martes, 31 de marzo de 2009

Jerónimo de Ayanz: Un olvidado portento de un siglo de oro

El navarro Jerónimo de Ayanz y Beaumont fue uno de los hombres más célebres en su época, el afamado Siglo de Oro. Hoy en día es un perfecto desconocido. Pero…¿qué pensarían si les dijera que estamos ante un hombre que inventó más ingenios en menos tiempo que Leonardo Da Vinci?

Corría el Año de Nuestro Señor de mil seiscientos dos. Aquella fresca jornada de marzo, las calles de Valladolid se vieron recorridas por una de las parejas más doctas de todo el Imperio español, los prestigiosos científicos Juan Arias de Loyola, cosmógrafo, y Julián Ferrofino, ingeniero y matemático. Los dos doctores tenían un cometido bien claro: atestiguar lo que a todas luces parecía algo sólo al alcance de la Providencia, la magia o el Diablo. No en vano, su informe llegaría hasta las reales manos del monarca Felipe III. Sus duchos pasos se detuvieron frente a un portal de la Calle de la Cadena, morada de aquel destinado a la gloria y el olvido. Transitando por sus estancias, vieron objetos y artilugios que jamás antes habían visto o tan siquiera leído: hornos de todo tipo, balanzas excepcionalmente precisas, máquinas capaces de realizar las operaciones más variadas, un curioso difusor de aire, un equipo de buceo…Una vivienda llena de asombros pertenecientes a un hombre no menos sorprendente: Jerónimo de Ayanz y Beaumont.

Un brillante oscurantismo

Antes de repasar los logros de este hoy ignoto portento, conviene contextualizar sus hazañas y, de paso, derribar algún que otro mito. Cuando se habla del Renacimiento español, a la mayoría de la gente se le viene a la mente las palabras “Contrarreforma”, “Oscurantismo” o la imagen de un país sumido en tinieblas y cánticos gregorianos. Ante esto, cabe hacerse la siguiente reflexión: ¿Podría un imperio como el español de aquellos siglos sostenerse sin un desarrollo científico y tecnológico parejo al de su expansión territorial, económica y militar?


De todos es sabido que Felipe II echó en 1558 un cerrojazo que, en el fondo, no era más que una aplicación práctica del aforismo “Al enemigo, ni agua”. No se trataba por tanto de no querer saber ni aprender ni evolucionar, sino de que los enemigos del Imperio (que básicamente era cualquier nación que no formara parte del mismo) no supieran ni emularan ni contrarrestaran los progresos que hacían de España una superpotencia y, en ese sentido, el desarrollo científico tenía mucho que decir. Como muy bien han apuntado, un país que dominaba medio mundo, tenía que ofrecer constantemente respuestas técnicas a desafíos concretos. En ese sentido, las obras del protagonista de este artículo habrían sido imposibles si nuestro Siglo de Oro no hubiera tenido un desarrollo científico mucho más notable del que tradicionalmente se supone.


Sangre azul, fama dorada
El segundo hijo varón de los nobles Carlos de Ayanz y Catalina de Beaumont nació en el Señorío de Guenduláin (Navarra) en 1553. Descendientes de los reyes navarros, los Ayanz Beaumont recibieron una excelente formación, cuyo mejor exponente fue Jerónimo. Una educación rica en todos los sentidos y que con el paso de los años le convirtió en un hombre propio del Renacimiento por sus polifacéticas habilidades: militar, cosmógrafo, pintor, músico, matemático, arquitecto…Jerónimo de Ayanz no tardó en brillar con luz propia: Con catorce primaveras, abandonó el hogar para servir en la Corte como paje de un amigo de la familia: el rey Felipe II. Allí, en tierras madrileñas, el joven completaría su excepcional aprendizaje de la mano de los grandes científicos e ingenieros que orbitaban en torno a la capital del Imperio, de una forma tal que causaría ora el asombro, ora la envidia de sus mentores.

Sin embargo, pronto
sus méritos intelectuales se verían igualados por su extraordinaria fortaleza física, que le convertirían en una suerte de Supermán patrio, capaz de domeñar manualmente objetos de hierro (rejas, lanzas, herraduras…) como quien juega con barro. No en vano, escritores como Baltasar Gracián o Lope de Vega, se hicieron eco de la titánica fama de este Heracles español. Fue precisamente el Fénix de los Ingenios quien dejó constancia para la posteridad de otra de las facetas donde destacaría Ayanz: la militar, iniciada a los 21 años y en la que deslumbró en las campañas en Flandes. Lope por ello le dedicaría póstumamente unos versos en su comedia Lo que pasa en una tarde: "Tú sola peregrina no te humillas / ¡oh Muerte! A don Jerónimo de Ayanza (…) / Flandes te diga en campo, en muro, en villas / cuál español tan alta fama alcanza. / Luchar con él es vana confianza / que hará de tu guadaña lechuguillas".


