La Cow Parade ha sido víctima de las reses. Esta curiosa, original, llamativa y artística iniciativa se inició en 1988 en la ciudad suiza de Zúrich, y ha pasado en 50 ciudades de todo el mundo, entre ellas Nueva York, Londres, París, Sao Paulo, Buenos Aires o Tokio, en las que unos 200 millones de personas han disfrutado con estas peculiares vacas...pero claro, tenía que venir a Madrid...y así ha pasado lo que ha pasado: que la capital de España tiene el dudoso honor de ser un nefasto y difícilmente superable ejemplo de vandalismo y falta de respeto. Madrid, matadero del civismo, UVI de la educación. ¿Y todo por culpa de quién? De las reses, obviamente.
¿Qué reses? Pues las que conforman esa infame y deleznable manada integrada por escoria antisistema, turba grafitera, estúpida muchachada de papá (y la madre que los parió), infames borrachos o drogados con afán de pasar a una pútrida posteridad, graciosos cuyo mejor chiste podría ser fenecer y demás bestias antropomórficas que hacen de su vida un insulto y evidencian algo igualmente nauseabundo: Que en la sociedad en general, España en especial y Madrid en particular, los valores brillan por su ausencia y que la libertad sin freno ni justo castigo ha horadado las bases del respeto, en todos los ámbitos.
Alguien debería pararse a pensar que valores como el civismo no se enseñan con ridículas asignaturas impuestas por la bobería "progre", que las virtudes se aprenden por convencimiento, en el mejor de los casos, o por conveniencia, en el peor; que uno de los principales rasgos distintivos entre el ser humano y el resto de seres vivos es que, supuestamente, somos civilizados. Alguien debería pararse a pensar que la demagogia psico-progre y el desaforado libertinaje postmoderno son dos tumores que están echando a perder cosas tan indispensables como una mínima educación y una básica cultura. Alguien debería pararse a pensar qué significa ser padre o maestro. Alguien debería pararse a pensar qué tipo de sociedad y comportamientos están desarrollándose cual metástasis en las últimas décadas, gracias a la pasividad, cuando no el aliento, de incluso los medios de comunicación. Alguien debería pararse a pensar que ya está bien de paños calientes y miradas evasivas.
Yo tengo claro que, hoy por hoy, la multa, el castigo y/o la reprimenda física deberían ser herramientas sine qua non para domesticar (porque educar es misión imposible) o erradicar a la marabunta que tiene en iniciativas como la Cow Parade un triste escaparate para sus miserias. Porque esas reses, las que caminan sobre dos piernas y pastan a sus anchas gracias a que todo el mundo se la coge con papel de fumar o prefiere apostar por la gilipollez supina, para mí se merecen un destino que en el mejor de los escenarios sería limpiar de por vida con la lengua y las manos atadas las letrinas de cárceles, el suelo de las aceras, el alicatado de baños de carretera y pubs nocturnos, y el tafanario de elefantes africanos.
Mas...¡qué diantres! ¿Por qué evitar a esas viles reses el mismo cruel destino que tienen las apacibles bovinas? Denme una razón...Esperen. Ya la tengo: ¿Que esa escoria no vale ni para hacer carne de hamburguesas?
1 comentario:
Los españoles no somos conscientes de lo mal que nos vendemos. Y si lo somos, nos merecemos nuestra imagen de paletos, por este tipo de "vacadas".
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