sábado, 25 de abril de 2015

Hamlet + Globe = puro teatro

Teatro es el encuentro entre la fiesta y el rito, entre lo universal y lo concreto, entre la palabra y el cuerpo, entre la voz y el silencio, entre el gesto y el latido, entre el juego y lo solemne, entre lo pensable y lo sensible, entre lo efímero y lo eterno, entre el hombre y la humanidad, entre la ficción y la realidad.
Teatro es dejar que el cuerpo y la voz se transformen en palabras y éstas en imágenes y éstas a su vez en ideas, sentimientos y emociones y que el paso del tiempo convierta todo ello en recuerdo en lugar de olvido.
Teatro es tener el honor y la suerte de vivir algo irrepetible.
Teatro es sentir el sentido que hay en toda obra de arte.
Teatro es dejarte llevar y dejarse ir.
Teatro es ser a través de otros.
Teatro es el arte de mentir la verdad.
Teatro es conseguir que unos perfectos extraños conecten desde un escenario instantánea e íntimamente con cientos de espectadores mientras aquéllos trabajan, éstos pagan y todos disfrutan.
Teatro es lograr que una persona desconecte del ruido y la furia para pensar, sentir y disfrutar a través de la imaginación.
Teatro es que un escenario de Madrid del siglo XXI se convierta en el mítico Globe del siglo XVII y éste a su vez en el Elsinor medieval.
Teatro es conseguir que después de tres horas todo un patio de butacas puesto en pie te aplauda y ovacione durante casi cinco minutos seguidos.
Teatro es, en definitiva, lo que la compañía del Shakespeare's Globe ha hecho en Madrid desde el pasado día 21 hasta ayer viernes con su representación de Hamlet en los Teatros del Canal

La casualidad ha querido que dicha compañía haya pasado por la
capital española justo cuando se cumple un año desde el comienzo su impresionante gira "Globe to Globe Hamlet" y coincidiendo con la celebración del 451º aniversario del nacimiento de William Shakespeare, uno de los mejores (o el mejor) dramaturgo que ha existido jamás. La casualidad...y la suerte. Porque ver algo como este Hamlet, representado por los "herederos" de la célebre compañía de Shakespeare, en el idioma original y sin tener que pagar billete de avión es como que te toque la lotería a nivel teatral.

De primeras, al espectador más canónico, ortodoxo o desfasado se le puede poner una cara de póquer al ver un escenario que tiene más de tramoya y bambalinas que de decorado convencional. O al
comprobar la alegría, la energía y la música en directo con la que todos los actores irrumpen en las tablas antes de dar comienzo a la función propiamente dicha. O al percatarse del crisol étnico y generacional que constituyen los integrantes del Shakespeare's Globe. O al fijarse en un vestuario más propio de los Estados Unidos de la Gran Depresión que de un reino danés de hace unos cuantos siglos. O al presenciar cómo los diferentes espacios escénicos se van materializando moviendo o recolocando los elementos que hay sobre las tablas. O al darse cuenta de que ni Hamlet ni Ofelia ni Polonio son precisamente nórdicos. O al
Hamlet, (C) 2014 Helena Miscioscia
percartarse de cómo un mismo actor puede interpretar más de un personaje y no necesariamente de su mismo sexo...Quizás ese espectador olvida qué significa "universal". Quizás ese espectador, ese que sólo mira y entiende desde el academicismo, la ortodoxia y la tradición olvida que en inglés el verbo "interpretar", en lo que a teatro se refiere, coincide con el mismo verbo "jugar": play. Y es que hay mucho de juego en este Hamlet: ingenio, dinamismo, atrevimiento, habilidad, inteligencia, frescura, complicidad... Y no sólo juego. También maestría: la naturalidad, la convicción, la riqueza de matices, la intencionalidad, la habilidad, la templanza, la entonación...Todo el elenco da una auténtica clase de interpretación de principio a fin: eso es actuar. Eso es ser actor. Eso es teatro. Y punto. 

