domingo, 15 de febrero de 2009

Cerca del Cielo

Me gustaría que fuera mentira. Me gustaría mucho. Un error, un equívoco, un mal sueño. Eso es lo que debería de ser y nada más. Me gustaría no tener que escribirte estas líneas. Me gustaría mucho recordar el sábado 14 de febrero de 2009 por otros motivos.

Vital, optimista, altruista, generoso, cariñoso, divertido, bondadoso, deportista, agradable, educado, tierno, espontáneo, participativo, humilde, entusiasta, apasionado, sano, tenaz...tenías todas las virtudes necesarias para ser un magnífico compañero, un buen trabajador, un gran deportista, un excepcional hijo y hermano, un inolvidable amigo y una extraordinaria persona. Y eso, por suerte, lo tenía todo el mundo claro ya desde el colegio.

Sería un mentiroso si dijera que en estos últimos años habíamos mantenido el contacto de otrora. No, no es así. Ambos sabemos el porqué. Lo que quizás no supieras es que, en todo este tiempo, no he olvidado a la persona junto a la cual empecé a aprender la verdadera dimensión de la palabra "Amistad", a ese peculiar y entrañable chico que me brindó muchos de los mejores recuerdos de mi adolescencia, al nombre que por encima de las alegrías o los enfados, la cercanía o el distanciamiento, siempre estuvo y estará presente en mi cabeza y mi corazón como uno de los mejores amigos que he tenido. Pocas, muy pocas personas pueden conseguir que todo el mundo que las recuerde lo haga con una sonrisa en los labios; claro que hablarte de cosas difíciles o imposibles siempre fue algo ridículo porque para ti, que tenías una tenacidad sólo igualable a tu idealismo, superar cualquier reto era sólo cuestión de tiempo. Sí, hay que reconocer que eras bastante cabezota para cumplir tus sueños. Y creo que, poner de acuerdo a tanta gente para recordarte con tanto cariño, es la última meta que has cruzado, campeón.

Has vivido intensamente, te has sentido vivo y has hecho sentirse vivos a todos tus seres queridos; has sido una llamarada de vida que el viento ha apagado antes de tiempo. Recordar a gente como tú es repasar lecciones de humanidad y comprender un poco mejor en qué consiste esto de vivir. Tu vida ha sido el mejor regalo que nos podías hacer y, como siempre, lo hiciste sin intereses ni dobleces, directamente desde el corazón. Creo que te has pasado de generoso porque has tenido un corazón demasiado grande y una vida demasiado corta.

Siempre he pensado que tú no eras de este mundo. Quizás fueras un ángel. Quizás por eso has muerto tan cerca del Cielo. Descansa en paz, José, descansa...¡Ah! Y una cosa más: Gracias, muchas, muchísimas gracias, por todo.

En memoria de José Arcones Hermida (1980-2009)

domingo, 8 de febrero de 2009

El cine es arte. Para muestra...un Button

Anoche fui al cine, pero no vi una película. Vi una obra de arte. Vi "El curioso caso de Benjamin Button". Brillante y conmovedora en el fondo, impecable y prodigiosa en las formas, el film que disfruté durante más de dos horas es un ejemplo del motivo por el que el Cine, con mayúsculas, no debe sonrojarse cuando se le considera el séptimo arte. Sublimando el relato corto del gran Scott Fitzgerald en el que está basada, la increíble y enternecedora peripecia vital que David Fincher plasma con una maestría muy difícilmente repetible es una película que, más que resumirse, merece la pena ver, sentir, degustar, recordar. Y, por lo general, cuando alguien alumbra una película así, lo normal es que le lluevan merecidamente galardones y nominaciones a premios. Ahí están las trece candidaturas con las que la han condecorado de cara a la próxima gala de los Óscar. Quizás por los mismos motivos por los cuales la sala donde anoche vi la película estalló en aplausos al terminar la proyección.