Y no fueron sólo los literatos quienes laurearon a este valiente coloso. El propio rey Felipe II impulsó la ordenación de Jerónimo de Ayanz como caballero de la orden militar de Calatrava, recibiendo el hábito a la edad de 26 años. Mas el conocido como “caballero de las prodigiosas fuerzas” no tardaría en deslumbrar a la sociedad con su mejor don: la inventiva.


Un inventor bien considerado
No es de extrañar que un hombre tan inteligente, valiente y bien relacionado tuviera una gran reputación en los círculos cercanos al poder, algo que se tradujo en la gran cantidad de cargos y títulos que le concedieron a lo largo de su vida tales como el de Comendador, Regidor, Gobernador o Administrador General de las minas (cerca de 550) del Reino español, desempeño este último en el que fue nombrado en 1587 y que espoleó el formidable ingenio de Jerónimo de Ayanz, resolviendo algunos serios problemas que afectaban a una de las grandes fuentes de riqueza del Imperio.

Fue esta extraordinaria y pragmática capacidad de inventiva la que consagraría al portento navarro. Como dato curioso, hay que señalar que la mayoría de las invenciones fueron desarrolladas por Ayanz entre 1598 y 1602, contabilizándose un total de 48, tal y como reconocía el “privilegio de invención” (equivalente a nuestra moderna concesión de patentes) del 1 de septiembre de 1606, firmado por Felipe III. Esta fecundidad creativa no es baladí, pues, en proporción, supera a la del gran genio renacentista Leonardo Da Vinci.

Los prodigios patentados de Jerónimo de Ayanz se pueden catalogar en las siguientes cuatro categorías:
  • Explotación minera: Como demostró en la desahuciada mina de Guadalcanal (Sevilla), solventó obstáculos que amenazaban con paralizar esa vital fuente de ingresos. Ideó y construyó un sifón con intercambiador que permitió el desagüe de las minas inundadas (aplicando el primer principio de la termodinámica, definido un siglo después), un generador de “aire acondicionado” empleando el vapor (casi 90 años antes de que Thomas Savery patentara otra máquina de vapor) para limpiar el viciado aire de las galerías, nuevos sistemas de extracción mecánicos, molinillos, hornos perfeccionados, balanzas capaces de discernir pesos de hasta menos de un gramo...
  • Náutica: Construyó la “barca submarina”, primer precedente del submarino; elaboró un informe sobre la aguja de marear (brújula), estableciendo la declinación magnética; fabricó una bomba para desaguar barcos; creó una máquina capaz de proporcionar agua potable a partir de agua marina (utilísima para los viajes a las Américas); y la que es quizás una de sus creaciones más famosas: una escafandra operativa, cuyo funcionamiento demostró exitosamente el 2 de agosto de 1602 en el vallisoletano río Pisuerga permaneciendo el buzo cerca de una hora a tres metros bajo el agua ante la mirada de Felipe III y su séquito.
  • Agricultura: Fabricó piedras de moler de forma cónica y molinillos de rodillos metálicos; aportó la orientación automática y el tornillo helicoidal a los molinos de viento; mejoró las bombas de riego; planteó la estructura de forma de arco para las presas de los embalses...
  • Otros campos: Creó un mecanismo de transformación del movimiento que habilitaba la medición del denominado “par motor o eficiencia técnica.
Un hombre de ciencia y conciencia
Esas son sólo algunas de las invenciones creadas y probadas por un hombre que falleció en 1613 en Madrid, tras haber puesto todo su talento al servicio de una actitud extraordinariamente pragmática, ofreciendo soluciones artificiales a problemas reales, un individuo que usó un conjunto de teorías y de técnicas en pos del aprovechamiento práctico del conocimiento científico (Definición de "tecnología" según el DRAE), un innovador que dormiría en un olvido sólo quebrado por el Diccionario Histórico General de la Ciencia Moderna de 1983 y el formidable estudio del catedrático de la Universidad Politécnica de Valladolid, Nicolás García Tapia. En definitiva, una persona que hoy llamaríamos “tecnólogo” y en el Siglo de Oro denominaban como “hombre de práctica y experiencia, de ciencia y conciencia”.

