J.R.R. Tolkien vuelve a la gran pantalla, Peter Jackson a la Tierra Media y Gandalf, Bilbo y demás tropa vuelven a nuestras vidas. Eso es lo que
supone El Hobbit: un viaje inesperado, primera entrega de la nueva
trilogía con la que el director neozelandés vuelve a llevarnos a ese universo
que adoptó y magnificó para el cine con su ya mítica, archipremiada y
taquillerísima El Señor de los Anillos.
Compartiendo todas las virtudes-aciertos y los
defectos-errores que se le podían atribuir a aquélla, El Hobbit, es una
película que completa y expande (a todos los niveles) la saga
cinematográfica sobre la Tierra Media que Peter Jackson.
Basado en la obra homónima que, con permiso de El Silmarillion, El Hobbit constituye la precuela de referencia para
todo lo visto (y lo no visto, que dirán los detractores) en El Señor de los
Anillos cinematográfico. Ambientada sesenta años antes de los hechos por
¿casi? todos conocidos (ya sea por los libros o por las películas), esta
película supone una antesala ideal para poner en mejor contexto, perspectiva
y valor todo lo que ocurre después con Frodo, Aragorn y compañía. En ese
sentido, creo que funciona perfectamente con los cometidos de toda precuela:
conocer más y mejor; descubrir algunas preguntas e interrogantes que
quedaron/quedarán resueltas en la historia central y explicar algunas
cuestiones del pasado que implícita o explícitamente configuran la
intrahistoria que integra todos los sucesos ocurridos desde Bilbo hasta Frodo
Bolsón. Todo ello siguiendo un esquema muy similar: tenemos nuevamente
una misión que parece suicida-imposible (en esta ocasión, recuperar el tesoro de Erebor), una pintoresca compañía de héroes dispuestos a
emprender ese viaje (el del héroe), un mentor-padre-guía que vale más por lo
que calla que por lo que dice/hace (Gandalf), un mal acechante y polimórfico
(los trolls, El Gran Trasgo, Azog el Profanador, El Nigromante, Smaug, Gollum...) y un
hobbit Bolsón como catalizador de todo.
Pero es que, aparte de ser una estupenda “expansión del
puzzle” de El Señor de los Anillos, El Hobbit: un viaje inesperado
supone un acierto en lo que se diferencia de las otras tres películas. Es
más cuento que cantar de gesta, al cambiar la épica mayestática, colosal y
adrenalítica (aquí más presente en flashbacks que en la acción del
presente) que caracterizaba a la trilogía original por una aventura más
modesta, cómica, entrañable y volcada al entretenimiento para todos los
públicos. Es más una película de grandes huidas más que de grandes batallas. Incluso los personajes-puente entre ambas historias como Gandalf,
Saruman, Galadriel, Elrond, Gollum y el propio Bilbo aparecen de una forma que, aunque
sea con un sutil detalle, es distinta a como los conocimos, lo que contribuye a
dar una sensación de marco evolutivo-histórico bastante logrado. ¿Esta
diferenciación es mejor? ¿Es peor? Ni una cosa ni otra: es enriquecedor,
necesario y original, en tanto que no ofrece “más de lo mismo”. Y todo ello
sin perder una sensación de homogeneidad en contenido, forma y calidad con
respecto a las tres películas protagonizadas por Frodo Bolsón. Y eso es una
cuadratura del círculo al alcance de muy pocos: mérito de Peter Jackson. Supongo
que algo ayuda el derroche de ingenio y pasión que Jackson evidencia, una vez
más y licencias aparte (que las hay), por lo que imaginó y escribió J.R.R.Tolkien.
Si a todo eso le añadimos que Martin Freeman compone un
Bilbo Bolsón a años luz en cuanto a talento y matices interpretativos de su
sucesor Frodo (interpretado por Elijah “Carapasmo” Wood), que Ian McKellen parece disfrutar como un
cabrón actuando magistralmente y que el resto del elenco no desmerece en ningún
momento a las estrellas de la trilogía previa, esta película es a las
precuelas lo que El Padrino II es a “Segundas partes nunca
fueron buenas”.
