jueves, 29 de enero de 2009

Las reses

La Cow Parade ha sido víctima de las reses. Esta curiosa, original, llamativa y artística iniciativa se inició en 1988 en la ciudad suiza de Zúrich, y ha pasado en 50 ciudades de todo el mundo, entre ellas Nueva York, Londres, París, Sao Paulo, Buenos Aires o Tokio, en las que unos 200 millones de personas han disfrutado con estas peculiares vacas...pero claro, tenía que venir a Madrid...y así ha pasado lo que ha pasado: que la capital de España tiene el dudoso honor de ser un nefasto y difícilmente superable ejemplo de vandalismo y falta de respeto. Madrid, matadero del civismo, UVI de la educación. ¿Y todo por culpa de quién? De las reses, obviamente.

¿Qué reses? Pues las que conforman esa infame y deleznable manada integrada por escoria antisistema, turba grafitera, estúpida muchachada de papá (y la madre que los parió), infames borrachos o drogados con afán de pasar a una pútrida posteridad, graciosos cuyo mejor chiste podría ser fenecer y demás bestias antropomórficas que hacen de su vida un insulto y evidencian algo igualmente nauseabundo: Que en la sociedad en general, España en especial y Madrid en particular, los valores brillan por su ausencia y que la libertad sin freno ni justo castigo ha horadado las bases del respeto, en todos los ámbitos.

Alguien debería pararse a pensar que valores como el civismo no se enseñan con ridículas asignaturas impuestas por la bobería "progre", que las virtudes se aprenden por convencimiento, en el mejor de los casos, o por conveniencia, en el peor; que uno de los principales rasgos distintivos entre el ser humano y el resto de seres vivos es que, supuestamente, somos civilizados. Alguien debería pararse a pensar que la demagogia psico-progre y el desaforado libertinaje postmoderno son dos tumores que están echando a perder cosas tan indispensables como una mínima educación y una básica cultura. Alguien debería pararse a pensar qué significa ser padre o maestro. Alguien debería pararse a pensar qué tipo de sociedad y comportamientos están desarrollándose cual metástasis en las últimas décadas, gracias a la pasividad, cuando no el aliento, de incluso los medios de comunicación. Alguien debería pararse a pensar que ya está bien de paños calientes y miradas evasivas.

Yo tengo claro que, hoy por hoy, la multa, el castigo y/o la reprimenda física deberían ser herramientas sine qua non para domesticar (porque educar es misión imposible) o erradicar a la marabunta que tiene en iniciativas como la Cow Parade un triste escaparate para sus miserias. Porque esas reses, las que caminan sobre dos piernas y pastan a sus anchas gracias a que todo el mundo se la coge con papel de fumar o prefiere apostar por la gilipollez supina, para mí se merecen un destino que en el mejor de los escenarios sería limpiar de por vida con la lengua y las manos atadas las letrinas de cárceles, el suelo de las aceras, el alicatado de baños de carretera y pubs nocturnos, y el tafanario de elefantes africanos.

Mas...¡qué diantres! ¿Por qué evitar a esas viles reses el mismo cruel destino que tienen las apacibles bovinas? Denme una razón...Esperen. Ya la tengo: ¿Que esa escoria no vale ni para hacer carne de hamburguesas?

Bondad

Bondad: "(Del lat. bonĭtas, -ātis). 1. f. Cualidad de bueno., 2. f. Natural inclinación a hacer el bien, 3. f. Acción buena., 4. f. Blandura y apacibilidad de genio., 5. f. Amabilidad de una persona respecto a otra". No es la mejor película del año, no es siquiera una gran película, pero es una película muy bonita. Estoy hablando de "Siete almas", film que vi ayer por la tarde.

