Esta es una historia de un amor y una amistad, de sentimientos universales que se encaminan a la leyenda por la senda de la tragedia. Una historia de proporciones shakespearianas y esencia romántica acontecida en un mundo donde las entrañas ya sólo susurran...
Se conocieron en uno de los días más tristes de la vida de Mary: el día que perdió a su madre y con ella su única fuente de amor y cuidados. Mary se quedó a la sombra de la alegría y en la cuneta de la vida. Y allí, al borde del abismo, esquivando la tristeza, apareció Tamara. Ella la acogió, la cuidó y la dio todo cuanto estaba en su mano y corazón para devolver a Mary a un mundo donde sonreir era todavía posible. Paso a paso, día a día, juntas conquistaron una pequeña porción de ese precioso lugar llamado "felicidad". Y después de un año y medio, Mary revivió o, mejor dicho, se sintió viva. Tamara y Mary hablaban ese críptico y tierno lenguaje en el que sobran las palabras. Juntas eran felices y el asombro de quienes las rodeaban era prueba de ello...
Hace dos semanas, un ser digno del infierno acabó con la alegría de Mary, acuchillando salvaje y mortalmente a Tamara. Mary la conoció en uno de los días más tristes de su vida y en uno de los días más tristes de su vida la perdió para siempre. Desde entonces, la pena horada incansable el cuerpo y el alma de Mary, decidida a seguir junto a Tamara, cueste lo que cueste. La gente que la rodea se desquicia entre el asombro y la consternación mientras el íntimo llanto de Mary la va amortajando minuto a minuto. Y es que, al igual que se puede vivir por amor, también se puede morir de pena...
Esta historia me podría dar pie para hablar vehementemente del amor libre o deleznar la violencia homicida que corroe el mundo o defender apasionadamente la necesidad de instaurar en todo el mundo una cadena perpetua o cualquier otro castigo legal que no muestre piedad ninguna contra las bestias que anidan en nuestra sociedad, pero perdónenme si hoy no lo hago, porque esta no es una historia corriente. Esta historia podría estar protagonizada por dos personas humanas...pero no es así. Como muchos ya sabrán, esta historia la protagonizan la delfín Mary G y su cuidadora Tamara Monti. Si ustedes obvian este hecho, tendrán ante sí una preciosa historia de amistad. En cambio, si tienen presente que uno de sus protagonistas es un animal, no sólo estarán ante una preciosa historia de amistad sino ante una prueba extraordinaria de lo increíblemente sorprendente y bello que es el mundo animal, ese mundo al que tanto hostiga, persigue y diezma el ser humano.
Podría extenderme ampliamente, pero creo que esta historia habla por sí sola. ¿Se han parado a pensar en que los seres humanos puede que ganemos en "cerebro" a los animales y que sin embargo estos nos dan lecciones constantes e innatas de qué es "amor", "amistad", "lealtad", "fidelidad"? Ahora imaginen una raza superior a nosotros a la que le diera por cazarnos, trocearnos, despellejarnos, arponearnos, dispararnos, envenenarnos, mutilarnos o disecarnos por puro placer o sin ningún remordimiento. Imaginen a sus padres golpeados brutalmente por alguien de esta raza superior hasta matarlos o a su pareja ensartada en un descomunal arpón agonizando hasta desangrarse o a un espécimen de esta raza superior ataviado con la piel de algún familiar. Horrible, ¿verdad? Bien, ahora piensen en la matanza de focas, en la caza de las ballenas, en las cacerías ("permitidas" o no), en el maltrato a los perros...Si le sigue pareciendo horrible, enhorabuena. Si no, váyase usted a tomar por el mismísimo saco.
Creo que sería un sano ejercicio de decencia y humanidad que cada cierto tiempo todo viéramos películas como "Gorilas en la niebla", "Fluke" o "El Oso", para descubrir cuánto de ¿humanos? tenemos y para que antes de decir peyorativamente a alguien "Eres un animal" nos lo pensemos dos veces, porque ellos son animales pero sólo el ser humano puede ser un auténtico monstruo.
Para terminar e invitando a la reflexión, cito la magnífica frase que cierra la conmovedora película de Jean Jacques Annaud, "El Oso": Hay un placer mayor que el de matar: el de perdonar la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario