lunes, 5 de mayo de 2008

MADRE

Cierta película de culto tiene entre sus memorables frases una que dice lo siguiente: "Madre es el nombre de Dios en los labios y los corazones de los niños". Cuánta verdad y explicaciones hay condensadas en esa cita. Ayer, 4 de mayo, fue el Día de la Madre y, mercantilismos aparte, me parece sensacional que se "obligue" a reconocer, al menos durante un día, lo que debería tenerse presente los otros 364.

Las madres son esas mujeres que, por muchas personas que pasen por tu corazón, siempre estarán en lo más alto del podio. Son quienes te enseñan de verdad y para toda la vida en qué consiste vivir y amar, cómo deben usarse la cabeza y el corazón; son quienes te descubren el significado de "cariño", "compromiso", "amor, "sensatez", "coraje"...y todas las demás palabras que contribuyen a enriquecer los recuerdos y el alma de cualquier ser humano. Son el nombre con el que siempre contar, la mano tendida permanentemente , el baluarte perennemente en pie, el faro en las tormentas, el espejo en el que mirarse, el motivo por el que empezar a dar gracias al comienzo y al final de cada día.

Las madres son esas personas que dedican miles de ingratas horas de esfuerzo para que la vida sea un poco más benévola con sus hijos, son quienes te dicen la verdad aunque se la pagues con hiel, son las mujeres que dan todo por los suyos sin más premio muchas veces que un mísero "gracias"; son alambiques en los que, por mucha amargura y dolor que entren, siempre saldrá un extraordinario recital de amor y altruismo; son las personas que se visten de "superheroínas" para demostrarte que el ser humano, si se lo propone, puede llegar a ser muy grande.

En mi caso, tengo una madre que no me la merezco: Sensata, honesta, noble, sacrificada, habilidosa, esforzada, generosa, detallista, cariñosa, tierna, divertida, estoica hasta lo indecible y buena hasta bordear lo increíble. Se llama Camino y es la mejor persona que conozco; es mi mejor amiga y confidente, un verdadero referente humano, ético y moral, y si fuera sólo una milésima parte de bueno que ella, sería un santo. Podría contar muchísimas cosas de ella y siempre me quedaría corto. No obstante, sí puedo y quiero decir lo siguiente: Si consiguiera convertir cada lágrima y minuto amargo que ha tenido que sufrir en una sonrisa y en un minuto de felicidad, sería el hombre más feliz del mundo, aunque tuviera que vivir siglos para ello.

En definitiva, mi madre, las madres son esas personas a las que nunca les sobrará escuchar o leer, de corazón, un "gracias" o, lo que es más importante, un "Te quiero mucho, muchísimo".

Dedicado a la que ha sido, es y será siempre una auténtica campeona.

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