Su mayor (o mejor o único) fuerte no lo encontraremos en los apartados técnicos, ni en su guión (quizás previsible y con algunas lagunas injustificadas), ni en su reparto (en el que, en mi opinión una entrañable Rosario Dawson se come sin grandes alardes a un Will Smith con pocos matices). Su principal virtud está en lo que transmite, aunque sea con evidente efectismo y sensibilidad prefabricada, al espectador: el placer de hacer el bien en el mundo en que vivimos, el asombro de ser rotunda y radicalmente altruista en la sociedad actual, la sublimación de querer sin interés personal, la inmolación en la bondad. Algo de lo que no se habla o tal vez no se quiera o no importe hablar. Algo que merece la pena, cuando menos, tener presente siempre en nuestra vida diaria y en nuestra concepción de qué podemos hacer en este mundo. Algo ante lo cual, sólo cabe quitarse el sombrero y hacer examen de conciencia.

Ser de verdad una buena persona hoy en día es algo tan inusual, estrambótico y quijotesco que verlo plasmado en el cine conmueve y asombra. Es algo triste pero al mismo tiempo motivador para que todos intentemos emular a Ben Thomas, el protagonista de "Siete almas" y que la ficción sea superada por la realidad.

Yo, por desgracia, estoy lejos de ser alguien como Ben Thomas, pero me gustaría muchísimo serlo e intento, cada día, acercarme un poco más a ese gigantesco corazón. Y lo intento recordando y honrando las magistrales lecciones que me dieron excepcionales personas que han formado o forman parte de mi vida. Gente que da un sentido inexplicable y oceánico a la palabra "bondad". Nombres por los que merece la pena vivir y, más importante aún, dar la vida y todo lo que forma parte de ella.

En resumen, yo, después de ver "Siete almas", también querría ser Ben Thomas, con todas las consecuencias.

domingo, 25 de enero de 2009

Mi nombre es...esperanza

Es una de las más firmes candidatas a llenar titulares la noche de los Óscar, es una historia que merece la pena contar y es una película impecable: Mi nombre es Harvey Milk. He de reconocer que anoche, antes de que empezara el film, tenía más prejuicios en su contra que expectativas a favor, puesto que me esperaba una película panfletaria, sesgada y maniquea. A la salida del cine, estaba plenamente convencido de haber visto una película valiente, interesante, honesta, creíble, vibrante y con tantas virtudes que sólo puedo decir que todos los premios que se lleve (incluidas las célebres estatuillas doradas) los tendrá más que merecidos. Gus Van Sant dirige con talento y tino una película a medio camino entre el biopic y el documental interpretada por un reparto en el que hasta los figurantes bordan sus apariciones a la sombra de un inconmensurable Sean Penn, que regala todo un soberbio recital interpretativo (y van...). La vida de este tenaz y carismático activista y político gay, abanderado de las minorías en los convulsos EEUU de los '70 y paladín de los derechos de l@s homosexuales, trasciende el mero ámbito sexual, histórico, geográfico y cinematográfico porque Harvey Milk, al igual que tantos malogrados prohombres que han escrito con sangre el final de su existencia, no es sino un mártir de la esperanza, que, como bien claro deja la estupenda película, fue el motor de su incansable lucha e imperecedera ilusión.

En mi opinión, la película deja al espectador tres interesantes reflexiones:

