador, Madagascar, Luxemburgo o Chipre, para que estas auténticas potencias deportivas salgan sospechosamente del armario...


En fin. Nada nuevo bajo el sol...

Vuelo JK5022

Me gustaría creer que estoy haciendo la reseña de una película de catástrofes. Pero no es así. 154 muertos me dicen que el luto se diluirá amarga y lentamente en decenas de titulares. El 20 de agosto Madrid fue, de nuevo, una espiral de humo, muerte y altruismo; la capital del dolor.

Es paradójico. Sé qué ha pasado y al mismo tiempo no tengo ni la más remota idea. Por eso, puedo y debo moverme en el terreno de las impresiones y no de las afirmaciones. Doctores tiene la Iglesia para analizar convenientemente todas las aristas de este crisol de herrumbre y ceniza.


Hoy no me apetece escribir mucho. Estoy enredado en la maraña de lágrimas de las víctimas y los ecos de todas esas vidas rotas atruenan tempestuosamente dentro de mí. Pero también pienso, con rabia e indignación, en los técnicos perfectamente capacitados para no descubrir un fallo letal, en las aerolíneas que echan cuentas y descubren la piedra filosofal de la chapuza, en las autoridades que miran a otro lado cuando alguien pone el dedo en la llaga, en la Ministra que ha convertido en factibles los caricaturescos transportes de "Mortadelo y Filemón", en que basta una tragedia para que se airee a los cuatro vientos un hediondo estercolero de negligencias y carencias cuyo mejor legado es una profunda inquietud.


Gestionar eficazmente una catástrofe como ésta obviamente es querer poner un cinturón a un tornado, pero si hay algún secreto para hacerlo de forma nefasta, ese debe estar en posesión de Spanair, la compañía que para evitar la quiebra ha entrado en una kamikaze barrena. Tampoco le va a la zaga Magdalena Álvarez, la nulidad antropomórfica que ostenta el cargo de Ministra de Fomento, de quien no voy a decir más que su inteligencia y capacitación hace tiempo que están en un hangar encerradas a cal y canto. Cuando se quiere ahorrar dinero y talento lo más probable es que ocurran cosas indeseables.


Hay quien habla de suerte o milagro. Supongo que nos hallamos en el terreno de la "forma de hablar", de las frases hechas, de lo manido...o de la insensatez. ¿Suerte? La vida no es una quiniela, ni una lotería, ni un bingo. ¿Milagro? ¿Acaso alguien, creyente o ateo, piensa que Dios se dedica a salvar selectivamente la vida, que Dios es como el jefe de un enorme departamento de recursos humanos que decide quién sigue y quién no? Si eso fuera así, el mismo derecho tendría un padre a entrar en éxtasis por la salvación de su hijo que un padre a ciscarse blasfemamente en la entidad superior por la muerte de su angelical infante. Un poquito de coherencia, por favor...Yo creo en Dios, pero no soy un idiota descerebrado que piensa en Dios como un Supermán con licencia ni tampoco me hago ilusiones suponiendo que el caos al que llamamos vida puede encorsetarse en términos de "suerte".
Son las circunstancias las que deciden en última instancia el resultado de todo cuanto ocurre. En el mejor de los casos, nosotros tenemos la penúltima palabra. Nuestras vidas son el resultado procedente del choque constante, indómito e inesperado de multitud de sucesos y factores, algunos de los cuales ni siquiera conoceremos nunca. Y así ha sido desde que la Vida apareció en este planeta. ¿Y qué hacemos ante todo esto? En el caso más sensato: decidir. Decidimos a partir de nuestra propia experiencia, porque el pasado que recordamos es nuestro único reducto de seguridad, porque creemos - falsamente - que así tenemos el control, que así no somos una barca en medio del océano. Preferimos la sugestión a la consciencia y obviamos las pocas hojas sueltas del manual de instrucciones de todo este cisco vital: Lo que hoy funciona, mañana puede que no. Lo que ahora es cierto, quizás luego sea falso. Nada hay seguro. Todo es incierto. La suerte es el pleno al 15, pero la vida no es un juego de azar. No somos jugadores, somos fichas de un juego que se puso en marcha hace varios millones de años. Lo más útil que podemos hacer es disfrutar de la partida mientras dure. Y si se cree en Dios, como es mi caso, lo único que se puede hacer es dar gracias por estar vivo. Así de sencillo.