Pero, si los méritos de la compañía dirigida por Dominic Dromgoole no fueran suficientes (que deberían serlo), no hay que olvidar que, muy probablemente, la tragedia del príncipe de
Hamlet, (C) 2014 Helena Miscioscia
Dinamarca sea la obra más redonda de todas las que escribió Shakespeare. Como toda buena obra teatral, especialmente las del género trágico, Hamlet supone un viaje al corazón del alma humana, allí donde luz y tiniebla se definen mutuamente; allí donde el amor y el odio, la lealtad y la traición, la honestidad y la mentira, la lucidez y la locura, la alegría y el llanto, la represión y el deseo, el estruendo y el silencio, la ilusión y el miedo, la venganza y el
Hamlet, (C) 2014 Helena Miscioscia
perdón, la acción y el pensamiento juegan el mismo duelo de contrarios que define la propia condición humana: vida y muerte. Pero es que Hamlet es además una obra que fusiona, con una modernidad e inteligencia más que vanguardistas, géneros y subgéneros en unas pocas pero sólidas tramas que dotan al conjunto de una coherencia incuestionable. Y, por si eso fuera poco, en Hamlet encontramos algunas de las mejores reflexiones jamás dichas/escritas sobre el teatro, las relaciones sociales, las bajas pasiones o el aprendizaje existencial, por citar sólo algunos ejemplos. Y si no basta, desdeñar Hamlet es desdeñar una obra que contiene varias de las sentencias más brillantes de toda la Literatura universal.


Por todo ello, ver el Hamlet de la Shakespeare's Globe es algo tan extraodinario como agradable e inolvidable. Una auténtica delicia. Así que, vaya desde aquí mi agradecimiento y admiración a Ladi Emeruwa, Amanda Wilkin, Keith Bartlett, Miranda Foster, Rawiri Paratene, Beruce Khan, Tom Lawrence y Matthew Romain por hacer algo francamente difícil e inusual hoy en día: puro teatro.

sábado, 18 de abril de 2015

La cara

No es una cara de póquer. Ni de gilipollas. Ni de despertar con resaca. Ni de Hulk con jaqueca. Ni siquiera de "buffering". Pero no es una cara buena ni aconsejable aunque sí una cada vez más frecuente: la que tiene en los últimos años cualquier español que no viva en Matrix. La cara del español raso; la del que sólo se preocupa por llegar sano y salvo a fin de mes; la cara de quien sólo quiere que le dejen en paz. La cara de quien descubre, sabe o recuerda que en este país no tenemos a Jekyll pero tenemos a Hyde; no tenemos a Charlize Theron pero tenemos a Leticia Sabater; no tenemos a Sean Penn pero tenemos a Willy Toledo; no tenemos a David Lynch pero tenemos a José Luis Moreno; no tenemos a Woodward y Bernstein pero tenemos a Marhuenda y Rubido; no tenemos a Richard Ford pero tenemos a Juan Manuel de Prada; no tenemos Saturday Night Live pero tenemos La alfombra roja palace; no tenemos Bill Gates pero tenemos César Alierta; no tenemos Silicon Valley pero tenemos Magaluf; no tenemos a Jimmy Fallon pero tenemos a Pablo Motos; no tenemos a Aslan pero sí a "León come gamba"; no tenemos Woodstock pero tenemos los mítines de Podemos; no tenemos un presidente pero tenemos a Rajoy; no tenemos democracia pero tenemos demagogia; no tenemos a Alí Babá pero tenemos los cuarenta ladrones; no tenemos un oasis pero tenemos un espejismo; no tenemos paraíso pero sí un vertedero con vistas al mar; no tenemos vergüenza pero sí moral en B.
La última oportunidad para contemplar en cualquier lugar del país esa cara con denominación de origen la hemos tenido con "lo de Rato". Lo de Rato no es lo mismo pero sí parecido a lo de la Molt Honorable Verruga y familia, los ERES de Gandalucía, las tramas de las gaviotas, los pelotazos del cuñado del Rey y así podría estarme hasta que corretearan por la tierra los cuatro jinetes del Apocalpisis porque ejemplos de sinvergüenzas, jetas y canallas tenemos en España como para poblar todo el Sistema Solar.
El caso es que el escándalo de este golfo no ha sido la gota que colma el vaso, porque el vaso hace ya tiempo que se fue a tomar por saco por culpa de unos y otros. Lo que sí supone el (o)caso de Rato es la enésima prueba de que vivimos en un Estado de decepción. Es la enésima prueba de que llevamos décadas engañados, dormidos o atontados. Es la enésima prueba de que el Gobierno de Marciano Rajoy lo único que sabe es "hacerse un Froilán" (véase arrearse un disparo en el pie). Es la enésima prueba de que la NASA debería enviar una misión a Génova 13 para buscar vida inteligente. Es la enésima prueba de que si queda alguna sola persona con la intención de votar al PP se le podría declarar cerebralmente muerta. Es la enésima prueba de que si alguien piensa que la solución pasa por votar al PSOE se le podría mandar de figurante a Walking Dead. Es la enésima prueba de que el plan B ha demostrado ser tan malo como el A. Es la enésima prueba de que España es una cleptocracia gracias a lo que los partidos políticos tradicionales (PP, PSOE, IU, etc) han hecho y hacen con la complicidad por acción u omisión de grandes empresas, jueces y medios de comunicación y el apoyo de unos votantes empeñados en pensar en rojos y azules. Es la enésima prueba de que la inmensa mayoría de los políticos españoles no entienden la diferencia ni entre "servir" y "servirse" ni entre "valer" y "valerse". Es la enésima prueba de que los últimos decenios de Historia española son la crónica de una continua tomadura de pelo. Es la énesima prueba de que el problema de España no es tanto haber vivido por encima de nuestras posibilidades como haberlo hecho por debajo de la vergüenza. Es la enésima prueba de que la situación es tan insoportable como indefendible. Es la enésima prueba de que España necesita una revolución civil, pacífica y democrática pero con la misma contundencia y eficacia que una revolución armada. Es la enésima prueba de que dicha revolución sólo puede pasar por lo nuevo, por la regeneración, por la ciudadanía, por los votos.
Por eso, mientras llegan las elecciones, mejor ir acostumbrándonos a tener esta cara que comentaba al principio del artículo. La cara de quien no engaña sino de quien es engañado. La cara de quien no humilla sino de quien es humillado. La cara de quien no avergüenza sino de quien se siente avergonzado. La cara que no es la de Rato ni la de Pujol ni la de Chaves ni la de Griñán ni la de Urdangarín ni la de Granados ni la de Bárcenas ni la del pequeño Nicolás ni la de la madre que los parió. La cara de quien sí se merece tener un futuro. La cara de quienes nos merecemos otra España. La cara que, en las próximas votaciones municipales, autonómicas y generales puede y debe hacer lo posible para tener una sonrisa dibujada en ella.

