domingo, 24 de agosto de 2008

Vuelo JK5022

Me gustaría creer que estoy haciendo la reseña de una película de catástrofes. Pero no es así. 154 muertos me dicen que el luto se diluirá amarga y lentamente en decenas de titulares. El 20 de agosto Madrid fue, de nuevo, una espiral de humo, muerte y altruismo; la capital del dolor.

Es paradójico. Sé qué ha pasado y al mismo tiempo no tengo ni la más remota idea. Por eso, puedo y debo moverme en el terreno de las impresiones y no de las afirmaciones. Doctores tiene la Iglesia para analizar convenientemente todas las aristas de este crisol de herrumbre y ceniza.


Hoy no me apetece escribir mucho. Estoy enredado en la maraña de lágrimas de las víctimas y los ecos de todas esas vidas rotas atruenan tempestuosamente dentro de mí. Pero también pienso, con rabia e indignación, en los técnicos perfectamente capacitados para no descubrir un fallo letal, en las aerolíneas que echan cuentas y descubren la piedra filosofal de la chapuza, en las autoridades que miran a otro lado cuando alguien pone el dedo en la llaga, en la Ministra que ha convertido en factibles los caricaturescos transportes de "Mortadelo y Filemón", en que basta una tragedia para que se airee a los cuatro vientos un hediondo estercolero de negligencias y carencias cuyo mejor legado es una profunda inquietud.


Gestionar eficazmente una catástrofe como ésta obviamente es querer poner un cinturón a un tornado, pero si hay algún secreto para hacerlo de forma nefasta, ese debe estar en posesión de Spanair, la compañía que para evitar la quiebra ha entrado en una kamikaze barrena. Tampoco le va a la zaga Magdalena Álvarez, la nulidad antropomórfica que ostenta el cargo de Ministra de Fomento, de quien no voy a decir más que su inteligencia y capacitación hace tiempo que están en un hangar encerradas a cal y canto. Cuando se quiere ahorrar dinero y talento lo más probable es que ocurran cosas indeseables.


Hay quien habla de suerte o milagro. Supongo que nos hallamos en el terreno de la "forma de hablar", de las frases hechas, de lo manido...o de la insensatez. ¿Suerte? La vida no es una quiniela, ni una lotería, ni un bingo. ¿Milagro? ¿Acaso alguien, creyente o ateo, piensa que Dios se dedica a salvar selectivamente la vida, que Dios es como el jefe de un enorme departamento de recursos humanos que decide quién sigue y quién no? Si eso fuera así, el mismo derecho tendría un padre a entrar en éxtasis por la salvación de su hijo que un padre a ciscarse blasfemamente en la entidad superior por la muerte de su angelical infante. Un poquito de coherencia, por favor...Yo creo en Dios, pero no soy un idiota descerebrado que piensa en Dios como un Supermán con licencia ni tampoco me hago ilusiones suponiendo que el caos al que llamamos vida puede encorsetarse en términos de "suerte".
Son las circunstancias las que deciden en última instancia el resultado de todo cuanto ocurre. En el mejor de los casos, nosotros tenemos la penúltima palabra. Nuestras vidas son el resultado procedente del choque constante, indómito e inesperado de multitud de sucesos y factores, algunos de los cuales ni siquiera conoceremos nunca. Y así ha sido desde que la Vida apareció en este planeta. ¿Y qué hacemos ante todo esto? En el caso más sensato: decidir. Decidimos a partir de nuestra propia experiencia, porque el pasado que recordamos es nuestro único reducto de seguridad, porque creemos - falsamente - que así tenemos el control, que así no somos una barca en medio del océano. Preferimos la sugestión a la consciencia y obviamos las pocas hojas sueltas del manual de instrucciones de todo este cisco vital: Lo que hoy funciona, mañana puede que no. Lo que ahora es cierto, quizás luego sea falso. Nada hay seguro. Todo es incierto. La suerte es el pleno al 15, pero la vida no es un juego de azar. No somos jugadores, somos fichas de un juego que se puso en marcha hace varios millones de años. Lo más útil que podemos hacer es disfrutar de la partida mientras dure. Y si se cree en Dios, como es mi caso, lo único que se puede hacer es dar gracias por estar vivo. Así de sencillo.