Se hablará mucho de este pandemónium, porque vivimos en una época donde los medios de comunicación ya no saben qué hacer para mantener la atención del público y en una sociedad tan inmadura que necesita chivos expiatorios tanto o más que referentes a seguir. Algo o alguien tiene que ser el culpable, el remitente de este despropósito mortal, la diana a la que dirigir los dardos de la impotencia y la indignación, el que "pague". ¿Y si se halla un chivo expiatorio qué? ¿Nos quedamos más tranquilos? ¿Volvemos al limbo hasta que otra tragedia nos suscite reflexiones y clamemos por mejoras? Un culpable es una causa y una consecuencia, pero jamás una solución. Dedicamos demasiado tiempo a lamentarnos y regodearnos en los fallos en lugar de a encontrar y ejecutar soluciones. Lo único bueno que tiene una tragedia es que nos ofrece argumentos suficientes para evitar que se repita. La vida es evolución y si nadie aplica medidas eficaces y permanentes a partir de esta catástrofe, lo ocurrido con el McDonnell Douglas 82 matrícula EC-HFP será carne de olvido, una estéril y amarga fábula de la que por desgracia sólo se acordarán los que de verdad perdieron, aquellos cuyas heridas nos encargamos de agravar a base de focos, objetivos, micrófonos y titulares. En ese sentido, convendría recordar que el respeto a las víctimas no consiste en mandar a un periodista que repique diariamente su pesar a la vera del sobaco de un familiar, ni en convertir los telediarios en atentados contra la retina, ni hacer de los micrófonos y grabadoras un irrespetuoso y estúpido enjambre de preguntas retóricas. "¿Cómo está? ¿Cómo se siente?"...Pues acabo de perder a toda mi familia carbonizada, así que me siento de puta madre, no te jode.


Mas, si hay alguien que habla demasiado, esos son los "enterados": los que suscriben los "Ya lo decía yo", "Esto ya se sabía pero...", "No me pilla de sorpresa", "A mí me pasó, pero claro, qué vas a hacer"; los que opinan categóricamente sin tener ni puñetera idea; los que hablan de sí mismos como sufridos supervivientes de sucesos que ofenden la mera comparación con el del vuelo siniestrado; los que prostituyen su vergüenza a cambio de unas migajas de morbo y atención. A todos estos enterados, los metía yo en un vuelo de Spanair con destino al Triángulo de las Bermudas, con la esperanza de que se convirtieran en noticia.


Y mientras toda España se enzarza en la bizantina discusión de si fue antes el huevo de la dejadez o la gallina de la incompetencia y se traviste de ingeniero aeronáutico para jugar al perito, las cifras de las muertes "asumidas" (tráfico, guerras, enfermedades, violencia...) seguirán su eterno mutis por el foro, engordando el Hades sin que nadie se sobresalte. Nos importa tanto la muerte que hemos aprendido a ignorarla. Paradójico, ¿verdad?

sábado, 16 de agosto de 2008

Brillante película; Caballero oscuro

Toda película que aspire a ser entretenida ha de tener una historia convicente y atractiva, buen ritmo, personajes carismáticos y buscar la atención del espectador mediante guiños a su complicidad con lo ficticio y/o muestras constantes de que no se le está faltando al respeto de su inteligencia y gusto. Las películas de superhéroes son quizás ese tipo de films que si no son mínimamente entretenidos, se van por el sumidero del olvido. En los últimos años, tenemos ejemplos de películas de superhéroes francamente entretenidas (las dos primeras entregas de Spiderman, la trilogía de X-Men, Hellboy, Transformers, IronMan y, a años luz por detrás, Los Cuatro Fantásticos y Hulk) y películas de superhéroes que sería mejor no haber rodado, para bien de todos (El motorista fantasma, Superman Returns). Por tanto, se podría afirmar que, casi por definición, una película con superhéroes de por medio es entretenida.
Pero ¿qué ocurre cuando además de entretenida es una gran película?, ¿qué ocurre cuando una película de superhéroes tiene un guión, reparto y montaje sobresaliente?, ¿qué ocurre cuando una película de superhéroes dignifica al bien llamado séptimo arte? La respuesta es que sencillamente estamos ante excepciones, deliciosas excepciones. Hoy, hablaré de una de estas excelentes "raras avis" que aunan entretenimiento y talento en pantalla sin que el hecho de que su protagonista sea un superhéroe suponga lastre ni traba alguna.


Anoche tuve la suerte de ver "El caballero oscuro", secuela de la estupenda, brillante, magnífica y entretenidísima película "Batman Begins", que redefiniría el concepto de "película de superhéroe", dotándolo de un interesantísimo enfoque caracterizado por la verosimilitud y el dramatismo, gracias a la labor de Christopher Nolan, un director que, film tras film, persevera en un sencillo trueque con el público: talento a cambio de respeto. Tras verla, entiendo perfectamente por qué está arrasando en taquilla y cosechando innumerables parabienes entre críticos y espectadores rasos. ¿Por qué? Como siempre, lo desgranaré en puntos.



* El director: Christopher Nolan. Los amantes de los cómics y del cine le deberíamos dar gracias eternamente por las dos soberbias entregas de Batman que nos ha regalado. Es muy raro encontrar un director que con tanto talento e ingenio no caiga en la autocomplacencia, no firme bodrios a cambio de una jugosa cantidad de ceros, y trate al público con un respeto casi asombroso. Se dio a conocer mundialmente con la estupenda y originalísima "Memento", luego regaló la inquietante y realista "Insomnia", a continuación puso sus ojos en el sombrío protector de Gotham, después se sacó de la chistera la sensacional "The Prestige" y ahora ha vuelto al encuentro de Batman con "El caballero oscuro". Con toda esta escasa pero contundente filmografía, lo menos bueno que se puede decir de Nolan es que es un director altamente recomendable. Sabe hacer cine, sabe contar historias y sabe cómo complacer a crítica y público con el mismo entusiasmo.¿Se puede pedir algo más? Sí. Que nunca deje de ser así.