jueves, 19 de marzo de 2009

12 reflexiones en blanco para 1 crónica negra

Estas semanas España ha vuelto a supurar la hiel de su proverbial crónica negra, ésa que es burda, sanguinolenta, brutal, sucia, zafia y con un alto grado de indecencia; muy nuestra. Tras Puerto Hurraco, Alcácer, Leganés, Mijas y Huelva, el fatal tren del asesinato con denominación de origen ha hecho parada en Sevilla. Efectivamente, hablo del trágico y lamentable caso de Marta del Castillo. Como es un suceso que, ya sea por interés informativo o por amarillismo carroñero, está ampliamente difundido y es conocido por todos, me limitaré sólo a expresar unas reflexiones o dudas, cuya respuesta dejo a merced de quien esto lee:

  1. ¿Por qué la Policía se empeña en hacer más verosímiles las andanzas de Mortadelo y Filemón que sus pesquisas en este caso?
  2. ¿La aspiración de los encargados de las diligencias policiales es emular a "Los hombres de Paco"? ¿"Loca Academia de Policía" es la película de referencia para algunos uniformados patrios?
  3. ¿Pueden vacilar de semejante e infame forma unos chavales a unos profesionales supuestamente entrenados (porque a la vista está que "preparados" no) para hacer frente a criminales y situaciones mucho más adversas que la de cuatro niñatos homicidas?
  4. ¿Saldrán, para variar, a poner paños calientes en pro de esos pequeños asesinos ciertos psicólogos, pedagogos y demás apóstoles de la reinserción baldía, adalides de la educación inútil y evangelistas de la gilipollez supina? ¿Cuánto ganan esos majaderos por cada idiotez que dicen?
  5. ¿Volverá el juez de turno a dar la razón al vocablo "fallo" para referirse al dictamen de la inJusticia?
  6. ¿Qué es mayor en este caso: el horror de lo investigado, el despropósito de los investigadores, el dolor de la familia, la desvergüenza de los asesinos, la atónita indignación ciudadana?
  7. ¿Por qué a nadie de los directamente implicados en la resolución de este suceso se le cae la cara de vergüenza?
  8. ¿Por qué no es la primera vez ni la última que unas diligencias son tan desastrosas?
  9. ¿Por qué no se implanta de una puñetera vez el cumplimiento íntegro de las penas, la cadena perpetua o la pena capital? Así, desalmados como quien ha asesinado a Marta del Castillo tendrían un justo (en todos los sentidos) final.
  10. ¿Por qué en este puñetero país lo más habitual es que ni los jueces impartan verdadera justicia ni los policías den seguridad?
  11. ¿Sería una solución para este sindiós que los próximos padres desprovistos de hija fueran policías, jueces, políticos, ministros y demás gente que ve el toro desde la barrera?
  12. ¿Habría pasado esto en un país donde se afrontan los crímenes con más seriedad, rigor y profesionalidad; donde prefieren "pasarse" por exceso y no por defecto?

En fin. Que cada cual que piense lo que quiera. Yo sé muy bien mis respuestas a estas doce cuestiones. Por lo demás, vaya desde aquí mi abrazo a la familia de Marta y mi más sincero pésame, por el asesinato de su hija y por la investigación que se está haciendo del mismo.

miércoles, 11 de marzo de 2009

11n Memoriam

Cinco años de ecos inmortales, de sombras de hollín, de recuerdos amargos, de lágrimas de tinta negra, de imágenes forjadas a fuego en la sangre, de Historia quebrada y vidas partidas.
Cinco años de un silencio roto por sirenas y llanto, de una ciudad enlutada en ceniza y vello erizado.
Cinco años de una atrocidad sin más culpables que los asesinos ni más motivos que los de sojuzgar la democracia de un país libre.
Cinco años de ausencias.
Cinco años a cinco segundos del corazón.
Cinco años de decenas de inocentes asesinados a quienes millones que no estamos dispuestos a olvidar.

domingo, 8 de marzo de 2009

Simplemente Watchmen

Anoche vi la traslación cinematográfica del que quizás es el mejor cómic que se ha publicado jamás: Watchmen. Antes de proseguir, habría que recordar que adaptar al celuloide cualquier obra literaria o gráfica siempre es una labor ardua por lo complicado que es mantener la esencia de su trama, el espíritu de sus personajes, el aspecto "visual" de ese mundo ficcional, etc. Si hablamos de obras maestras, la adaptación se transforma en una tarea titánica y heroica. Hacerlo fiel y brillantemente, respetando tanto al original como a sus seguidores, algo casi imposible. Watchmen es un estupendo ejemplo de que una magnífica obra (novela gráfica, en este caso) se puede trasladar al cine de una forma que si bien no iguala la sublime excelencia del original, sí se le acerca mucho (pero mucho, mucho).

