martes, 21 de junio de 2016

Una imagen, una pareja

Hay parejas que se mueven por inercia, como un zombi al que todo lo humano le es ajeno. Hay parejas que subsisten gracias a un pacto de no agresión, porque ya no quieren hacer el amor pero les da pereza declararse la guerra. Hay parejas que perviven como una unión temporal de empresas, en la que los beneficios se ponderan con números y no con recuerdos ni sentimientos. Hay parejas que (se) aguantan por miedo a la soledad, como una camaradería entre náufragos. Hay parejas que se instalan en un búnker de excusas del que nadie puede salir y en el que nadie puede entrar. Hay parejas que ponen el corazón en los genitales y se quieren hasta que el cuerpo aguante. Hay parejas que viven sólo de cara a la galería, haciendo del error una obra de arte. Hay parejas en las que todo es guión y automatismos, porque no quieren sorprenderse con la libertad de ser feliz. Hay parejas que funcionan por un trueque sin más truco que el de que el amor sea el único que salga perdiendo. Hay parejas que viven la vida como un formulario a cumplimentar porque creen más en la  burocracia del placebo que en la entropía del torrente. Hay parejas que se resignan a estar sin ser porque piensan que la vida es un premio de consolación. Hay parejas que aparentan de más y se quieren de menos porque no hablan nada de todo lo que deberían. Hay parejas en las que la ventriloquía reemplaza a la complicidad porque entienden la vida como un dictado y no como un diálogo. Hay parejas que se declinan en pantallas y teclas porque son incapaces de articular el dónde y el cuándo. Hay parejas que se quieren de palabra, se engañan por omisión, se necesitan a cobro revertido y se reprochan en diferido. Hay parejas que no se entienden porque olvidan que una relación siempre se conjuga en primera persona del plural. Hay parejas que se enredan en un bucle de gestos huecos porque no encuentran el sentido a los sentimientos. Hay parejas que huyen hacia delante habiendo sabido siempre que nunca se quisieron. Hay parejas que se construyen sobre un magma de secretos y miradas a otra parte porque tienen pánico a la sinceridad. Hay parejas que nacen como hospitales de campaña en los que las cicatrices marcan la caducidad que lleva al tiempo a pedir espacio. Hay parejas que viajan mirando al retrovisor rumbo a ninguna parte porque no tienen más futuro que el pasado. Hay parejas tan llenas de nada que parecen tenerlo todo porque nunca se preocuparon ni de ser ni de estar. Hay parejas que pasan por la vida sin que la vida pase por ellos.

Pero ésta, la de la foto, no es ninguna de esas parejas. Los vi hace no mucho, en mi barrio. Estaban de pie, junto a un paso de cebra. Arreglados, sin estridencias, en las antípodas de cualquier patetismo. Estaban quietos, como orillados en el tiempo. Él tenía su brazo izquierdo puesto delicadamente sobre ella. Ella, arrimada a él, cobijada con ternura entre su pecho y su brazo. Ignoro su edad. Ignoro sus nombres. Ignoro si los volveré a ver. Lo que sí sé es que estos dos se quieren y eso lo recordaré, con la firme intención de que, en el futuro, cuando la prórroga peine las canas de mi historia, pueda como ellos protagonizar una imagen para la que siempre sobraron las palabras.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues mucha suerte.
Porque hoy en día no sabemos amar de verdad y siempre buscamos lo conveniente.
Y si no haces nada de eso y crees firmemente y quieres un amor real, vivo , entonces los demás te miran como un bicho raro, como una pobre romántica que buscaba algo que pertenece a la ciencia ficción.

Saludos