De modo vulgar, podría decirse que esta maravillosa película cuenta la historia de un adorable hombre desde que nace con todos los achaques externos de un vetusto anciano hasta que...va madurando en juventud. Y hasta ahí resumiré. Pero es que, gracias a esa magia que sólo el buen cine tiene, "El curioso caso de Benjamin Button" es más, muchísimo más que eso. Es un apasionante y apasionado viaje de la vida a la muerte y todas las miles de sensaciones y sentimientos que hay en medio, una deliciosa historia con regusto a mágico cuento, una memorable moraleja sobre vivir y la Vida, un conmovedor vaivén entre la risa y la lágrima, entre las imágenes que quedarán para siempre y la frase que resuena en tu conciencia en el eco de muchos años. Todo eso y mucho más es este espléndido film.
Y entre el "mucho más" hay que destacar el magnífico maquillaje, los prodigiosos y sutiles efectos especiales, la agradable banda sonora, la acertada dirección artística y el parejo diseño de vestuario, el estupendo guión de Eric Roth...y la actuación inmejorable (y casi me atrevería a decir que inigualable) de un magnífico reparto coronado por un convincente Brad Pitt y una soberbia Cate Blanchett. Todo esto, junto, en una misma película, es arte. Ni más, ni menos.

La vida de Benjamin Button, paralela al devenir de los Estados Unidos, es una odisea de descubrimiento de todas aquellas cosas que hacen que vivir merezca la pena y, como buena odisea, está trufada de peculiares y geniales personajes más o menos fugaces que sumados a la tiernamente estrafalaria idiosincrasia de Benjamin dotan al conjunto de un halo mítico y mágico que habla directamente al corazón del ser humano. Ciertamente, cualquiera que sea seguidor o fan del genio Tim Burton, como es mi caso, podrá ver en esta película algunas similitudes con las señas timburtonianas: una atmósfera verosímilmente fantástica, unos personajes tan sencillos y estrambóticos como inolvidables, regusto a cuento con una moraleja para todas las edades, un imaginario visual apabullante...Pero, no nos engañemos: Lo que ha hecho David Fincher, maestro a partir de ahora, es algo tan maravillosamente único que casi es difícil que se repita.

Acabo ya el artículo, porque prefiero que, en vez de seguir leyendo, quien haya llegado hasta aquí vaya camino de la sala más próxima donde proyecten "El Curioso Caso de Benjamin Button", esa maravillosa anomalía que no es otra cosa que magia y arte. Lego dos frases del film, para que, quien quiera, las piense antes, durante y después de esta preicosa película: "Nunca es demasiado tarde o pronto para ser quien queremos ser", "La vida no se mide en minutos, se mide en momentos".

viernes, 6 de febrero de 2009

De otra crisis: el Periodismo

Vivimos unos tiempos en los que convergen tantas y tan dispares crisis, que la novedad es que algo o alguien no esté en situación crítica. Mas, dejando a un lado el descalabro económico, el hundimiento político, la babilónica orgía laboral, la extinción de valores y la agonía cultural, hoy me gustaría volver la vista, la diana, la mano y la sinceridad a la estación que transita una profesión que estudié con decisión y vocación, que muchos hicieron grande y pocos honran; la única quizás que tiene en su esencia un compromiso ético de incontestable magnitud como es el de la búsqueda de la verdad. Me estoy refiriendo a una profesión que amo, lloro, añoro y respeto de forma nada velada: el Periodismo.

