Hay cosas que, por mucho que quieras, reces o te esfuerces, no van a cambiar: España seguirá secuestrada por políticos y banqueros. Los sindicatos seguirán prostituyendo la decencia. La cultura seguirá siendo trada como una ex. La Justicia española seguirá funcionando como una sucursal de la ONCE. Telecinco seguirá produciendo y emitiendo telebasura. El Atlético de Madrid seguirá dirigido por dos cretinos. La retransmisiones de Fórmula 1 seguirán siendo anuncios entre los cuales se emite una carrera. Y Fernando Alonso seguirá sin suerte y con una castaña de coche.
La realidad es simple. Siempre lo es, por mucho que nos guste imaginar que no, para justificar que no la entendamos en ocasiones. En el caso que nos ocupa, la realidad es tan simple que bordea la obviedad: en una competición como la Fórmula 1, el campeón suele ser el que tiene la mejor máquina y el mejor talento al volante. Y, en caso de no ser así, el mejor coche gana al mejor piloto. Red Bull gana a Ferrari. Vettel gana a Alonso. Y punto. Ni milagros ni echarle huevos ni leches. Cualquier cosa que no sea reconocer eso es perder el tiempo y la razón.
Podría extenderme mucho más, pero sería una estupidez: Fernando Alonso es un piloto magistral que no ha tenido suerte desde que abandonó Renault. Ferrari es un equipo que lleva años dormido en los laureles. Y Antonio Lobato está enamorado de Fernando Alonso. Y sanseacabó.
A ver si en 2013 la realidad da la razón a Alonso y a quienes nos jode reconocer que las máquinas no entienden de épica, méritos, talento ni sentimientos. Ojalá que el año que viene la distancia entre la realidad y el deseo no sean tres puntos.
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