Decía Mark Twain que la raza humana tiene un arma verdaderamente eficaz: la risa. Y es cierto. Un arma especialmente útil en los tiempos que vivimos, días de caras grises y sueños remendados. En una época como ésta, en la que la esperanza ha hecho las maletas, la felicidad se ha quedado en saldo negativo y al optimismo le dan de hostias todos los días, lo único que nos queda es el humor.
Porque si la dificultad de hacer reír es algo que siempre se ha dicho, hacerlo en una crisis como ésta, es algo propio de héroes. De héroes del ingenio, del talento. Héroes por accidente tal vez, pero héroes. Personas sin más pretensiones que las de ser ellos mismos y hacer lo que les gusta. Y trabajar duramente para lograr ambas cosas. Gente como Joaquín Reyes e Impromadrid teatro.
Y esto no es hablar por hablar ni halagar gratuitamente. Cualquiera que haya seguido la trayectoria televisiva de Reyes o la escénica de Impromadrid lo saben. Igual que lo saben quienes, como yo, asistieron por el coloquio que mantuvieron el pasado martes (una fecha mítica para el humor español) en el Espacio Fundación Telefónica.
Para mí lo de menos fueron las risas y carcajadas que nos provocaron, fusionando sus dos particularísimas formas de entender y hacer el humor. Porque, para mí, lo mejor de todo, fue pasar un buen rato disfrutando con las opiniones, las ideas y los testimonios de personas como ellos. Jóvenes que, pese a su edad, tienen la experiencia suficiente para poder aprender de ellos, tanto si te interesa la comedia como si no. Al fin y al cabo, son chavales que tuvieron los cojones necesarios y la mínima suerte para poder dedicarse a lo que les gusta y vivir de ello. Y eso, con la que está cayendo, es algo digno de admirar y, si eres afortunado (por talento u oportunidad), de imitar.
Como principales lecciones del coloquio, me quedo con dos. Una: de nada sirve tener talento, ingenio o gracia si no lo trabajas y sacas a la luz con horas y horas de trabajo y esfuerzo, porque todo, hasta lo que parece "improvisado", requiere mucho trabajo. Y dos: el humor no consiste en salir ante un público y hacer el tonto o el gilipollas o lo que tú crees que va a hacer gracia, sino en trabajar una habilidad respetando la inteligencia del espectador, estando dispuesto a hacer sacrificios, a echarle narices y a aprender de los fracasos y las críticas.
Y es que, en ocasiones, se aprende más y mejor del bufón que del rey.
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