  1. La única minoría deseable en una sociedad es la de quienes no respetan las diferencias. Todo el mundo tiene el derecho (y me atrevería incluso a decir que el deber) de ser diferente. Los seres humanos nos hacemos grandes en la diversidad y justos en el respeto al otro. Cada vez que alguien ha querido olvidar eso, la Humanidad ha dado un paso atrás.
  2. La lucha por la Libertad y el respeto a los Derechos Humanos no es tarea de los agraviados sino de todos los que tienen voluntad de hacerlo, porque si la injusticia no hace distinción, tampoco la deben hacer quienes quieran combatirla. Y, para ello, no hace falta poseer riqueza, poder, prestigio o medios. Sólo se necesita una cosa: Querer, de corazón. Porque la pugna contra la privación de Derechos Humanos y la coacción de la libertad no es una disputa para ganar o perder, sino para luchar, luchar y luchar, porque sólo luchando estamos haciendo lo correcto.
  3. En la película, Harvey Milk incide con cierta frecuencia en la necesidad de dar esperanza a los demás por un motivo que también se resume en una frase pronunciada por el genial Sean Penn en una escena: "Una persona pueda perfectamente vivir sin esperanza. Pero vivir sin esperanza no tiene ningún sentido". Y éste es, a mi entender, el gran mensaje de la película: nadie puede consentir que algo o alguien nos prive de aquello que nos da aliento y motivo para querer vivir y disfrutar de lo que la vida nos depare; nada ni nadie puede obligarnos a desprendernos de nuestras ilusiones y proyectos; que sólo nosotros podemos decidir qué hacer con nuestros sueños; que garantizando la esperanza estamos garantizando un derecho tan importante como el de la vida: el derecho a sentirse vivo.
Harvey Milk murió tiroteado. Sus logros quedaron para la posteridad. Su lucha por la libertad y los Derechos Humanos, por no extinguir la esperanza, sea cual sea, continúa...en ti, en mí, en tod@s.

sábado, 17 de enero de 2009

Deuteronomio 7:1-2

Dos niños han muerto. Dos hermanos. Dos refugiados. Dos inocentes. Y hoy son noticia, mañana un número (más de mil) y pasado, un amargo y marginal recuerdo. No seré yo quien defienda a un pueblo, como el palestino, que alberga a individuos capaces de salir a la calle y bailar jubilosos para festejar el 11-S. Pero sí seré yo quien ataque a un pueblo, como el israelita, que hace lo que le sale del Talmud, que mata moscas a cañonazos, que sólo ve el mal en lo ajeno, que ha sacado una deleznable y fructífera rentabilidad a su proverbial victimismo y que si no fuera por la silenciosa o velada aquiescencia de Estados Unidos, habría tenido más de un justo castigo.

El problema de Oriente Próximo es que es el resultado de un histórico cúmulo de despropósitos: una vergonzosa e ineficaz diplomacia internacional con vocación de orquesta desafinada, la creación forzada y forzosa de un Estado, la amplia difusión y el masivo calado de tópicos erróneos y mentiras demasiado peligrosas, la interesada conservación de una inestabilidad que da argumentos a unos y a otros para seguir apagando el fuego con gasolina, la explosiva fricción (que no convivencia) de religiones (caldo de cultivo del terrorismo), y, sobre todo, la actitud chulesca y provocadora, propia de matón, de una nación incapaz de solucionar sus propios problemas: Israel, cuyas acciones han obtenido el macabro logro de que alguien pueda morir de puro miedo en Gaza.

El principal problema de Israel no está en los belicosos palestinos ni en el abominamble terrorismo islamista ni en el Corán (que, dicho sea de paso, tampoco es el texto más tolerante y pacífico que se pueda leer...). El principal problema de Israel está en que sólo se acuerda de los Derechos Humanos cuando rememora su diáspora, clama contra las sucesivas expulsiones de los judíos, denuncia el antisemitismo, o llora por la infernal Solución Final. Un problema que hay situar en su justo y eterno contexto: los israelitas siempre han estado más pendientes de lloriquear, dar pena y autocompadecerse que de hacer autocrítica y preocuparse de ser mejores personas que quienes les hostigan o aniquilan. Comportarse como si el mundo y las Historia estuvieran en permanente deuda con ellos, como si esperaran escuchar a cada segundo "Perdón" y recibir palmaditas en la espalda, como si estuvieran por encima del Bien y del Mal por todo lo que han sufrido, no es la mejor receta para evolucionar ni como Estado, ni como cultura, ni como seres humanos. Vamos que vestirse de Calimero para actuar luego como Terminator, no es muy coherente y, menos aún, plausible. ¿Me explico? Porque a ver quién es el portakipá que me dice, sin que se le caiga la cara de vergüenza, que todos los muertos (más de un millar) en su última "ofrenda vecinal" a Gaza eran terroristas peligrosísimos. Si ésa es la mejor forma de calmar los ánimos y zanjar el problema del terrorismo, yo soy Elvis Presley, hijos de Yahvé. Claro que, si lo que quiere Israel es tener una fuente constante de problemas que alimenten el secular rol de los judíos como víctimas de desgracias, lo están haciendo fetén. Y,ante este panorama, dejo una pregunta en el aire, para que cada cual la responda: ¿Son los judíos víctimas de sí mismos?

