El pasado fin de semana vi en el cine "Scott Pilgrim contra el mundo": divertida, ingeniosa, original y llamativa a rabiar, esta película de Edgar Wright, basándose en la exitosa saga de cómics de Bryan Lee O'Malley, es, de lejos, el mejor retrato generacional que conozco de esos jóvenes que han crecido al amparo de los videojuegos, los tebeos, el cine palomitero y la música; jóvenes que han hecho de sus vidas una apuesta por la originalidad y una marginación voluntaria de las convenciones imperantes; una juventud que ha encontrado en seres ficticios de dos dimensiones estupendos referentes, compañeros y vías de escape para un mundo no lo suficientemente atractivo; gente como yo que recibe la etiqueta de "friki" por una sociedad tendente a premiar lo plúmbeo, lo previsible y la homogeneidad.
Atendiendo sólo a su ámbito cinematográfico, "Scott Pilgrim contra el mundo" es una estrafalaria e hilarante comedia romántica de corte "indie" en la que el lozano protagonista, Scott Pilgrim (sensacional Michael Cera), desafía a todo y todos con tal de lograr el amor de una peculiar y misteriosa chica que le deparará más de una sorpresa, dolor de cabeza, contusión...e incluso besos.
Trufada de guiños al mundo del noveno arte, a los videojuegos, al manga/anime y a la "cultura pop", la cinta destaca especialmente en el apartado visual (brillante híbrido de cómic y videojuego) y sonoro (fantástico y demoledor surtido de canciones), lo cual supone un perfecto envoltorio para un producto imaginativo y divertido que proporciona un amenísimo rato para el espectador, especialmente si comparte con los responsables del original y su versión fílmica su amor y admiración por esos mundos bidimensionales que tantísimos buenos ratos nos han hecho y hacen pasar.
¡Viva Scott Pilgrim! ¡Larga vida a los frikis!
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