"Conjunto de gente alborotada y tumultuosa". Así define el DRAE el término "marabunta" y es la mejor forma de resumir este artículo. Ayer comenzó un fenómeno estandarte como pocos del tiempo en que vivimos y que nos dejan en la retina escenas propias de grandes clásicos del celuloide como "Cuando ruge la marabunta", "El planeta de los simios", "Aliens" o "La noche de los muertos vivientes". Ayer comenzaron las rebajas. Cientos de personas moviéndose taquicárdicas por doquier, como huyendo de un genocidio; féminas echando espuma por la boca mientras se pelean por un jirón de prenda como hienas hambrientas; hombres que miran perplejos y perdidos intentando asimilar que su serena pareja se ha transformado en un orco de "El Señor de los Anillos"; dependientes con mirada mística y lánguida digna de un Greco; vendedores asediados que hacen de sus cajas "El Álamo"; vigilantes de seguridad al borde de la epilepsia merced a unas sirenas peores que las de Ulises; carreras, empujones y gruñidos más propios del Seis Naciones; plantas que parecen la zona cero de un desastre mercantil; y unos precios que ponen al mal Solbes buena cara. Todo eso son las rebajas, el más tradicional episodio de demencia colectiva de este país del pelotazo en el que cualquier cosa gratuita o rebajada tiene asegurada una cola multitudinaria, aunque lo que se ofrezca sean taparrabos de pigmeos.
Yo, cuando inevitablemente tengo que acudir a las rebajas, me siento como Gary Cooper en "Sólo ante el peligro", Custer en Little Big Horn o Aragorn en la batalla de la Puerta Negra, es decir, con un convencimiento profundo de que estaría mejor en cualquier otro lugar. No sé si alguien más me comprenderá, pero, inmerso en cualquier centro comercial o tienda que esté en época de rebajas, se adueña de mí un pavor que me atenaza pies, manos y boca, como si tuviera miedo a recibir una dentellada, manotazo, empujón, graznido o mirada homicida. Es como estar rodeado de aliens o tiburones blancos, pero en versión consumista. Y es que, lo importante en las rebajas, a tenor de lo visto, no es el precio ni el descuento ni siquiera si lo que buscas/quieres/manoseas/agarras te vale o te queda bien. Lo importante es comportarse como un completo asilvestrado que haga una magistral recreación de las buenas maneras del paleolítico. Ni educación ni sensatez. Puro instinto animal, como si fuéramos tiranosaurios en época de celo. Déjate de miles de años de evolución y agarra ese ¿chollo? antes de que otro se lo lleve. Viendo estampas como las que se pueden contemplar en El Corte Inglés, Zara y demás, no puedo más que implorar que vuelva a caer un chaparrón como el de Noé y que mande a hacer cisco a tanto gañán incivilizado, que las únicas cosas rebajadas que tiene aseguradas son su propio seso y vergüenza. En fin. Dime cómo compras y te diré cómo eres...
Yo, cuando inevitablemente tengo que acudir a las rebajas, me siento como Gary Cooper en "Sólo ante el peligro", Custer en Little Big Horn o Aragorn en la batalla de la Puerta Negra, es decir, con un convencimiento profundo de que estaría mejor en cualquier otro lugar. No sé si alguien más me comprenderá, pero, inmerso en cualquier centro comercial o tienda que esté en época de rebajas, se adueña de mí un pavor que me atenaza pies, manos y boca, como si tuviera miedo a recibir una dentellada, manotazo, empujón, graznido o mirada homicida. Es como estar rodeado de aliens o tiburones blancos, pero en versión consumista. Y es que, lo importante en las rebajas, a tenor de lo visto, no es el precio ni el descuento ni siquiera si lo que buscas/quieres/manoseas/agarras te vale o te queda bien. Lo importante es comportarse como un completo asilvestrado que haga una magistral recreación de las buenas maneras del paleolítico. Ni educación ni sensatez. Puro instinto animal, como si fuéramos tiranosaurios en época de celo. Déjate de miles de años de evolución y agarra ese ¿chollo? antes de que otro se lo lleve. Viendo estampas como las que se pueden contemplar en El Corte Inglés, Zara y demás, no puedo más que implorar que vuelva a caer un chaparrón como el de Noé y que mande a hacer cisco a tanto gañán incivilizado, que las únicas cosas rebajadas que tiene aseguradas son su propio seso y vergüenza. En fin. Dime cómo compras y te diré cómo eres...
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