martes, 30 de septiembre de 2008

El arte de no hacer (ni decir) nada

No hacer ni decir nada, mirar a otro lado, negar la mayor, actuar tarde y mal...hacer con soltura y naturalidad estas acciones requiere una práctica y habilidad depuradas, por lo que podríamos decir que son todo un arte. El problema viene en que la negliencia, la hipocresía o la cobardía no tienen sitio en los museos. Sí en los titulares de prensa, radio, televisión e internet y en la memoria colectiva, pero en los museos, nones. En España, cuna de Fernando VII, Rinconete y Cortadillo, Pepe Gotera y Otilio y la progresía más cerril y caduca, tenemos bastantes ejemplos del arte de no hacer nada. No es necesario retrotraerse en demasía: El Prestige y sus hilillos, la no-crisis económica que al final es que sí, el fiscal que escamotea enchironar a cómplices de una banda terrorista, el juez que traspapela en su desvergüenza el caso de un criminal sexual, la Iglesia que entiende la nulidad matrimonial dependiendo del número de ceros con que se apellide el/la solicitante, los sindicatos que sólo se acuerdan de Marx cuando ven una película de Groucho,...Muchos son los ejemplos artistas de la desfachatez y la negligencia...incluidos los propios artistas.

Rosa Díez en su blog ha puesto proa (con espolón incluido) a uno de los mayores sinsentidos de nuestro artisteo patrio: el de denunciar a grito y pancarta pelada unos problemas y enmudecer ante otros. El problema de muchos de nuestros artistas (especialmente los que integran o circundan el mundo del cine) no es sólo que se comporten como un gang o un lobby inmisericorde con aquellos colegas que no comparten sus ideas o sus formas. El problema es que estos "panca-artistas" se han autoerigido en santones de la suprema moralidad, iconos de la humanidad, apóstoles de lo "políticamente correcto" de tal forma que se están desvinculando progresivamente de lo "socialmente aceptable" y, más aún, de lo "humanamente comprensible". Soberbios y altivos, su actitud (o pose, según los casos) de "progresista comprometido e intelectualmente superior" está más cerca de la hipermetropía que de la heroicidad, más próxima a la hipocresía que a la coherencia. Denuncian lo que les pilla lejos, a salvo de la metralla de críticas y amenazas: el conflicto del Sáhara, la situación de la infancia en el tercer mundo, el papel de la mujer en los regímenes islámicos, la pena de muerte en Estados Unidos, las escaramuzas colosales en tierras de Mahoma...y cosas tan denunciables como lejanas. Y callan ante indecencias y vilezas que tienen el marchamo "Made in Spain". Se encuentran más cómodos, más seguros en su torre de marfil, sin mirar a sus compatriotas a la cara y hablar de lo que a éstos les conmueve, les repugna, les duele, les mata. ¿Por qué es denunciable una guerra en el Oriente y no un atentado en tu país? ¿Por qué es mejor graznar henchidos como mesías de forma que no te alcance el eco de tus propios gritos? Que lo respondan ellos, porque a mí sólo se me ocurre una respuesta: cobardía.


Yo admiro y aplaudiré siempre a la gente comprometida y crítica (coincidan o no con mis ideas), pero a quienes pidan "la voz y la palabra", como diría el poeta, de forma coherente. A los artistas se les supone, acertadamente en la mayoría de los casos, una sensibilidad especial que les lleva a desempeñar su trabajo de una forma única y a "sentir" la realidad de forma más intensa que el resto de los mortales. ¿Por qué entonces esa exquisita sensibilidad hace la vista gorda según quién y según qué? Un artista, sea como sea, no deja de ser nunca un ser humano, con pensamiento, conciencia y recursos para expresar su voluntad e inquietud. ¿Por qué entonces esta actitud? Porque a veces, por desgracia, la seguridad se compra con silencio. Yo estoy convencido de que estos panca-artistas sienten como cualquiera de nosotros el terrorismo etarra y que se ciscan en la sangre y parentela de estos asesinos como cualquier sensato de bien...por eso les agradecería que en lugar de tanto Sáhara y tercermundo, alcen la voz, el puño y lo que sea menester contra problemas que te puedes encontrar con sólo bajar a la calle o atender a las noticias. No se trata de discriminar problemas y desgracias sino de ser consecuentes y honestos, si es que se tiene conciencia y decencia. Si lo que quieren es parecerse a sus colegas estadounidenses, comprometidos y militantes política y socialmente hasta las trancas, perfecto, pero deberían tener en cuenta que en Estados Unidos los héroes salen de conflictos bélicos, pantallas de cine o recintos deportivos, mientras que en España, además de eso, los héroes salen de su casa y un asesino les pega un tiro en la nuca o les descuartiza con un coche-bomba.


