Anoche fui al cine, pero no vi una película. Vi una obra de arte. Vi "El curioso caso de Benjamin Button". Brillante y conmovedora en el fondo, impecable y prodigiosa en las formas, el film que disfruté durante más de dos horas es un ejemplo del motivo por el que el Cine, con mayúsculas, no debe sonrojarse cuando se le considera el séptimo arte. Sublimando el relato corto del gran Scott Fitzgerald en el que está basada, la increíble y enternecedora peripecia vital que David Fincher plasma con una maestría muy difícilmente repetible es una película que, más que resumirse, merece la pena ver, sentir, degustar, recordar. Y, por lo general, cuando alguien alumbra una película así, lo normal es que le lluevan merecidamente galardones y nominaciones a premios. Ahí están las trece candidaturas con las que la han condecorado de cara a la próxima gala de los Óscar. Quizás por los mismos motivos por los cuales la sala donde anoche vi la película estalló en aplausos al terminar la proyección.
De modo vulgar, podría decirse que esta maravillosa película cuenta la historia de un adorable hombre desde que nace con todos los achaques externos de un vetusto anciano hasta que...va madurando en juventud. Y hasta ahí resumiré. Pero es que, gracias a esa magia que sólo el buen cine tiene, "El curioso caso de Benjamin Button" es más, muchísimo más que eso. Es un apasionante y apasionado viaje de la vida a la muerte y todas las miles de sensaciones y sentimientos que hay en medio, una deliciosa historia con regusto a mágico cuento, una memorable moraleja sobre vivir y la Vida, un conmovedor vaivén entre la risa y la lágrima, entre las imágenes que quedarán para siempre y la frase que resuena en tu conciencia en el eco de muchos años. Todo eso y mucho más es este espléndido film.
Y entre el "mucho más" hay que destacar el magnífico maquillaje, los prodigiosos y sutiles efectos especiales, la agradable banda sonora, la acertada dirección artística y el parejo diseño de vestuario, el estupendo guión de Eric Roth...y la actuación inmejorable (y casi me atrevería a decir que inigualable) de un magnífico reparto coronado por un convincente Brad Pitt y una soberbia Cate Blanchett. Todo esto, junto, en una misma película, es arte. Ni más, ni menos.
La vida de Benjamin Button, paralela al devenir de los Estados Unidos, es una odisea de descubrimiento de todas aquellas cosas que hacen que vivir merezca la pena y, como buena odisea, está trufada de peculiares y geniales personajes más o menos fugaces que sumados a la tiernamente estrafalaria idiosincrasia de Benjamin dotan al conjunto de un halo mítico y mágico que habla directamente al corazón del ser humano. Ciertamente, cualquiera que sea seguidor o fan del genio Tim Burton, como es mi caso, podrá ver en esta película algunas similitudes con las señas timburtonianas: una atmósfera verosímilmente fantástica, unos personajes tan sencillos y estrambóticos como inolvidables, regusto a cuento con una moraleja para todas las edades, un imaginario visual apabullante...Pero, no nos engañemos: Lo que ha hecho David Fincher, maestro a partir de ahora, es algo tan maravillosamente único que casi es difícil que se repita.
Acabo ya el artículo, porque prefiero que, en vez de seguir leyendo, quien haya llegado hasta aquí vaya camino de la sala más próxima donde proyecten "El Curioso Caso de Benjamin Button", esa maravillosa anomalía que no es otra cosa que magia y arte. Lego dos frases del film, para que, quien quiera, las piense antes, durante y después de esta preicosa película: "Nunca es demasiado tarde o pronto para ser quien queremos ser", "La vida no se mide en minutos, se mide en momentos".
No hay comentarios:
Publicar un comentario