lunes, 13 de abril de 2015

Yo ministérico

Tras un fenomenal y conmovedor capítulo, acaba "El Ministerio del Tiempo". La serie que no sólo ha sido la revelación sino la rebelión de la temporada. La rebelión de quienes creen que otro tipo de series es posible en España. De quienes piensan que la cultura siempre se merece una oportunidad. De quienes opinan que la Historia es un arma de divulgación masiva. De quienes defienden que a veces es necesario cambiarlo todo para que todo siga igual. De quienes saben que cuando una puerta se cierra, otra se abre. De quienes conocen que la riqueza está en la mezcla. De quienes tienen la curiosidad como pasaporte. De quienes prefieren vivir una buena historia a que se la cuenten. De quienes recuerdan que, en la vida como en las series, lo mejor siempre empieza con un buen guión.

En mi opinión, "El Ministerio del Tiempo" debe parte de su éxito a su valentía. La valentía de apostar por la cultura y la Historia españolas como pretexto, trasfondo y trama de una ficción. La valentía de ofrecer una serie que no sólo se atreve a mezclar y fundir géneros (comedia, intriga, aventura, acción, drama, historia...) sino a que la ciencia ficción sea uno de
ellos. La valentía de situar la llamada "Historia contrafactual" o "Historia virtual" como premisa creativa. La valentía de acercarse de forma desenfadada pero sin perder rigor a épocas, hechos y personajes que algunos erróneamente consideran totémicos e intocables. La valentía de hacer por el acceso de los más jóvenes a la cultura más que muchos ministros, catedráticos, profesores y padres. La valentía de sacudirse de encima buena parte de los complejos (televisivos y no televisivos) que tenemos en España. La valentía de atreverse con todo. Y la valentía de salir con ello a prime time estando las audiencias como están. 

Otra parte de su éxito se debe al fenomenal trabajo realizado a un lado y otro de las cámaras. Empezando por el ingenio y la destreza de los hermanos Olivares a la hora de imaginar y
escribir la serie, pasando por la eficaz e impecable labor de dirección, montaje y dirección artística, y acabando por un reparto coral y solvente que, sencillamente, se limita a bordar unas interpretaciones que sirven para dar voz, cuerpo y verdad a unos personajes quizás no muy complejos pero sí lo suficientemente creíbles y distintos como para conectar afectivamente con espectadores de todo tipo. Un trabajo, como decía, fenomenal pues sin él sería impensable el fenómeno en que se ha convertido "El Ministerio del Tiempo".