El silencio debe ser siempre muestra de respeto y admiración, nunca de cobardía o indiferencia. A mí nunca me darán un Óscar ni un Goya ni un Max ni ningún premio artístico ni pisaré jamás una alfombra roja bajo una lluvia de flashes, pero siempre me quedará la satisfacción de pensar lo que digo, decir lo que pienso y sentir que no me estoy engañando, ni a mí, ni a nadie.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

El Elegido

Hoy no hablaré de noticias. Hoy contaré una leyenda conocida sólo por selectas mentes preclaras que me ha sido revelada. Una crónica que camina en las brumas de la realidad y el tiempo protagonizada por un ser que algunos calificarían de necio, mentecato, ignorante, irresponsable, estulto, demente, iluso o anormal y otros, simple y llanamente como "El Elegido". Lean con atención...
Hace cerca de 65 millones de años, El Elegido se irguió sobre sus patas traseras, alzó su cabeza una buena mañana y vio cómo un colosal objeto incandescente rasgaba el cielo, precipitándose brutalmente contra la superficie de un planeta dominado por los dinosaurios. El Elegido se volvió a sus colegas de sangre fría, sonrió y les tranquilizó con gráciles movimientos de cola que venían a decir: "Sosegaos, queridos saurios. No hay de qué preocuparse". Comenzaba así la extinción de cerca de la mitad de los seres vivos que poblaban el planeta.
Tiempo más tarde, 28.000 años ha, El Elegido se hallaba en un cónclave de inquietos Neanderthales, temerosos al constatar que cada vez eran menos a cazar, comer, lincharse y copular. Fue entonces cuando El Elegido les miró a sus prominentes frentes y luego a los ojos y con unos curiosos sonidos guturales los calmó en lo que venía a ser un "Tranquilos, chicos, que nos vamos a quedar con todo el cotarro". Los homo neanderthalensis se extinguieron en beneficio de los sapiens.

Unos cuantos siglos más tarde, en 1348, un comerciante de la bella ciudad de Venecia se descomponía entre estertores frente a la puerta de su negocio; en esas pasó El Elegido en una góndola y viendo el espectáculo, animó sonriente al pobre mercader con unas palmaditas en la espalda: "Tranquilo, amigo, es sólo un catarro de nada". Un tercio de la población europea, cerca de 25 millones de personas, murieron por la Peste Negra en Europa en el brote de mediados del siglo XIV.

Volaron los almanaques y calendarios hasta un buen día de julio de 1789, en el que el monarca francés Luis XVI caminaba nervioso por su palacio, intranquilo por la repercusión de las medidas que había adoptado para no ver peligrar su poder. El Elegido se apiadó de él, le ofreció la mejor de sus sonrisas y le dijo: "No os impacientéis, majestad. El pueblo lo entenderá". El 21 de enero de 1793, la testa del rey de Francia se independizó de su cuerpo gracias a la guillotina, convirtiéndose en uno de los hitos de la Revolución Francesa.

144 años más tarde, el 31 de enero de 1933, un tendero judío de Varsovia leía con un inexplicable recelo el titular del periódico que anunciaba el ascenso de un tal Hitler a la cancillería alemana. En esas llegó El Elegido a comprar pan y viendo al atribulado hijo de Yahvé, sonrió y quitó hierro al asunto: "Vamos, vamos, Moisés, no hay de qué preocuparse. Estamos en Polonia. ¿Qué importa lo que pase en Alemania?". Desde finales de 1940 hasta 1943, el gueto de Varsovia se convirtió en el inmortal ejemplo de la tolerancia y humanidad del Tercer Reich.


Medio siglo más tarde, el 26 de abril de 1986, El Elegido paseaba tranquilo y risueño por las calles de Chernobyl, cuando un escalofriante resplandor iluminó el cielo. "¡Qué bonitos son los fuegos artificiales aquí!" se dijo e inspiró hondo con satisfacción. El accidente nuclear más grave de todos los tiempos aún hoy sigue haciendo de Chernobyl un lugar maldito.

Ya en el siglo XXI, la mañana del 11 de septiembre de 2001, El Elegido se afeitaba en un coqueto piso de Manhattan cuando escuchó una terrible explosión. Apagó la maquinilla un instante, guardó silencio y sonrió. "Esta gente del cine, cada vez filman películas más espectaculares en Nueva York", pensó. Cerca de 3.000 personas murieron en los atentados terroristas más pavorosos y grandes de la historia.


En 2008, cuando todo el mundo se encontraba sumido en los prolegómenos de la mayor crisis desde el crack del 29, la más reciente encarnación de El Elegido calmó a toda la población española afirmando durante meses que en este país no había crisis económica sino “situación ciertamente difícil y complicada”, “tiempos difíciles y complicados”, “momento adverso”, “coyuntura económica claramente adversa”, “sensación de deterioro”, “brusca desaceleración”, “disminución de la liquidez”, “un claro y rápido empeoramiento de la situación”, “crecimiento debilitado”, “situación actual y complicada”, “rápida evolución, a la baja, de la economía”, “frenazo económico”, “un período de serias dificultades”, “debilidad del crecimiento económico”, “difícil momento coyuntural”, “fuerte ajuste del crecimiento”, “dificultades endurecimiento de las condiciones crediticias”, “algunos problemas específicos o que padecemos con mayor intensidad” y “condiciones adversas". En septiembre, el ministro de Economía afirmó que aquella era la peor crisis desde que tenía uso de razón.


Y aquí acaba la leyenda de "El Elegido", un ente que en sus sucesivas encarnaciones a través de los siglos ha regalado a toda la flora y fauna terrestre su sensatez y optimismo, revelándose como un infalible augur. Como ven todo es pura ficción...o quizá no. Por lo demás, creo que es hora de declarar clínicamente muerto a alguien, ya que por desgracia no presenta signos de actividad cerebral ni se le observa movimiento alguno. ¿A quién me refiero? Al Gobierno de España.