No, hoy no voy a hablar de la canción de "Los Refrescos", no. Hoy toca hablar de cómo está al patio nacional, que está perfecto. Dejando a un lado que todos los datos e indicadores apuntan a lo contrario, en España no hay crisis. En serio. Hay “situación ciertamente difícil y complicada”, “tiempos difíciles y complicados”, “momento adverso”, “coyuntura económica claramente adversa”, “sensación de deterioro”, “brusca desaceleración”, “disminución de la liquidez”, “un claro y rápido empeoramiento de la situación”, “crecimiento debilitado”, “situación actual y complicada”, “rápida evolución, a la baja, de la economía”, “frenazo económico”, “un período de serias dificultades”, “debilidad del crecimiento económico”, “difícil momento coyuntural”, “fuerte ajuste del crecimiento”, “dificultades endurecimiento de las condiciones crediticias”, “algunos problemas específicos o que padecemos con mayor intensidad”, “condiciones adversas”, pero no crisis. Lógicamente, esto no lo digo yo, que de eso no entiendo, sino alguien que sabe muy bien lo que se dice: el señor POE, cuyos conocimientos económicos, como todo el mundo sabe, son excepcionales, al igual que su magistral habilidad para hablar la lengua de Shakespeare. Después de su última intervención, lo tengo claro: El señor POE, Premio Nobel de Economía, y George W. Bush, Premio Nobel de la Paz. En fin. La magnitud que alcanza nuestro omnisciente líder en el manejo de los eufemismos es sólo comparable a su indudable estulticia. La crisis es tan "discutible" como la necedad de quien afirma eso. Me temo que lo próximo será sostener que el cielo es rojo, el sol gira alrededor de la Tierra y que Ortega y Gasset era un dúo de humoristas. Tiempo al tiempo. Cualquier cosa puede salir de la chistera de quien, como los adictos a las sustancias alucinógenas, le ha encontrado el gusto a enrocarse en una dimensión distinta de la realidad.
De todos modos, para mí, la crisis tiene cosas buenas. Sólo tres, pero las tiene. A saber: La crisis señala conceptos y paradigmas a corregir para evolucionar positivamente, desgasta corrosivamente a un Gobierno infame y vergonzoso, y zarandea como un gorila cabreado a los constructores y promotores inmobiliarios. Por todo ello, me alegro profundamente. Sobre la primera ventaja no me detendré, puesto que doctores tiene la Iglesia para ese menester. En cuanto a la segunda, mi blog ha sido y es, para quien lo lea, una declaración de mi rotunda admiración y manifiesto amor por el Gabinete del señor POE, así que no merece la pena que redunde en ello hoy. Pero la tercera ventaja del thriller económico que vivimos bien vale que me regodee.
Vaya por delante que no estoy de acuerdo con quienes afirman y acusan a los constructores y promotores inmobiliarios de ser unos auténticos mafiosos. ¡Per favore! La Mafia por lo menos tenía educación, valores y clase. Salvando las escasas y honrosas excepciones de mi andanada, he de decir que para mí estos especuladores de sueños ajenos, traficantes del ladrillo, proxenetas de la vivienda y caníbales del suelo, se merecen que, de vez en cuando, algo o alguien les desvista de su halo de rey Midas para que el resto de los mortales les podamos mirar a esos ojos ególatras y decirles: "Bienvenido al club. Sufre, sufre, mamón". Estos jerifaltes del pelotazo, grandes maestres de la chapuza dorada, que construyen sus imperios con penurias y explotaciones ajenas, deben y merecen desaparecer del panorama económico y social del país para dejar paso a gente que asuma sus funciones pero sin convertir en un filántropo altruista a Gollum ni adoptar la ética de un negrero o la compasión de un jefe de obra del Antiguo Egipto. Y digo esto no sólo por su decisiva aportación a la sempiterna primavera de estratosféricas hipotecas que azota España desde hace demasiados años y su papel clave en la reclusión de muchos jóvenes en casas paternales. Lo digo también porque estos mastuerzos de cheque en blanco están cargándose el paisaje y la naturaleza, con la connivencia de los políticos y la pasividad de los jueces. El último ejemplo de ello viene de la mano de Greenpeace, que ha puesto de manifiesto que, gracias a estos mentecatos de ladrillo en ristre, en España, la virginidad del litoral patrio se aproxima peligrosamente a la de Nuria Bermúdez.
Gracias a estos chulos con posibles y afición al Lego a escala demencial, se va a terminar el problema, proverbial en el Levante, de tener que poner la toalla debajo del sobaco del vecino o adivinar la arena o el mar entre masas fondonas y horteras de bañistas. Y se va a acabar porque ya no va a haber playa...Ya saben. ¡Vaya, vaya, aquí no hay...vergüenza! Ni crisis, por supuesto.
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