Un fenómeno en el que, por cierto, tiene buena parte de responsabilidad la inteligente, intensa y cómplice utilización de la parte online por los responsables de la serie, especialmente lo que a redes sociales se refiere; una "explotación 3.0" gracias a la cual no sólo se han conseguido trending topics que antaño serían inverosímiles sino que además salgan a la luz la pasión, el talento y la curiosidad de los millones de fans de la serie, esos que han conseguido que "El Ministerio del Tiempo" llegue a buen puerto, que obtenga una segunda temporada y que, por encima de porcentajes y audiencias, sea, sin duda alguna, la serie del año.

Así las cosas, ahora sólo puedo decir que echaré de menos no ver cada semana las aventuras de Amelia, Julián, Alonso y compañía. Que echaré de menos esas tramas que no sólo hacen reír sino
también recordar y aprender. Que echaré de menos esas escenas en las que la cultura académica se fusiona magistralmente con la cultura pop(ular). Que echaré de menos la envidiable habilidad de sus guionistas para incluir el chascarrillo o la crítica cómplice sin que chirríe. Que echaré de menos esas geniales frases de guión capaces de justificar todo un visionado. Que echaré de menos esa serie que parece un "all star" de los actores españoles de televisión. Que echaré de menos a Garrido, Sancho, Fresneda, Blanch, Gea, Guillén, Piñón, Millán y demás haciendo disfrutar al espectador con el difícil arte de ser otro. Que echaré de menos esa ficción que me ha enganchado como sólo lo habían conseguido las mejores producciones extranjeras. Que echaré de menos a esa serie postmoderna, intergeneracional y brillante que es "El Ministerio del Tiempo"...hasta que estrenen la nueva temporada, porque, al fin y al cabo, si no la echara de menos, no sería lo que soy: un ministérico.

domingo, 12 de abril de 2015

La reunión

Anda todo el mundo batiendo palmas, derramando babas y eyaculando champán a cuenta de la reunión entre un presidente democrático y un dictador en funciones. Anda todo el mundo poniéndose estupendo, rimbombante y trascendente por el careo entre Barack Obama y Raúl Castro en la Cumbre de Panamá. Anda todo el mundo balaceándose como Heidi entre lo "histórico", lo "nuevo" y los "pelillos a la mar" al descubrir que cierta guerra efectivamente es fría nivel cadáver. Así anda todo el mundo...excepto quien esto escribe.

Con ánimo de ser claro y no alargarme demasiado, argumentaré mi apatía por lo sucedido en los siguientes párrafos:
  • Lo verdaderamente histórico para el mundo hoy sería que Rusia aceptara su derrota de una puñetera vez; que Corea del Norte dejara de ser una amenaza kitsch; que en Cuba hubiera democracia; que Venezuela no fuera una república chandalera donde se jubilan terroristas; que Argentina no pareciera una scort en horas bajas; que México saltara a las noticias por algo que no fuera narcotráfico o corrupción; que Israel fuera sinónimo de "paz" y no de "terrorismo de Estado"; que España dejara de ser el coño de la Bernarda; que Italia encerrara de por vida a Berlusconi; que el Papa colgara el cartel de cerrado; que el Estado Islámico fuera masacrado; que en Sudamérica dejara de haber trabajo infantil...eso sí que sería histórico y no que dos tipos a los que políticamente les quedan dos telediarios se junten un ratito para constatar a pánfilos de todo el mundo que la Guerra Fría ya ha terminado. Algo que ya sabía desde hace lustros todo el planeta, excepto Rusia, Corea del Norte y Willy Toledo, que ellos siguen a lo suyo. Por eso, calificar de "histórico" lo que no es más que "anecdótico" es simplemente ridículo.
  • El presidente Obama, en lugar de estas soplapolleces diplomáticas, debería preocuparse por pasar a la Historia como el hombre que lideró el exterminio del yihadismo en general y del Estado Islámico en particular (del que tanta responsabilidad y culpa tiene su país); o como el estadista que consiguió que 200 niñas volvieran con sus familias en Nigeria; o como el primer mandatario estadounidense que tuvo pelotas para poner a Israel en su sitio; o como el dirigente que logró abanderar la lucha efectiva contra el cambio climático; o como el presidente bajo cuyo mandato la "caza al negro" dejó de ser un deporte policial estadounidense. Son sólo algunas ideas. De lo contrario, lo único que le podría salvar de ser recordado como una majestuosa decepción es haber enviado a Bin Laden con las huríes.
  • Sinceramente, creo que el mundo en general y América en particular no están ni para obviedades ni para brindis al sol. Las emergencias y las urgencias están claras...siempre y cuando no se esté mirando a otro lado.
Dicho esto, lo que sí resulta positivo del paripé EEUU-Cuba es constatar que las ideologías (políticas) ya no sirven para llegar a fin de mes. Y, en algunos países, ni para llegar al día siguiente. Así que, visto lo visto, más ética y menos pancarta.