Sí, es una jodienda colosal ser los protagonistas de muchos de los sucesos más lamentables y trágicos de la Historia Universal y sí, a cualquier persona de bien se le encoge el alma y llora viendo "La lista de Schlinder", "La vida es bella" o "El pianista" y leyendo el "Diario de Ana Frank", pero ¿qué quieren que hagamos? ¿tenemos que concederles por ello una inmunidad "ad aeternum"? No, judíos míos, no. Les respetaremos, aplaudiremos o criticaremos si se lo merecen, como cualquier persona. Y, francamente, otra cosa no, pero críticas, se las están ganando a conciencia por su comportamiento en las últimas décadas, ya que Israel parece empeñado en comportarse con la misma indecencia y crueldad que el monstruo que desgarró el mundo con su esvástica. Israel hace años que ha convertido la estrella de seis puntas en una sádica mira telescópica y, ante algo así, uno no puede evitar sentir la misma repugnancia y aversión que tiene contra los yihadistas, los nazis, el Ku Klux Klan, ETA, y demás escoria que mancilla el aire que respira y el suelo que pisa.

Yo, en el caso de ser ciudadano de Irsael o de credo judío, me preguntaría cuándo eran mejores personas: cuando sufrían como víctimas o cuando actúan como verdugos. Si la situación actual es el camino en el que han desembocado el éxodo y el holocausto, los judíos no han aprendido nada, absolutamente nada. O, quizás, es que lo único que han querido aprender es lo siguiente: "Cuando el Señor, tu Dios, te introduzca en la tierra de la que vas a tomar posesión, él expulsará a siete naciones más numerosas y fuertes que tú: a los hititas, los guirgasitas, los amorreos, los cananeos, los perizitas, los jivitas y los jebuseos. El Señor, tu Dios, los pondrá en tus manos, y tú los derrotarás. Entonces los consagrarás al exterminio total: no hagas con ellos ningún pacto, ni les tengas compasión" (Deuteronomio 7:1-2).

jueves, 8 de enero de 2009

Vanity Brain

José María Aznar. Presidente. Antes, de un magnífico Gobierno. Ahora, de una controvertida fundación. De político ejemplar a divo autocomplaciente media la misma distancia que de prudencia a soberbia. Yo, fiel defensor y admirador de Aznar durante su actividad política (al menos hasta que perdió el norte y la chaveta), he logrado resistirme a comentar sus últimas andanadas porque pienso que cada cual tiene derecho a equivocarse si con eso expresa su opinión libremente. Pero hay errores y errores. Y del de su entrevista "Vanity Fair" es un error de esos que puede provocar un sarpullido, una carcajada, una tos nerviosa, un sonrojo o todo ello a la vez. Dichas declaraciones constituyen una evacuación de vientre intelectual sólo comparable a la elección de José Luis Rodríguez Zapatero como responsable de algo (este humanoide sólo puede ser culpable), la decisión de hacer recaer el peso del PP sobre los barbudos hombros de Mariano Rajoy o la producción de programas y series que exuda Telecirco. Así pues, vamos a la enjundia, que tiene guasa.