* El reparto: Conjugar en una película a actores que, edad aparte, han demostrado solvente y reiteradamente que la interpretación es cuestión de talento y profesionalidad, es todo un logro. Si además estos actores no se pasean por una película de superhéroes con el único fin de aumentar su economía personal, es un milagro. Esto es lo que se puede decir, en términos generales, tanto del reparto de "El caballero oscuro" como de su predecesora. Michael Caine y Morgan Freeman han demostrado en innumerables films por qué son dos de los mejores actores que respiran. Gary Oldman es un camaleón: extraño, peculiar pero absolutamente creíble en todos sus papeles. Christian Bale es un actor con una profesionalidad demoledora. Heath Ledger, un diamante que ha muerto, para desgracia del séptimo arte. Aaron Eckhart, un profesional que hace de sus personajes secundarios amenazas constantes al carisma de los protagonistas, por la solvencia con que los encarna. Y Maggie Gyllenhaal, ha demostrado en esta película que una cosa es ser actriz y otra ser la mascota-complemento-distracción de un cretino otrora buen actor.
En cuanto a las interpretaciones de los personajes protagonistas, Batman y Joker, he de decir que es muy difícil encarnar con tanta credibilidad, humanidad, fragilidad, naturalidad y elegancia a un superhéroe como Batman y eso es justo lo que ha hecho magníficamente Christian Bale en las dos entregas de Nolan; y en lo referente a Heath Ledger, si bien no creo que su interpretación constituya un pasaporte para el Óscar, sí he de reconocer que su Joker es tan memorable como el ofrecido por Jack Nicholson pero infinitamente más inquietante: Demencial, psicopático, desquiciado, extravagante, repulsivo, ingenioso, perverso...y tan real que podría aparecer en cualquier telediario. En resumen, con un reparto así, se podría hacer una película sensacional sin necesidad de guión ni decorado.


* El guión-la historia: Estoy firmemente convencido de que Clint Eastwood y Chris Nolan son los mejores contadores de historias que ha deparado el cine de la última década. Bebiendo de los cómics creados en 1939 por Bob Kane y Bill Finger para DC Cómics, "El Caballero Oscuro" deja bien claro que si Shakespeare hubiera querido contar una historia de superhéroes, habría sido la de Batman, y si la hubiera filmado, habría sido esta película. Este film es, en esencia, un auténtico retablo de la naturaleza humana, en toda su gloria y vileza, en toda su luz y oscuridad. La fragilidad del ser humano expuesto al caos indomable de la existencia, la implacable necesidad de tener referentes de quien aprender y chivos expiatorios a quien culpar y la difícil y a veces trágica disyuntiva entre la voluntad y el deber, entre lo que hay que hacer y lo que quieres hacer son los tres pilares sobre los que descansa la historia que cuenta "El caballero oscuro". Más sombría, dramática y trágica que "Batman Begins", ahonda en la humanidad de Bruce Wayne, dejando bien claros cuáles son sus límites y principios, con y sin máscara. ¿Qué pasaría si por hacer lo que debes pierdes todo lo que quieres? ¿Qué pasaría si la seguridad construida en torno a decisiones correctas se disipa de una forma tan inesperada, contundente y fatal que todo aquello en lo que crees se tambalea peligrosamente? ¿Qué sacrificio exige ser quien tienes que ser? Estas y otras preguntas son las verdaderas rivales del trío protagonista de la historia: Bruce Wayne/Batman, James Gordon y Harvey Dent cuando la irrupción del caótico y letal Joker ponga patas arriba a Gotham y la vida personal y profesional de estos hombres. "El caballero oscuro" es una historia con más llanto que alegría, una donde las victorias duelen en el alma, una que forja a sangre y fuego leyendas, una que hace legendario a un Batman más héroe y humano que nunca.


* La música: Hans Zimmer firma la banda sonora de esta película, demostrando por qué es uno de los grandes compositores que tiene el cine de nuestro tiempo, junto al mítico John Williams. Gracias a él, Batman cuenta ya con una música tan reconocible como la de su colega Superman. Una banda sonora épica, elegante y trágica, reflejo exacto del film al que acompaña.


En resumen, anoche pude disfrutar de la segunda mejor adaptación cinematográfica de un cómic que he visto nunca (la primera fue "Batman Begins") y que me ha hecho dejar en el baúl de los recuerdos las entrañables versiones de Tim Burton (las de Joel Schumacher mejor ni hablamos...). Una excelente película de superhéroes y mejor film, en toda la extensión que brinda el séptimo arte. Muchas, muchas gracias, Nolan.