Hay quien dice que la profesión periodística está en crisis...y tiene razón. Pero, a mi juicio, muchos se equivocan a la hora de elegir la llaga en la que poner el dedo. Por todo ello y para evitar (aunque sé que no lo lograré) que mi pasión me lleve a escribir un alud de párrafos, intentaré sintetizar mi opinión en varios puntos:
  • Internet: ¿El origen de todos los males? Achacar a la Red de Redes la culpa de la crisis de la profesión no deja de ser un ejercicio de necia demagogia, furibunda cobardía, rauda estulticia y flagrante irresponsabilidad. Tiempo ha hubo agoreros y memos que vieron en la imprenta el final de los manuscritos, en la radio el ocaso de las gacetas, en la televisión el crepúsculo de la radio o en el vídeo el apocalipsis de las salas de cine y ninguno de esos cataclismos se ha cumplido. ¿Por qué? Porque un medio o soporte de comunicación, sea cual sea, podrá ser predilecto pero nunca sustitutivo de otro, antes bien, le completará de una forma en la que todo el mundo salga ganando. ¿Entonces qué ocurre con Internet? Que es la primera plataforma de comunicación que a las virtudes de los medios de comunicación tradicionales (inmediatez, contenido visual y sonoro, argumentos detallados) suma otra única e inalcanzable: la de tener una audiencia potencialmente planetaria que puede acceder, participar y generar los contenidos en cualquier momento y lugar. Por ello, la batalla de los medios tradicionales (y los profesionales que en ellos trabajan) "contra" Internet es una pugna perdida de antemano porque es un absurdo ver un enemigo donde hay un trampolín para poder hacer más, mejor y llegar a más gente. Entender la relación del periodismo tradicional con Internet como la de un visceral dialéctica es igual de irrisorio que atacar molinos de viento creyendo que son violentos gigantes. Es cierto que Internet requiere una forma nueva de redactar y estructurar la información y de trabajar, pero de la misma manera que el desempeño periodístico en la radio es diferente al de la televisión y el de ambos a su vez difiere de la práctica diaria en los periódicos y revistas. ¿Entonces? ¿Cuál es el problema? Que Internet ha supuesto un cambio que muchos periodistas y propietarios de medios no han querido ver, un reto que no han querido asumir y una oportunidad que prefieren perder. En Internet caben todo y todos, otra cosa es que haya quien por miedo, vagancia o mediocridad prefiera quedarse fuera.
  • El mango de la sartén: Por lo dicho en el anterior punto, a nadie se le escapa que Internet se ha convertido en una gigantesca cornucopia donde (casi) todo se puede encontrar en cualquier momento y lugar. De ahí que el mango de la sartén del acceso a la información haya pasado de los propietarios de los medios de comunicación al público, especialmente, los internautas. Hemos pasado del "ellos eligen por mí" al "yo elijo por mí mismo". Hoy, gracias a Internet, los portales especializados y los confidenciales, los blogs, las Redes Sociales y fenómenos como Twitter, ya no tenemos que depender de que alguien (me refiero a algún medio de comunicación) se digne o no (por interés) a decir algo o a poner el punto de mira en algo. Hoy, quien quiera y tenga un mínimo criterio (=sensatez) sabe "perfectamente" autoconsumir información de calidad sobre aquello que más le interese o inquiete...lo cual deja a los MC sin una de las principales bazas: Antes, lo que no salía en un periódico, radio o televisión, sencillamente, no "existía". Ahora, en los tiempos en los que Internet es una especie de descomunal cajón de sastre o cueva de las maravillas, da igual lo que digan los "medios de siempre", porque la Red se ha convertido en el principal self-service de la gente para muchas cosas, entre otras, la información. Por tanto, actualmente, los periodistas y los medios de comunicación ha perdido el poder de investir las noticias, porque impera la máxima de "Si tú no lo cuentas, otro lo contará". La cuestión, en definitiva, ya no es contarlo antes que la competencia, ni siquiera si contarlo o no, sino contarlo mejor y de una forma accesible (en toda la extensión de su significado). El periodista ya no puede ni debe conformarse con decidir qué es o no noticia, sino demostrar con calidad y honestidad por qué algo es noticiable.
