Nunca he sido ni seré del Real Madrid, pero Iker Casillas siempre será mi capitán. Y lo será por algo más allá de los números y estadísticas que lo ubican en el terreno de lo extraordinario. Y lo será por algo más allá de esas actuaciones más propias de un partido de "Óliver y Benji" que de una persona de carne y hueso. Y lo será por algo más allá de todos los hitos y trofeos conseguidos que lo sitúan en el ámbito estrictamente reservado a las leyendas. Y lo será por algo más allá del gracejo, naturalidad y espontaneidad que lo han convertido en una persona entrañable. Y lo será por algo más allá del hecho de ser capitán, líder y corazón de la mejor Selección española de fútbol de todos los tiempos. Y lo será por algo más allá de ser el mejor portero español de todos los tiempos y uno de los mejores cancerberos de toda la historia del fútbol mundial. Lo será por los valores que él ha encarnado mejor que nadie en el fútbol español de las últimas décadas: la humildad, la nobleza, la disciplina, el esfuerzo, la profesionalidad, la constancia, la educación, el respeto, la sensatez, la templanza, la elegancia, la valentía ante la adversidad...Lo será por todas esas virtudes y cualidades que lo han aupado con todo merecimiento en ese altar laico que es el deporte.
Sin duda que sus condiciones físicas ya no son las de antaño; de lo contrario estaríamos hablando de alguien simplemente no humano. No obstante, siendo objetivos, el paso de "portero increíble" a "portero muy bueno" no creo que sea como para
llevarse las manos a la cabeza, rasgarse las vestiduras, reclamar su finiquito, etc, etc. Por eso, es especialmente llamativo, ridículo y patético que haya gente que critique a Casillas por el declive físico al que toda persona se ve abocada conforme va cumpliendo años. Y aún más particularmente despreciable que haya gente gente que aproveche ese ocaso físico para dar rienda suelta a comentarios y críticas que no tienen nada que ver ni con lo físico, ni con lo futbolístico, ni con lo deportivo y sí mucho con la ingratitud, la estupidez y la carencia de memoria, ética y escrúpulos.
llevarse las manos a la cabeza, rasgarse las vestiduras, reclamar su finiquito, etc, etc. Por eso, es especialmente llamativo, ridículo y patético que haya gente que critique a Casillas por el declive físico al que toda persona se ve abocada conforme va cumpliendo años. Y aún más particularmente despreciable que haya gente gente que aproveche ese ocaso físico para dar rienda suelta a comentarios y críticas que no tienen nada que ver ni con lo físico, ni con lo futbolístico, ni con lo deportivo y sí mucho con la ingratitud, la estupidez y la carencia de memoria, ética y escrúpulos.
Dicho lo cual, creo que la salida de Casillas de su club de toda la vida (25 años), del equipo en el que siempre quiso retirarse, no hay que entenderla tanto en el plano físico o deportivo como en el personal y ajeno a lo futbolístico. La marcha del capitán del Real Madrid no se entiende sin José Mourinho ni Florentino Pérez. O, mejor dicho, sin su mal fondo y peores formas, sin la persecución extradeportiva, el ensañamiento infundado, la obsesión enfermiza, la presión psicológica y la envidia personal que esos dos repugnantes divos que nada tienen que ver con el fútbol como deporte han dedicado al mejor estandarte de los valores e ideales de los que supuestamente presume el Real Madrid (risas enlatadas). En definitiva, la salida de Casillas no se puede entender sin el descomunal, descarado e inmerecido mobbing que ha sufrido por culpa de Mourinho entonces, de Pérez siempre y de sus respectivas camarillas de impresentables jugadores (Arbeola, Xabi Alonso, etc) y voceros mediáticos (Pedreroles y cía). Un despropósito amargo y cruel que acabó por trasladarse a la grada, donde una parte no pequeña de la ¿afición? del Real Madrid demostró que tiene una memoria a la altura de su educación y ética, demonizando a quien hasta hace nada veneraban como "santo". Una situación así, tan injusta, inmerecida, indefendible y erosiva como mantenida en el tiempo, acaba con la moral, la ilusión, la concentración y la motivación de cualquiera, se llame o no Iker Casillas. Quizás no debería haber aguantado tanto, ni en tiempo ni en forma. En ese sentido, no creo que Iker Casillas se haya rendido sino que hace mucho, mucho tiempo el club y buena parte de su afición dejó de merecerlo y hoy por fin ha quedado absolutamente claro. Lo que está fuera de toda duda es que Casillas, en toda esta desagradable situación, es el único que siempre ha estado muy por encima de las circunstancias, incluso en su magistral despedida. Del resto de protagonistas e intervinientes sólo cabe expresar que han quedado retratados como lo que son.
Así las cosas, sólo se puede decir que el Real Madrid y el madridismo han perdido el único espejo en el que mirarse mientras que el Porto ha ganado un porterazo y un jugador ejemplar dentro y fuera del campo. Un tipo al que cualquier amante del fútbol y el deporte puede, debe y tiene que estar agradecido. Siempre. Y esto lo digo yo, que nunca seré madridista, que nunca fui "Casillista" pero que siempre fui, soy y seré de las buenas personas. ¡Hala Iker!
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