Se hablará mucho de este pandemónium, porque vivimos en una época donde los medios de comunicación ya no saben qué hacer para mantener la atención del público y en una sociedad tan inmadura que necesita chivos expiatorios tanto o más que referentes a seguir. Algo o alguien tiene que ser el culpable, el remitente de este despropósito mortal, la diana a la que dirigir los dardos de la impotencia y la indignación, el que "pague". ¿Y si se halla un chivo expiatorio qué? ¿Nos quedamos más tranquilos? ¿Volvemos al limbo hasta que otra tragedia nos suscite reflexiones y clamemos por mejoras? Un culpable es una causa y una consecuencia, pero jamás una solución. Dedicamos demasiado tiempo a lamentarnos y regodearnos en los fallos en lugar de a encontrar y ejecutar soluciones. Lo único bueno que tiene una tragedia es que nos ofrece argumentos suficientes para evitar que se repita. La vida es evolución y si nadie aplica medidas eficaces y permanentes a partir de esta catástrofe, lo ocurrido con el McDonnell Douglas 82 matrícula EC-HFP será carne de olvido, una estéril y amarga fábula de la que por desgracia sólo se acordarán los que de verdad perdieron, aquellos cuyas heridas nos encargamos de agravar a base de focos, objetivos, micrófonos y titulares. En ese sentido, convendría recordar que el respeto a las víctimas no consiste en mandar a un periodista que repique diariamente su pesar a la vera del sobaco de un familiar, ni en convertir los telediarios en atentados contra la retina, ni hacer de los micrófonos y grabadoras un irrespetuoso y estúpido enjambre de preguntas retóricas. "¿Cómo está? ¿Cómo se siente?"...Pues acabo de perder a toda mi familia carbonizada, así que me siento de puta madre, no te jode.


Mas, si hay alguien que habla demasiado, esos son los "enterados": los que suscriben los "Ya lo decía yo", "Esto ya se sabía pero...", "No me pilla de sorpresa", "A mí me pasó, pero claro, qué vas a hacer"; los que opinan categóricamente sin tener ni puñetera idea; los que hablan de sí mismos como sufridos supervivientes de sucesos que ofenden la mera comparación con el del vuelo siniestrado; los que prostituyen su vergüenza a cambio de unas migajas de morbo y atención. A todos estos enterados, los metía yo en un vuelo de Spanair con destino al Triángulo de las Bermudas, con la esperanza de que se convirtieran en noticia.


Y mientras toda España se enzarza en la bizantina discusión de si fue antes el huevo de la dejadez o la gallina de la incompetencia y se traviste de ingeniero aeronáutico para jugar al perito, las cifras de las muertes "asumidas" (tráfico, guerras, enfermedades, violencia...) seguirán su eterno mutis por el foro, engordando el Hades sin que nadie se sobresalte. Nos importa tanto la muerte que hemos aprendido a ignorarla. Paradójico, ¿verdad?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Suscribo estas palabras. Lo dijo el niño que sobrevivió a la catástrofe: "¿cuándo acaba la película?". Ahora ya se sabe que el sistema de reversa del motor derecho fallaba el 17 de agosto. Qué más les da a los directivos de Spanair, con su estrategia de reducción de costes y su alianza con el Ministerio de Industria, que ha reducido a los inspectores de vuelo de toda España a... DOS. Pero es un problema ético: un periodista de la BBC estuvo bromeando durante un partido con el accidente: la defensa del Bradford tenía "más agujeros que un avión español". Siempre la misma inconsciencia: empresarios, políticos y periodistas que persiguen con la alcachofa en ristre a los familiares. Más de lo mismo: la progresiva desaparición del sentido ético de la existencia. ¿Para qué, teniendo el el sentido económico?

Anónimo dijo...

Lo único en lo que no estoy de acuerdo es en caer en la culpabilización a Spanair, es caer en los mismos errores en que ha caído esa prensa carroñera y sin-noticias-en-agosto que también denuncias en el artículo. Hasta que no se resuelva la investigación, toda la prensa se tenía que haber callado, haber descrito los hechos sin culpar a nadie, ha sido muy irresponsable echandole la culpa a Spanair.
Yo creo que todo esto se debe a que en el mundo moderno, queremos que todo tenga una solución y una explicación para vivir tranquilos, no aceptamos la mala suerte, los fallos porque sí, el mal porque sí: por ejemplo, cuando le roban en un casa a un señor y le matan, al día siguiente hay miles de medios difundiendo supuestas historias horribles en las que esa persona estaba metida, para que así quede al menos algo "justificada" su muerte (que si era abogado metido en un juicio con mafias, que si era un manager del artisteo metido en jaleos) y así todos dormimos tranquilitos, porque pensamos "nosotros somos tan inocentes y trabajamos de asalariados normales, que eso no nos puede pasar". Pues esto del avión igual: hay que decir que se debe a la crisis de Spanair, así la gente duerme más tranquila pensando "hale, ya hay un culpable, y la próxima vez que viaje no cogeré esa línea aérea" ...como si eso te eximiese de los riesgos...cuando lo que pasa es que en esta vida las cosas fallan, porque están hechas por HUMANOS, no por dioses, sino hechas por un ingeniero, un diseñador, un piloto, un arquitecto, un médico, un periodista...y no somos infalibles. El día que aprendamos a aceptarlo, habremos madurado un poco. Solo cabe rezar por las victimas y esperar la investigación.