  • Una brújula entre sargazos: Uno de los peligros derivados de la virtud de que en Internet haya espacio para todo es que la desinformación, la infoxicación, los bulos y las mentiras más arriesgadas tienen un foro atestado de demasiadas víctimas potenciales. Si a eso le unimos el sesgo empresarial y político que gangrena la deseable ética y praxis periodística en periódicos, radios y televisiones, estamos más cerca de ser engañados o de conocer verdades a medias que de estar bien (en lo ético y cualitativo) informados. Es necesario, por tanto, saber discernir y ejercer un sensato escrutinio ante la miríada de informaciones a las que tenemos acceso. Un problema que se solucionaría si los propietarios de medios dejaran de actuar moviéndose por criterios empresariales y filias y fobias políticas y si los periodistas que para ellos trabajan actuaran con arreglo a la sublimada y hoy casi extinta deontología periodística. Mas, como esa solución es harto improbable ("No interesa ser responsable"), sólo queda el remedio de formarnos lo mejor posible con la vocación de no querer ser parte de un rebaño ni gregario de ideas ajenas. Debemos poner todo en duda y reunir tantos argumentos a favor o en contra de algo para, entonces, decidir qué postura tomar. Todo lo demás será querer navegar a oscuras y sin brújula en un mar de sargazos.
  • La verdad no es un negocio: William Randolph Hearst es el polvo del que vienen estos lodos. No, no es Satán encarnado ni Loki hecho magnate, pero el inspirador de la soberbia Ciudadano Kane inoculó el virus que hoy es ley: El periodismo es un negocio como otro cualquiera. Y ése, mucho más que la irrupción de Internet, es uno de los grandes (y graves) problemas de la profesión hoy en día. Un compromiso ineludible con la ciudadanía no puede ser entendido en términos de beneficios o pérdidas. La honestidad nunca jamás puede contabilizare en euros o cualquier otra divisa. La ética periodística no es una cláusula opcional en un contrato. En resumen: La verdad no es un negocio. Es una obligación del periodista.
  • ¿Quién vigila al vigilante? Inicialmente, la Prensa y, por extensión, todos los medios de información que han aparecido a su larga sombra, estaba considerada el Cuarto Poder ("The Fourth Estate"), un poder al servicio de los ciudadanos y encargado de velar por el buen funcionamiento de los otros tres (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y denunciar aquello que lo entorpeciera o pervirtiera. Un planteamiento idóneo, ideal e iluso, pero imprescindible. El problema es que con el devenir de los siglos, el Cuarto Poder ha perdido distancia, ganado arrogancia y olvidado su labor de crítico y celoso vigilante para ser juez y parte, para ser un jugador más de ese avieso y penumbroso juego de influencias y prebendas que conforma el contubernio de los tres poderes de Montesquieu. Hoy, en el Periodismo, en líneas generales, el interés es sesgo y se trabaja desde la bilis. Hemos pasado del periodista ombudsman, látigo beligerante de conciencias y problemas, al periodista trabajando para látigos ajenos. Y así hemos llegado a una situación en la que la credibilidad periodística ha tocado fondo: Entre todos la mataron y ella sola se murió. ¿Quién dice la verdad? ¿Quién la traviste? ¿Quién la cercena? ¿Quién la esconde? ¿Quién hace todo ello a la vez? ¿A quién hay que creer? ¿Quién, en definitiva, vigila al vigilante?
  • Ahórrate esa biblia: La opinión mesurada y el análisis detallado eran una de las tablas de salvación a las que se aferraban (o se aferran) muchos propietarios de medios y periodistas cuando el Periodismo entró en su enésima crisis (poco antes del boom de Internet y los diarios gratuitos). El buen seso y fácil verbo de los articulistas y expertos de cada medio se convertía en un factor diferencial y reclamo genuino para atraer o fidelizar lectores, radioyentes, espectadores...Y eso estaría muy bien si alguien creyera que los intereses empresariales (entendidos como síntesis de chalaneos económico-políticos) y las filias y fobias ideológicas, tal y como glosaba en el punto anterior, no han triturado el crédito de los periodistas y los medios de comunicación. Por decirlo claro: hoy, más que nunca, el público se divide entre una inmensa minoría, como diría el poeta, periodísticamente atea y anhelante de verdad y el rebaño gregario y necio que se mueve a izquierda o derecha según ladre el perro-pastor. Cuando la opinión o el análisis se hacen desde la militancia y no desde la honestidad, muchos pierden y pocos ganan. Lo que es seguro es que los periodistas que ejercen de articulistas, tertulianos o voceros están convirtiéndose en vendedores de unas biblias en las que nadie con un mínimo de entendimiento debería ya creer.
