miércoles, 23 de julio de 2008

De Operación Triunfo 2008...

Anoche acabó la edición de este año de Operación Triunfo y lo hizo con Virginia como ganadora. En 2008, OT ha sido desquiciantemente paradójico: la elegancia y la buena educación ha convivido con la grosería y el marrullerismo, la humildad ha estado hombro con hombro con la vanidad, el talento ha respirado el mismo aire que la necedad, la sinceridad más cruda ha recorrido el mismo camino que los eufemismos más almibarados, el esfuerzo ha visto cara a cara a la dejadez, la seriedad ha ido de la mano con el cachondeo...En fin. Quien esto escribe está en las antípodas del fanatismo adolescente de chillidos con acné y soponcios catódicos tanto como del conocimiento musical esencial para criticar constructiva y fundamentadamente OT en su aportación al cuarto arte. Así que, este artículo lo escribo como persona y espectador. Para facilitar la agilidad en su lectura y la claridad en el entendimiento, analizaré todo en los siguientes puntos:


  • Motivo por el que veo OT: La primera y mítica edición, por la novedad. En los últimos años, por Risto Mejide. Y en las ediciones que median, no lo vi; había cosas mejores a las que dedicar el tiempo.


  • Quien ganó: Virginia podrá gustar o no como canta, podrá enamorar o no su forma de ser, pero no deja a nadie indiferente y tiene algo que la diferencia: su peculiar voz y su angelical "contención". Si a esto añadimos el arduo camino de esfuerzo, aguante y superación que ha recorrido desde el primer día del programa, tengo argumentos más que de sobra para decir: ¿Y por qué no debería haber ganado?


  • Quienes no perdieron: Pablo; podría decir de él que podría ser algo más que el coplero del siglo XXI, pero prefiero destacar que si su humildad fuera directamente proporcional a su talento, habría ganado de calle este concurso. Chipper; ha sido, es y será siempre un despropósito que un sujeto con mejores cualidades y trayectoria profesional que bastantes profesores de la Academia compita con personas que en el mejor de los casos tienen un nivel amateur. Además de sus incontestables tablas, tenía bazas políticamente correctas a su favor (extranejero, homosexual y negro), pero eso no fue suficiente para ganar. OT es lo que es: un premio a la progresión y al mérito en un ambiente de homegeneidad de condiciones.


  • Quienes perdieron: Exceptuando a Manu, el diamante peleado con la madurez, el resto de concursantes se pueden considerar a sí mismos como los perdedores de esta edición. Unos perdedores, en toda la extensión de la palabra, que en algunos casos han demostrado ser peores personas aún que cantantes y, por eso, me cebaré con ellos: Sandra, la mengana arrabalera; una necia soberbia y sobrevalorada con look "calle Montera" que hace parecer a Amy Winehouse una lady de la alta sociedad. Mimi, la diva de todo a un euro; una barbie morena que debió perder la humildad al mismo tiempo que la virginidad, una modelo a evitar que demostró que a buen seguro hay cien cosas que hace mejor que cantar. Iván, el esquizofrénico gallo arcoiris con el ego camino de Marte; un individuo al que me extrañaría menos verle con sífilis, gonorrea o VIH que triunfando en el mundo artístico, una alimaña vestida de "movida madrileña" cuyo mayor logro ha sido hacer perder la cabeza al director de la Academia. Anabel, la imposible mezcla entre una gogó de regional y Rocío Jurado; con su edad, que tenga como referente artístico a la Jurado, es para hacérselo mirar. Noelia, el mayor descubrimiento reciente de la zoología patria, nunca antes se había visto un elefante marino con una laringe tan evolucionada; está claro que la dieta a base de envidia y complejos no le sienta bien a su silueta. ¿Y del resto de concursantes qué? Pues que son tan fácilmente olvidables que lo único que podrían hacer para seguir siendo foco de atención sería posar en cueros en alguna revista...


  • La Academia: el claustro. Aun con menos currículum que Chipper en algunos casos, los profesores de este año han sido notablemente mejores que los de ediciones anteriores (y eso que había varios rostros ya conocidos, como el gran Manu Guix). Un lujo para unos alumnos que no siempre se han preocupado de aprender de verdad. Tan importante es enseñar como dejarse enseñar. Tiempo tendrán de darse cuenta de ello. No obstante, el favoritismo, el babeo o la predilección nada escondida de ciertos profesores por ciertos alumnos ha deslucido en no pocas ocasiones su excelente labor docente.