El nuevo film de Zack Snyder (director de las espectaculares e interesantes "300", otra adaptación de cómic, por cierto, y "Amanecer de los Muertos") es, como película, entretenida e interesante, y, como adaptación de la mítica e insuperable obra de Alan Moore y Dave Gibbons, un gran, respetuoso y fidelísimo homenaje. Habrá quien diga que adaptar un cómic es algo fácil, puesto que el storyboard ya lo tienes hecho, pero a quienes piensen así, yo les pregunto por qué durante décadas muchos expertos consideraron imposible adaptar cinematográficamente las aventuras de este peculiar y dramático grupo de (súper)héroes. Por otra parte, habrá quien piense que convertir a cine un cómic o novela gráfica es algo excéntrico, irreverente, perverso y difícil; y a quienes eso crean, simplemente les remito a ver magníficas adaptaciones como los Batman de Chris Nolan, el primer Spiderman de Sam Raimi, el Iron Man de Jon Favreau, el V de Vendetta de James McTeigue, la Sin City de Robert Rodríguez y Quentin Tarantino, o la gesta de los 300, del propio Zack Snyder. En resumen, que, como muchas otras cosas en la vida, hacer una brillante adaptación al cine es sólo cuestión de cuatro cosas: dinero, paciencia, talento y respeto.El "Watchmen" de Z.Snyder es una película de la que Alan Moore debería sentirse muy orgulloso (si no fuera tan "especialito" y díscolo) y ante la que cualquier fan de la novela gráfica original (entre los que me incluyo) debería quitarse el sombrero y reverenciarlo. Si "From Hell" y "La Liga de los hombres extraordinarios" se quedaban bastante por debajo de la obra matriz y "V de Vendetta" era la mejor adaptación hasta la fecha de una obra de Moore, este honor pasó desde el viernes 6 de marzo a "Watchmen". Quien haya disfrutado leyendo y releyendo el cómic, rumiando cada viñeta, meditando ciertos diálogos y cerrando la novela gráfica original pensando que ha leído la mejor combinación de texto y dibujo que ha caído y caerá en sus manos, disfrutará de la película de Zack Snyder. ¿Que hay algunas mínimas divergencias respecto a la obra de Moore y Gibbons? Pues sí, pero, a mi entender muy razonables y que no perjudican en absoluto ni a la película ni al cómic. Son, en definitiva, nimias licencias que el director se permite para construir un sentido, verosímil, fielmente especular y honesto homenaje al Watchmen que todo el mundo debería haber leído. Sólo con fijarnos en el extenso metraje del film ya nos damos cuenta de que el director ha intentado trasladar la inmensa mayoría de cuanto contiene la totémica y monumental obra original (quienes echen de menos las aventuras de cierto siniestro navío, sólo les queda esperar al DVD...). Por lo demás, el único "pero" que le puedo poner a la película es que la elección de ciertas canciones en algunos casos me parece chirriante. Pero nada más.

En cuanto a la película y el cómic, sólo decir que muestra un mundo que pudo ser el nuestro, con unos vicios y virtudes que sí son los nuestros, y con unos héroes dramáticamente humanos que superan la apatía y cobardía media para intentar hacer un mundo mejor, cada uno desde un particularísimo punto de vista. Si a esto se le añade que, latiendo bajo las peripecias de los Watchmen, Moore reflexiona sobre interesantes cuestiones políticas, sociales y psicológicas con una contundencia y sutileza magníficas, nos hallamos ante una obra y un film altamente recomendables.
Por último, sólo me queda revelar y destacar a mi personaje favorito tanto en la obra de Moore y Gibbons como en la película de Snyder: Rorschach, antihéroe inolvidable, sociópata y psicópata que combate el Mal (y todos los vicios y depravaciones que bullen en su nausebunda estela) con una convicción y contundencia tan políticamente incorrecta como necesaria en la ficción y fuera de ella; el único de todos los Watchmen que no acalla su conciencia, el único que se mantiene suicidamente íntegro y letalmente honesto hasta el final, el único que respeta de verdad los ideales que otros dejaron de preservar. No en vano, aun siendo desagradable, sádico y huraño, Rorschach es el verdadero triunfador del épico drama que Moore y Snyder nos han regalado por vías diferentes. Basta con esperar a la última viñeta/escena de "Watchmen", esa magistral novela gráfica, esa fantástica película.