martes, 8 de enero de 2013

Zero Dark Thirty: Oscuras victorias

Por fin he visto una de las películas más esperadas de la temporada: Zero Dark Thirty, la polémica, tensísima, minuciosa y apabullante adaptación al cine de la caza (en todos los sentidos) del mayor hijo de puta de nuestro tiempo: Osama Bin Laden (de cuya muerte ya hablé en otro artículo en su día).

La película, dirigida por la oscarizada Kathryn Bigelow, fusiona varios géneros (drama, acción, bélico, thriller, espionaje y documental) para contar con todo lujo de detalles, una honradez muy valiente y un pulso acojonante cómo la búsqueda de un paria de Al Qaeda desembocó en una de las operaciones militares más secretas e importantes de toda la historia: la que acabó con el líder terrorista sirviendo de alimento para peces. Así, las dos horas y media que dura Zero Dark Thirty se pasan casi volando por el interés de lo que cuenta, por la intensidad con que se cuenta y por esa curiosa estructura fragmentada en pequeños capítulos o bloques que concede algunos segundos de respiro al espectador en un metraje en el que la tensión avanza implacable en creciente espiral hasta el clímax final. Un clímax de especial interés ya que muestra con gran verosimilitud (en líneas generales) lo que sólo muy pocos vieron y todo el mundo se imaginó: cómo se mató a Bin Laden.

Dejando a un lado el innegable valor que Zero Dark Thirty tiene como obra de ¿ficción? y como producción de cine (encontrarle algún "pero" es ponerse demasiado estupendo), para mí esta película es pura dinamita por la honradez y crudeza con la que cuenta las cosas, para bien y para mal, levante o no ampollas (como ya está ocurriendo, por cierto). Es una película seria, madura, equilibrada y honesta. Huye tanto del patriotismo como del patrioterismo, huye de un planteamiento maniqueo para reflejar un mundo donde todos los personajes se mueven en claroscuros, huye de distraerse con los fuegos artificiales para explorar las laberínticas cloacas del poder, huye del efectismo para centrarse en el drama íntimo (especialmente remarcado en el final de la cinta que nos evoca al de En tierra hostil)...en definitiva, huye de lo fácil para contar una historia con la precisión de un cirujano y la sensibilidad de un artista. Por citar dos momentos auténticamente ejemplares del talento de la directora: el inicio, con pantalla en negro, en el que el horror nos pone de pelos de punta con diversas llamadas procedentes del trágico 11-S, y el desenlace, donde el audio se pierde para dejar que hablen sólo las imágenes reflejando la soledad y el horror interior de la protagonista.

Además de todo lo dicho, Zero Dark Thirty es interesante y singular por contar una historia ya de fama universal(la caza de Bin Laden) a través de pequeñas historias íntimas y casi anónimas (especialmente la de Maya, magistralmente interpretada por Jessica Chastain). Y es una película necesaria por lo que se te queda retumbando en la cabeza una vez terminas de verla: Zero Dark Thirty, es una película que cuenta oscuras victorias: la de una mujer en un mundo de hombres, la de una verdad en un mundo de secretos, la de la constancia en un mundo de urgencias, la de la convicción en un mundo de incertidumbres, la de la venganza en un mundo donde la justicia pierde todas las batallas, la de los hechos en un mundo donde las palabras son añicos, la de personas incompletas en un mundo de ausencias y vacíos, la del fin sobre los medios, la del horror sobre el terror. Victorias que representan el mundo en que vivimos y que, nos guste o no, son necesarias. Como películas como Zero Dark Thirty, que, en el fondo, de lo que de verdad habla, no es de la caza de Bin Laden sino de algo mucho más profundo, íntimo e incómodo.