Por otra parte, me gustaría decir algo respecto a la polémica y críticas que hay en torno a esta película acusándola de "blanda", "simplona", "infantil", "menor", etc. La historia (literaria y cinematográfica) de la Tierra Media que comienza con El Hobbit y finaliza con El Retorno del Rey tiene mucho de paso de la infancia a la madurez. Es el relato de cómo todo un mundo y quienes lo habitan pierden la tranquilidad, seguridad y felicidad y de cómo las recuperan. Es una historia iniciática en tanto que cuenta la pérdida de la inocencia y la conquista de la experiencia. Es el relato del descubrimiento del mal y la oscuridad, de cómo llegan las tinieblas a nuestras vidas y qué hacemos cuando eso pasa, de cómo la vida cambia y nos cambia. Es una historia que, en el fondo, de lo que nos está hablando es de qué es crecer y madurar, influida eso sí por la filosofía cristina de Tolkien (mejor explicada en los vicios y defectos de los enemigos y némesis que en las virtudes de los héroes). Por todo ello, lo más lógico es que El Hobbit constituya, ya desde su base literaria, un inicio más virginal y simple donde se nos presenten personajes y tramas propias de un estadio "infantil" para irse adentrando poco a poco en un desarrollo más oscuro, complejo y dramático, propio del mundo "adulto", que es lo que representa y culmina El Señor de los Anillos. De no haber sido así, de haber tenido todo el mismo tono desde el principio no habría habido evolución, crecimiento ni, por tanto, credibilidad ni enseñanza que extraer de esta historia de la Tierra Media. ¿Es El Hobbit más simple e "infantil" que El Señor de los Anillos? ¡Claro! No podía ni tenía que haber sido de otro modo.
Por otra parte, me gustaría decir algo respecto a la polémica y críticas que hay en torno a esta película acusándola de "blanda", "simplona", "infantil", "menor", etc. La historia (literaria y cinematográfica) de la Tierra Media que comienza con El Hobbit y finaliza con El Retorno del Rey tiene mucho de paso de la infancia a la madurez. Es el relato de cómo todo un mundo y quienes lo habitan pierden la tranquilidad, seguridad y felicidad y de cómo las recuperan. Es una historia iniciática en tanto que cuenta la pérdida de la inocencia y la conquista de la experiencia. Es el relato del descubrimiento del mal y la oscuridad, de cómo llegan las tinieblas a nuestras vidas y qué hacemos cuando eso pasa, de cómo la vida cambia y nos cambia. Es una historia que, en el fondo, de lo que nos está hablando es de qué es crecer y madurar, influida eso sí por la filosofía cristina de Tolkien (mejor explicada en los vicios y defectos de los enemigos y némesis que en las virtudes de los héroes). Por todo ello, lo más lógico es que El Hobbit constituya, ya desde su base literaria, un inicio más virginal y simple donde se nos presenten personajes y tramas propias de un estadio "infantil" para irse adentrando poco a poco en un desarrollo más oscuro, complejo y dramático, propio del mundo "adulto", que es lo que representa y culmina El Señor de los Anillos. De no haber sido así, de haber tenido todo el mismo tono desde el principio no habría habido evolución, crecimiento ni, por tanto, credibilidad ni enseñanza que extraer de esta historia de la Tierra Media. ¿Es El Hobbit más simple e "infantil" que El Señor de los Anillos? ¡Claro! No podía ni tenía que haber sido de otro modo.
En definitiva, El Hobbit más que un viaje
inesperado ha sido una espera que ha merecido (y mucho) la pena. Tanto como
la segunda entrega que llegará el año que viene por estas fechas. Seguro.
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