Gracias a momentos como éste, puedo imaginar cómo se sintieron las personas que vieron el alunizaje del hombre en la Luna. Antaño el televisor y la radio, hoy Internet. Distintas generaciones, mismas sensaciones. Hoy como entonces, un sueño se transformado en hito y récord, en instante inolvidable, en imagen para la que no hay palabras, en un aliento entrecortado lleno de leyenda.
Gracias a momentos como éste, todos sabemos que el límite del ser humano está donde él quiera fijarlo.
Gracias a momentos como éste, el mito de Ícaro se vuelve la verborrea de algún aguafiestas.
Gracias a momentos como éste, toda la Humanidad tiene un nuevo nombre que recordar.
Gracias a momentos como éste, el ser humano se redescubre a sí mismo.
Gracias a momentos como éste, el asombro, la emoción y el orgullo eliminan cualquier diferencia.
Gracias a momentos como éste, la voluntad convierte a la ciencia y la técnica en caminos para la magia.
Gracias a momentos como éste, el mundo es un poco más humano y menos imposible.
Por eso, por todo eso que soy capaz de escribir y por lo que no, muchas, muchísimas gracias a Felix Baumgarnter.
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