  • La catástrofe ísmica: De ciertos "ismos", no se salva ninguna profesión, pero si hay una en la que sus perniciosos efectos son más flagrantes y nefandos, ésa es la periodística. ¿A qué "ismos" me refiero? A los siguientes: enchufismo, nepotismo, amiguismo, arribismo e intrusismo. "Ismos" que dan matarile a la sana competencia, pasan los méritos por la quilla y pueblan redacciones y sillones de rémoras, parásitos, jetas e inútiles. Yo, iluso defensor y creyente en el progreso mediante la formación, el talento, el mérito y el esfuerzo, sólo puedo ya glosar el obituario de estas caducas creencias, pero no por ello dejaré de criticar a quienes benefician y quienes se benefician quitando el suelo, la voz y la palabra a honrados profesionales sin más carta de recomendación que la de tener conciencia ni más mérito que el de haber estudiado Periodismo por vocación. Y es que, como en tantos otros ámbitos, las elecciones digitales (a dedo) y/o las genitales (a pelo) sólo han beneficiado a dos personas: quien elige y quien es elegido.
  • Made in Spain: Al menos en España, al descrédito y manipulación que sufren y ejercen los medios de comunicación, hay que añadir otro problema igualmente grave: estamos en una sociedad idiotizada, presa de sesgos y prejuicios, perdida en mil y una estupideces, y que aún anda enmarañada en guerras perdidas, batallas ganadas y revanchas por cobrar. Y así, por muy buen periodismo que se hiciera, no se puede ir a ningún lado, porque a "nadie" le interesa la Verdad, sólo que le digan lo que sus vísceras quieren oír, su prejuicios ver y sus egos están dispuestos a leer y, si no es mucho pedir, que en lugar de hacerles pensar, les hagan pasar el rato sin complicaciones ni reflexiones. Un país en el que cualquier juntaletras con enchufe, esperpento de reality show, golfa de expediente vaginal o manflorita de saliva letal se revela de facto como líder de opinión para una pléyade de gilipuertas. Un país en el que el circo, el jaleo y el esperpento tienen salvoconducto y patente de corso para marginar lo realmente importante. Ej: "Gran Hermano" se emite a las diez de la noche y hasta la una de la mañana; un valiosísimo e interesantísimo reportaje como el de Jon Sistiaga en Cuatro sobre la situación en Gaza, al filo de la medianoche. Y así vamos...en una sociedad de forofos y "mono videns".
  • Reinventarse es reencontrarse. Sin información, sin crédito, sin espíritu, sin ética...¿Qué solución hay? Reinventarse. ¿Reinventarse? Sí. ¿Y qué es eso? Ni más ni menos que reencontrarse con las raíces que antaño hicieron grande a esta magnífica profesión. Algo que no es nada descabellado, teniendo presente el silencioso pero abrumador éxito de algunos fenómenos muy reveladores: Qué triunfan: los blogs (= sinceridad + especialización), el periodismo ciudadano (= yo cuento lo que veo tal y como lo veo. Ej: Ciudadano M, de elmundo.es), y el reporterismo callejero (= ir a la esencia de las preocupaciones y circunstancias inmediatas sin más ánimo que el de reflejar con la contundencia de un espejo la realidad diaria. Ej: "Callejeros" de Cuatro, "Mi cámara y yo", "España Directo", "Madrid Directo", etc.). Es decir, recuperar el espíritu de los primeros periodistas y cronistas: Cuenta lo que ves tal como lo ves, no como te gustaría que lo vieran otros; volver a hacer de la honestidad y la sensatez dos méritos y no dos trabas; llenar las paredes de todas las redacciones del mundo con la palabra: "Integridad". Y, a todo ello, añadirle la convicción de que hoy lo que hay que hacer es no contar de todo un poco sino de un poco contarlo todo muy bien.
Y si todo eso falla...¿qué nos queda? Pues, al menos, ser sinceros con nosotros mismos y con quienes queremos y rezar para que los periodistas de raza y vocación (y no los de "profesión"...) no sigan en extinción.