Calificar a George W.Bush de "gran estadista" es la mejor ironía y el sarcasmo más idóneo para resumir la aportación de este individuo a la Historia de la política estadounidense e internacional. La cuestión es que Aznar lo ha dicho en serio, lo cual, le postula como un fantástico "humorista a su pesar". Vamos, que ha dicho algo que, al menos públicamente, no ha afirmado nadie de la familia de Bush ni de su propio partido ya sea porque no lo piensen o porque, por pura sensatez y vergüenza, no se pueda decir a los cuatro vientos. Muy bien, Chema, muy bien. Bush, gracias a tu loa, ha ascendido sin duda al avieso elíseo donde encontrará compañeros como Hitler, ese gran filántropo semita, Joseph Merrick, eterno Míster Universo, o Torquemada, famoso libertino librepensador. Para rematar esa declaración de amor platónico, incondicional y unilateral, has dicho que el excepcional mentecato "está viviendo la hora de la ingratitud". Ahí no estoy de acuerdo, José María. No, majo, no. Yo creo que todo el mundo, geográfica y figuradamente, está y estará durante unos cuantos años en deuda con Bush, gracias a su imborrable legado, desbordante de astucia, habilidad, talento y sensibilidad. Lo cual me lleva a asociar mentalmente a Bush con Rodríguez Zapatero. Curioso, ¿verdad? Ya ven, la idiotez es universal. Sea como fuere, tú tranquilo, Aznar, que de Bush todos nos acordaremos tanto o más que tú. Claro que acordarse de alguien no significa necesariamente echarle en falta...

Pero hete aquí que la mente preclara del ex presidente español soltó otras dos perlas, demostrando la misma sensatez que en su "I love you, George", y ambas referentes a un hombre del que, de momento, sólo se pueden decir algunas cosas buenas y ninguna mala, básicamente porque no se ha sentado aún en el Despacho Oval: Barack Obama. La primera de las tarascadas es decir que su victoria es un "exotismo histórico" , puesto que habilita demasiadas lecturas negativas como para desaconsejar esa expresión, por elegancia, por prudencia y por sensatez. Un exotismo histórico (e histérico) sería que, por ejemplo, Boris Izaguirre llegara a la Casa Blanca, pero no un político que, de momento, no porta mácula alguna y sí mucha esperanza. ¿Se entiende la diferencia? Pues eso. Mejor harías, Josema, en hablar de contrastadas majaderías históricas como tu elección de Mariano Rajoy como líder de la (no)oposición, porque, estarás de acuerdo conmigo, Chemita, en que Rajoy es la mejor campaña electoral que ha tenido el PSOE en toda su historia. Básicamente porque gracias a tu delfín (más tirando a manatí) vamos camino de los ocho años de (des)gobierno de un ser antropomórfico que por valía intelectual y humana lo normal es que a estas alturas estuviera haciendo figuritas con sus propias heces. Ya ves, José María, el tándem Zapatero-Rajoy sí que es un exotismo histórico, y de los grandes. No hacía falta irse a Estados Unidos para encontrar verdaderos "exotismos".
La otra perla con regusto a imprudencia del prohombre de FAES es afirmar que Obama es un "previsible desastre económico". Fetén, Aznar. Ya que estás, dime los resultados de la próxima quiniela y la combinación ganadora del Euromillón, porque aventurarse de esa forma tan rotunda y temeraria en predecir el futuro sólo está al alcance del Oráculo de Delfos. Yo pensaba que las críticas fundadas se hacían a posteriori y no a priori, pero oye, que yo como adivino tengo tanto futuro como trapecista, así que...estaré equivocado ¿no?

De todos modos, no toda la entrevista de Aznar merece ser carne de papelera, pues dice cosas que maquillan el patatal opinativo e, incluso, son acertadas (algo de sensatez debía quedar de sus tiempos de brillante político), como por ejemplo: "la victoria de Obama es la prueba de que el sueño americano existe, por mucho que algunos se empeñen en decir que la crisis ha acabado con él", "Las renovaciones de los partidos se hacen integrando, no excluyendo. Así lo hicimos al menos en mi época y salió bien", o "Es cierto que existe una crisis de liderazgo muy importante ahora en España que no existía hace unos años". Mas, pese a ello, las declaraciones del ex presidente son un argumento irrefutable para dar plena vigencia a aquello de "Si lo que tienes que decir no es más bonito que el silencio, no lo digas". En fin, José María, cuidado, que te pierdes, que te pierdes...