jueves, 3 de mayo de 2007

Mala saña

A los madrileños no les hace falta luna llena. Basta con que sea 2 de mayo para que algunos hagan su particular homenaje a los ancestros que se sublevaron en 1808 contra nuestros queridos vecinos franceses, por entonces de visita indefinida en nuestro país. Naturalmente, no me estoy refiriendo a los aburridísimos actos oficiales "ad hoc", sino a las refriegas nocturnas acontecidas en el barrio de Malasaña las noches del 1 y 2 de mayo. Discutir sobre quién inició las hostilidades (nunca mejor dicho, puesto que se repartieron más hostias que en una misa en San Pedro Vaticano) es dirimir si fue antes el huevo o la gallina. El tema del "botellón sí, botellón no" es un mero pretexto para maquillar las verdaderas cuestiones de fondo: un problema de educación (mala), por un lado, y un problema de abuso de autoridad, por otro; porque lo que es innegable es que hubo dos facciones de descerebrados que en las inmediaciones de la Plaza del 2 de Mayo actuaron con mala saña y eso es lo realmente bochornoso y vergonzoso:
  • Las hordas: Honestamente, me da vergüenza y asco compartir categoría de "joven" con esas bandas de gañanes, berreantes, asilvestrados, borrachos, cerdos, anormales y trasnochados que aprovechan la mínima para montar la versión cañí de la toma de la Bastilla. Me refiero a esos jóvenes que amparándose o no en alguna ideología (ya sea de izquierdas, anarquista o antisistema), envalentonados o no por sustancias que en el mejor de los casos son alcohólicas y aprovechando la anónima libertad de la masa demuestran que su educación está a la altura de su valía moral y personal. Son estar hordas de zombis nauseabundos y gritones, chulos de pacotilla, apóstoles de la estupidez humana, heraldos de la vergüenza y costras del retrete social los que hacen que paguen justos por pecadores y que a cantidad de padres, tutores y maestros se les quede cara de tontos. Esta escoria, físicamente apestosa e intelectualmente deleznable, es la que, con la excusa más fútil, destroza el mobiliario urbano, rompe el silencio con estúpidas berreas, micciona donde les sale de la vejiga o se acuesta con la satisfacción moral de "Jo, tío, le dao un botellazo al madero, ¡cómo molo!" o "He quemao un contenedor, ¡que se joda la sociedad!". Y no es un problema de clase social, ojo, porque en estas turbas encontramos desde "el hijo del obrero" hasta el "niño bien" que se viste de zafio y actúa como tal porque es muy "in". El problema es de educación y vergüenza, cualidades de las que carecen esos batallones de heces antropomórficas que desconocen que la libertad empieza por el respeto y montan ciscos como los de Malasaña. ¿Solución? Desde luego no pasa por "Supernannys" ni payasadas psicológicas ni "Déjale, está en la edad". Yo optaría por mandarlos al zoo, que es donde deberían estar, o, en su defecto, a un reformatorio hasta que peinen canas. No obstante, ya que se decantan por dedicar su vida a parecer neanderthales, sugiero y recomiendo vivamente desde aquí que, para fraguarse ese sensacional porvenir de nulidad, comiencen rompiendo los muebles de su casa, orinando en el salón, pintando el dormitorio de sus padres, quemando el retrato familiar y atacando a su progenitor, con la esperanza de que éste sea cinturón negro en cualquier arte marcial. Por último, y dedicado al ilustrado que pintarrajeó en Malasaña "Dos de mayo de 1808: Echamos a los franceses. Hoy: Echamos a los maderos" : Querido necio, la próxima vez que cojas un libro, en lugar de quemarlo o comértelo o fumártelo, léelo.
  • La policía: Mi visión de nuestra policía (tanto nacional como municipal) en el mejor de los casos es un cruce de "Loca Academia de Policía" y "El planeta de los simios". Dicho esto, he de confesar que al ver ciertas actuaciones policiales no sé si estoy viendo una batalla de orcos de "El Señor de los Anillos" , un lance de fútbol americano o una manifestación de gorilas. Estos guardianes de la ley y el orden deberían saber que existe una regla muy útil para evitar meterse en camisas de once varas: "Un porrazo es aviso. Dos, coacción. Tres, paliza. A partir de cuatro, búscate un buen abogado". Claro que para entender esta regla, habría que saber contar y sumar...En fin. Yo tengo la particular teoría de que la policía sólo saca a relucir su ¿valentía? cuando menos debe y contra quienes menos se lo merecen: se ponen gallardos en pacíficas manifestaciones o zumban cual piñata a un tío mamao y en cambio se quedan haciendo el don Tancredo ante proetarras descerebrados, skins psicóticos, yonquis enmonados, gitanos iracundos y demás fauna delictiva. Y hablo con conocimiento de causa. Que la policía haga cumplir la Ley requiere que unas veces sean valientes y estoicos otras, porque ambas cosas van con el sueldo y el uniforme. El problema es que hay uniformados que deben creer que el estoicismo debe ser un regate de Stoichkov y así nos va...Lo ocurrido en Malasaña requería, además de una mínima organización, estoicismo, mucho estoicismo...pero en su lugar montaron unos Sanfermines en los aledaños de la Plaza del 2 de mayo. Una de las imágenes, de cinco policías apaleando en el suelo a una persona (desconozco si protagonista de la jarana o ajeno a ella) habla bien a las claras de cómo actuó la policía. Así pues, estos oradores del "cagüentó" e intelectuales de la porra, artistas de la "vista gorda" arbitraria, mastuerzos con placa y adalides del "Golpea primero, pregunta después", me merecen la misma consideración que las hordas arribas citadas. Se les paga para que aguanten con tino situaciones como esa y no para que jueguen al béisbol con cualquier persona no uniformada. Se les paga para establecer el orden de la manera más eficaz y pacífica posible y no para que tornen una refriega en un pandemónium de cuidado. Se les paga para que sean sensatos y un ejemplo a seguir y no para que se comporten como toros en un encierro. Dicho esto y volviendo al tema, me parece fetén que se haga respetar la ley (para eso están) y si ésa es la Ley Antibotellón, pues perfecto. ¿Que unas hordas de bastardos te plantan cara? Pues nada, a por ellos con mesura, porque detrás de los gritos y las barricadas sólo hay una banda de cobardes.¿Que se tiene que utilizar la fuerza para disolver a la marabunta? Muy bien, pero de forma selectiva y acertada, no atizando al vecino que vuelve a su casa, al chaval que va a por su coche, a la pareja que acaba de salir de un garito, al "Oiga señor agente, me podría indicar...". Creo que el concepto está claro e, igualmente, pienso que todos, salvo el clásico mentecato sindicalista de la policía o el chulo de turno, estamos de acuerdo. Si los agentes quieren descargar tensión, para eso están los camastros, los spas y los gimnasios. Y si lo que quieren es demostrar hombría de esa forma y "lo bien que los tengo puestos" que se vayan a zurrar a los gorilas de lomo plateado, que tienen idéntica actitud, a ver quién es más macho.

Aclarado que ambas actuaciones son tan bochornosas como injustificables, sólo cabe desear que el próximo 2 de mayo no se desayunen porras en Malasaña sino churros en San Ginés y que los jóvenes no sean letrinas indómitas en su tiempo libre ni la policía mamelucos sin Goya que los pinte.

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