miércoles, 1 de abril de 2015

Del Bosque como metáfora

Anoche volvió a quedar claro (y van...) que Vicente del Bosque no es un buen seleccionador, al menos en lo referente a la selección española de fútbol. Y no lo es simple y llanamente porque no es buen entrenador, al menos en lo que respecta a dicho deporte. Quiero dejar la puerta abierta a la esperanza y creer que quizás este individuo orondo, lisiado y tristón encierra un buen seleccionador de trufas o un extraordinario entrenador de orugas procesionarias. Pero "fútbol" y "Del Bosque" guardan entre sí la misma relación que "belleza" y "Leticia Sabater" o "educación" y "Belén Esteban". Con esto no estoy queriendo decir, ni mucho menos, que Vicente del Bosque sea un completo inútil porque, haciendo bueno el dicho, sí es un estupendo mal ejemplo. Y de eso trata este artículo: de lo que Vicente del Bosque tiene de ejemplo, de metáfora, de trasunto, de correlato objetivo o de como lo quieras llamar. Porque, para mí, Del Bosque es...

...el Mariano Rajoy del fútbol patrio: un individuo que al nacer debió perder junto a la placenta el atractivo físico, la sinapsis y la capacidad de autocrítica. Una persona que eligió un mal día para meterse en faena. Un hombre que en situaciones de crisis es incapaz de tomar una sola buena decisión. Un mandamás que mandar,
lo que se dice mandar, manda poco y mal. Un tipo que sabe poner excusas pero no pedirlas. Un gestor que a los jóvenes con mejor formación y talento en muchas generaciones las únicas alternativas que les ofrece son la puerta de salida o la mediocridad. Un ser que proyectaría el No-Do e intentaría convencer al personal de que aquello es Blade Runner. Un paisano cuyas declaraciones hacen sospechar que debe estar censado en Marte. Un representante de cómo en este país el peor de los tarugos puede llegar a lo más alto. Un tío cuyos logros han contribuido a consolidar en España el estado de frustración. Un error en sí mismo considerado. Alguien, en definitiva, que mejor habría hecho no saliendo jamás de su casa o, en su defecto, dedicándose a otra que no fuera a lo que se dedica.

...el José Luis Moreno del mundo FIFA: una persona capaz de coger la Roja y convertirla en una alfombra lista para ser pisoteada o, directamente, masacrada. Un hombre para el que cualquier tiempo pasado fue mejor. Un hacedor de esperpentos que invitan a "hacerse un Edipo" y arrancarse los ojos con tal de no sufrir
más. Un individuo al que ya no le funcionan sus sketches. Un espabilado al que ya no le salva esconderse detrás de unos muñecos que hoy no causan otra cosa que no sea pena o irritación. Un trabajador que mientras haya alguien dispuesto a pagarle siempre tendrá a bien torturar al personal con la brillantez de su desempeño. Un tipo que está descubriendo la diferencia de matiz entre "reírse con" y "reírse de"...o quizás la está enseñando al resto del país. Un personaje soberbio e impermeable a las críticas vengan de donde vengan. Un ser desconectado del espacio, del tiempo y del sentido común. Un reincidente en el bochorno. Una puerta al Tártaro. Alguien, en definitiva, que lo mejor que puede hacer es dejar de ser el abajo firmante de cosas que, vistas en televisión, avergüenzan a todo un país.

En resumen: Vicente del Bosque no es un buen entrenador de fútbol ni, por tanto, un idóneo seleccionador pero sí es una magistral metáfora de la mediocridad, de lo caduco, de lo erróneo, de lo irresoluble, de lo deprimente, de lo inaguantable, de lo indefendible, de la falta de genio, de la inoperancia, de la negligencia, de la carencia de vergüenza. Es un correlato deportivo de la política de Rajoy y de la televisión de Moreno. Para eso sí vale Del Bosque, para reflejar lo que es esta España actual...tan necesitada de cambio.