sábado, 19 de julio de 2008

La noche del fin del mundo: Un reportaje inolvidable

Anoche tuve la suerte, la inmensa suerte de ver "La noche del fin del mundo" en Cuatro. Un documental conmovedor, contundente, sobrecogedor, honesto, valiente, impecable y, por todo ello, inolvidable. Un reportaje sensacional que constituye un colosal ejercicio de excelencia profesional y humana con el que Íker Jiménez se quitó de encima el sambenito de periodista friki y bizarro, con el que le visten sus detractores, para revelarse como lo que es: un profesional de raza y con valores innegables.
"La noche del fin del mundo" aborda una de las mayores catástrofes vividas por la Humanidad en los últimos siglos: la tragedia nuclear de Chernobyl. El documental habla de lo que se dijo y lo que no, de lo que ya se sabía y lo que deberíamos saber, de lo que se había olvidado y de lo que nunca tendremos que olvidar. Y lo hace a través de datos apabullantes, testimonios desgarradores e imágenes que retuercen el alma sin clemencia alguna. Todo ello gracias a dos factores clave demostrados por los responsables de este extraordinario producto televisivo: el ansia infatigable por contar y descubrir la verdad y el respeto a la inteligencia y madurez del espectador. Por todo esto, no miento si digo que "La noche del fin del mundo" es el mejor reportaje que he visto en muchos años; incluso, me atrevería a decir que es el mejor que recuerdo.


Igualmente, tanto el documental como la tragedia que analiza, nos hablan sin rubor ni tibieza alguna de lo mejor y lo peor del ser humano: del silencio asesino oficial de la URSS y del altruismo suicida de miles de personas, del orgullo trágicamente mal entendido y de la valentía y la cooperación más desgarradoramente humana, de los olvidados y de los que no olvidan. Es imposible ver este gran reportaje sin aguantar un nudo en el estómago o una lágrima en los ojos. Se queda grabado a sangre y fuego en el alma y mejor que sea así, porque lo que ocurrió en Chernobyl, sus causas y consecuencias, así como la impresionante inmolación voluntaria de miles de seres humanos por salvar a miles más, no merecen ser olvidados jamás. El silencio y el olvido son castigos demasiado infames para todo lo que pasó aquel día de 1986 y en jornadas posteriores.


Por todo ello, mi mayor reconocimiento y agradecimiento a Íker Jiménez y su equipo por regalarnos ese magistral reportaje. Nadie debería dejar pasar la oportunidad de verlo de nuevo, ya sea en televisión, dvd o en Youtube, porque, documentales como "La noche del fin del mundo" hacen grande la televisión, el periodismo y el ser humano.




Por último, gracias, gracias a todos aquellos que murieron en Chernobyl por comportarse como les dictaban sus corazones y conciencias. Sus vidas, por mi parte, superarán por siempre la vanidad del olvido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias amigo. Un fuerte abrazo.