  • La Academia: el director. Ángel Llácer, uno de los mejores profesionales que ha pisado el claustro de OT. Histriónico, ingenioso y brillante, es en mi opinión, un excelente maestro a la hora de convertir a simples aficionados en intérpretes capaces de entender, sentir y transmitir una canción. Lástima que este año, en la edición en la que ha ostentado el cargo de director de la Academia, haya querido explicitar la diferencia entre un histrión, en el sentido dramático del término, y un payaso, en el sentido despectivo de la palabra. Ha solucionado los problemas de convivencia y actitud con toneladas de buenrollismo vacío y una férrea hipocresía de mundo feliz. Ha apostado más por su faceta de payaso mediático que por la de magister. Y, por último, ha dejado la imparcialidad y ecuanimidad en el armario para dar paso a un desaforado y bochornoso favoritismo por algunos alumnos, en especial, Iván, con el que ha protagonizado escenas y diálogos homoeróticos de auténtica vergüenza ajena (a mí me da igual la tendencia sexual de la gente; lo que no soporto es la vulgaridad). Un partidismo que ha desembocado en el hecho innegable de que su relación y trato con la ganadora del concurso ha constituido todo un gélido tratado de hipocresía. En definitiva, a Ángel Llácer, este año, se le ha visto el plumero, en todos los sentidos.


  • El presentador: Jesús Vázquez. Salvando el hecho de que cada año que pasa lo veo más cerca del gay amanerado que del gay comedido, me parece que si se mantiene en el candelero televisivo tanto tiempo y al frente de programas en los que se invierte mucho dinero es por la sencilla razón de que es, innegablemente, un buen profesional del medio, al menos en lo que se refiere a shows de esta índole. En esta edición, se ha contagiado del populismo minoritario y la demagogia buenrollista que ha afectado a la Academia y ha perdido el norte y los papeles (como, por ejemplo, en la última gala). Programa tras programa, su imparcialidad como presentador ha sido relevada por sus filias (y fobias) personales. ¿Algo que objetar? Nada. Cada cual que haga lo que quiera, pero, a un presentador, se le paga por presentar de la forma más objetiva y atractiva para el espectador, y nada más. Los plumeros, para limpiar el polvo, Jesús.


  • El Jurado: Este año, ha sido más parcial que nunca y eso ha incrementado notablemente el rentable espectáculo de grescas, discrepancias, dimes y diretes. Noemí Galera, deliciosamente dura y sensata cuando está en su papel, parece estar encantada cuando ella es el centro de atención y se mosquea cuando no lo es. A mí eso me suena a rabieta de niña, más que a jurado, pero como esto es televisión, quizás ella sepa muy bien que sus "piques" con el gran surtidor de audiencia que se sienta a su derecha le van genial al programa y de paso alivian su agrietada imagen de persona justa e imparcial. Empezó el programa como buena jueza y acabó como una fan hormoneante de algunos concursantes (y no precisamente de la ganadora). En cuanto a Javier Llano, en cuanto descubra que valorar como jurado no significa otorgar una gratuita sesión de baño y masaje verbal a los concursantes, sus intervenciones dejarán de parecer adulaciones sin fundamento y el ego de algunos podrá caminar con los pies en el suelo. Si hablamos de Cocó Comín, hablamos de una señora que, pese al nombrecito que gasta, ofrece un repertorio de valoraciones bastante certeras y constructivas, aderezadas con bombonas de oxígeno para el amor propio de los criticados. Y, por último, si hablamos de Risto Mejide...


  • Risto: Aviso para navegantes: En todas las versiones de OT que circulan por el mundo, siempre hay en el jurado alguien que hace de la antipatía y las críticas más crudas sus señas de identidad. Estamos, por tanto, ante un arquetipo de "jurado desagradable" estandarizado y extrapolado junto con el "formato" Operación Triunfo. Eso es Risto Mejide...y mucho más. Quienes critican a Risto con argumentos basados en antipatía, desagradable, rudeza, etc, etc,etc, demuestran que, además de caer en la demagogia más fácil, tienen una miopía intelectual de primer orden. ¿Por qué? Porque Risto es alguien que trasciende el rol anteriormente señalado para ofrecer un ejercicio de sinceridad, honestidad, talento e ingenio (aunque sea de forma mordaz) al que no estamos acostumbrados, al menos, en la televisión española. No obstante, dejando mi filia personal aparte (de la que daré buena cuenta en otro artículo), quizás sea oportuno destacar que Risto es, sin lugar a dudas, el mayor reclamo y principal generador de audiencia de las tres últimas ediciones de OT. Y esto no es un comentario subjetivo y baladí: quien quiera, puede molestarse en mirar los datos de audencia de OT y contrastar en qué momentos tiene los llamados "picos" y verán que, casi siempre, coinciden con las intervenciones de Risto. El impacto de Risto, tanto en audiencia como mediáticamente, es incontestable y muy superior al de cualquier otro integrante del concurso. Por todo ello, se puede decir que Risto necesita OT como mero escaparate, pero OT necesita a Risto como un asmático el ventolín. Así de sencillo. En resumen, no me extraña que el señor Mejide genere tanta controversia y animadversión, porque, la envidia es muy mala y la sinceridad, duele.


En fin. Se acabó Operación Triunfo: el concurso que ganó Virginia, perdieron unos indeseables y conquistó Risto. La televisión, a veces, tiene mucho de justicia poética.

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