Dedicado a Elvira, Javi, Matías, Irache, Myriam, José y todas aquellas personas que se niegan a sojuzgar los grandes periodistas que llevan dentro.

martes, 3 de febrero de 2009

La gracia del Monzón

Una cuestionable estratagema para aumentar la audiencia, una artera maniobra para atacar (no sin motivos, ojo) a la competencia ante miles de espectadores, una broma de escasa gracia y menos gusto. Como ven, se puede considerar desde varias ópticas el vídeo montado por el Gran Wyoming para reflotar un programa que naufraga, televisiva, intelectual y humorísticamente en cada emisión. No obstante, he de reconocer que el título de ese pretencioso subproducto está muy bien elegido: "El intermedio", momento en el que la mayoría de los mortales prefiere ir al servicio, hacer zapping, disipar su atención, porque todo eso se merece la estupidez realizada "ad maiorem Wyoming gloriam" y albergada en esa cadena que gracias a una nómina integrada por ex payasos y progres de baratillo consigue con notable esfuerzo que tres de cada cuatro programas sean una auténtica majadería.

Mas volviendo a la "broma" del Wyoming, creo que utilizar como objeto de escarnio y guasa una situación real, vergonzosa y alienante como la precariedad laboral y el régimen semiesclavista que sufren miles de jóvenes becarios (especialmente en medios de comunicación) no hace sino poner en evidencia el escaso ingenio, la discutible sensibilidad y la nula vergüenza de quien lo hace. Poco queda del incisivo, brillante y mordaz presentador del primer "Caiga Quien Caiga" telecinquero. El Wyoming de ahora es un divo sin gracia y con clac que está dispuesto a hacer lo que sea por llamar la atención, como ha demostrado con el vídeo de marras. Pero, tú tranquilo, Wyoming, que soy buena gente y, ya que te veo falto de ideas para que alguien le haga puñetero caso a la bobada insulsa e insufrible que perpetras, te sugiero los siguientes temas para tus próximas gracias: las familias enteras en el paro, las mujeres maltratadas, los enfermos de cáncer, los ancianos con alzheimer, los niños malformados...Todos ellos muy graciosos, ¿verdad? Tanto como tu broma poniendo a parir ficticiamente a una becaria, estimado estúpido.

Pero, dejando aspectos "humorísticos" aparte, ¿es ingenioso denunciar una carencia del periodismo actual formando deliberadamente parte de ella? ¿es sensato engañar para criticar? ¿es coherente creerse más ético y respetable que alguien perpetrando una memez chusca y dolosa que, se pongan como se pongan, es una obscena falta de respeto y responsabilidad? La respuesta a todo es la misma: No. Un tío que no ha terminado licenciatura y que ha vivido toda su real vida de hacer el memo en el aire farandulero y catódico no está en condiciones de dar lecciones de nada y menos aún de mofarse de la situación que sufren miles de becarios que que quisieron estudiar y dedicarse a una de las profesiones más bonitas, honradas, loables y denigradas: el Periodismo.

Por eso, no merece la pena perder un minuto más con José Miguel Monzón, un fantoche que se cava su propia ruina profesional, si es que lo hace se puede considerar un trabajo serio. Tus gracias, Monzón, son sólo equiparables a las de un huracán, así que, haz un favor a todo el mundo que no sean tus gilipollescos acólitos, y ahórratelas para siempre.