Once años más tarde, después de alternar el ridículo con el fracaso, el Atlético de Madrid se ha clasificado de nuevo para la Liga de Campeones. Perdón, para ser honestos, hay que decir que, si todo va bien, el año que viene jugará la Champions el AtlétiKun de Madrid, porque ha sido ese jugador, Sergio "Kun" Agüero el máximo responsable de que el Atleti vuelva a la senda de los laureles y abandone la gris clase media futbolística. Un genio que ya ha hecho olvidar las proezas de cierto Niño, de Kiko y de tantos otros. Un nuevo dios para la religión rojiblanca. Pero, como siempre hago, haré un repaso por todos los aspectos de mi equipo del alma, una vez se puede considerar ya finiquitada la temporada:
- El equipo: Un genio al que llaman Kun; un soberbio delantero y mejor hombre de equipo de apellido Forlán; un hombre comprometido con el respeto a un escudo de nombre Maxi; un portugués, Simao, al que le costó destapar el tarro de las esencias y dos chavales, Raúl García e Ignacio Camacho, que se han batido el cobre con centrocampistas de más renombre y experiencia como si les fuera la vida en ello. Eso ha sido el verdadero Atlético de Madrid. El resto de jugadores fueron, para su desgracia, mera comparsa entregada por completo a abrillantar con su mediocridad el talento y esfuerzo de los arriba citados. El Atleti, fiel a su extravagante e insondable hado, se ha empeñado en conquistar un billete a la gloria sin jugar a algo que sea reconocible como fútbol, excepto cuando el balón está en las botas del Kun Agüero o Diego Forlán. Así es el Atleti. Capaz de tirar dos competiciones a la basura pero de clasificarse para la Liga de Campeones. Inexplicablemente desquiciante y adictivo.
- El entrenador: Javier Aguirre. Sabido es que este "cuate" no es santo de mi devoción, pero ha sido el técnico del año del regreso a Europa y sólo por eso creo que es honesto respetar su trabajo, aunque para mí sea más que discutible. Incapaz de imponer un estilo de juego claro y de solventar problemas como los defensivos, Javier Aguirre sí ha demostrado en cambio saber ganarse el cariño de sus jugadores, que han estado "ahí" a la hora de la verdad. El Atleti ha llegado donde ha llegado por las genialidades de Kun, Forlán y unos pocos más, no por juego ni por preparación táctica. Mas si aun así ha llegado al principal objetivo señalado para esta temporada, no debería peligrar el puesto de un entrenador que, pese a todo (incluido él mismo), es el del equipo que ha devuelto desde ayer la ilusión al Calderón.
- Los dirigentes: Una de las razones por las que el Atleti ha vivido ciertas peripecias esta temporada y las previas ha sido padecer esquizofrenia institucional. Con mucha frecuencia se escuchan voces distintas, ambas con capacidad de decisión, que a menudo pueden incurrir en contradicciones. Es lo que tiene que el Consejero Delegado, Miguel Ángel Gil Marín, mande más que el Presidente, Enrique Cerezo. "Tú figura que yo dirijo". Y así nos ha ido. Pero así no nos puede seguir yendo. Es necesario, por coherencia, que quien mande, para bien o para mal, sea una misma persona. Yo, en particular, prefiero que sea Enrique Cerezo, que es quien ha dado la cara todos estos años y no Miguel Ángel Gil Marín, la sombría mano que mece la cuna del Manzanares y que hace tiempo debía haber dejado el club para favorecer una transición desde el gilismo a la modernidad. ¿En cuántos clubs han visto que no sea el Presidente el que mande? Pues eso...
- La afición: La única que ha sido, es y será siempre de Liga de Campeones, Mundial, Oro olímpico y lo que se tercie.
Tiempo habrá de hacer limpieza y soltar el lastre de morralla que actualmente impide volar más alto. Ahora sólo impera hacer un cosa: Disfrutar de una alegría de esas que el Atleti no suele prodigar. ¡Champions, allá vamos! ¡Que tiemble Europa que llega el AtlétiKun de Madrid!
No hay comentarios:
Publicar un comentario