El pasado viernes 8 tuve la oportunidad de ver el evento “Thinking Party 2011”, una más que interesante jornada en la que un variopinto grupo de conferenciantes procedentes de distintas disciplinas profesionales ejemplificaron con sus vivencias y pensamientos que no existe una realidad única y objetiva, sino un rico y heterogéneo compendio de realidades subjetivas conformadas por la percepción y las experiencias de cada persona, como resumió perfectamente el filósofo Ortega y Gasset cuando dijo: "Hay tantas realidades como puntos de vista". Una aseveración que va directa contra la línea de flotación de quienes se creen en posesión de verdades incuestionables u opiniones irrefutables y que abre las puertas del éxito a quienes quieren triunfar personal y profesionalmente sin renunciar a todo aquello que le hace ser quien es.
Lo cierto es que jornadas como la “Thinking Party 2011” permiten comprobar gratamente cómo el talento puede anidar en cualquier parte, independientemente de la edad, el físico, la formación y el desempeño profesional. Por lo cual, el problema no es si hay talento o no, sino el trato que se le da. Actualmente, hay quien prefiere cercenar al talento para convertirlo en mera eficacia, desestimarlo a favor de “lo convencional” a la hora de educar, travestirlo de normalidad para evitar la diferenciación, disolverlo en rutinas, ahogarlo en trámites burocráticos y/o, directamente, ningunearlo por considerarse un rasgo “subversivo”. Por eso, da gusto escuchar testimonios de personas que, gracias a que alguien confió en ellas para darles una oportunidad o a que se la crearon por sí solas, han triunfado haciendo de su talento su herramienta de trabajo. ¿Pero qué es el talento? Quizás sea la cualidad para realizar bien una tarea o actividad, quizás sea la capacidad para hacer algo que los demás no hacen, quizás sea la creatividad para convertir lo inesperado en éxito, quizás sea la voluntad de querer ser distinto sin que ello signifique ser “más” o “menos”…quizás sea todo ello. Y esto me lleva a recordar cierta frase de una fantástica película, "Ratatouille", producto de una empresa donde, por cierto, la confianza en el talento es santo y seña como es Pixar: “El mundo suele ser cruel con el nuevo talento, las nuevas creaciones; lo nuevo necesita amigos”. Bienvenidos sean pues escaparates como este evento en los que se permite mostrar, reivindicar y compartir el talento sin miedos, complejos ni restricciones.
Llegados a este punto, conviene añadir que la “Thinking Party 2011” supuso el broche al ciclo de conferencias “Entendiendo los cambios”, organizado por Fundación Telefónica, y que a lo largo de este año y de la mano de destacados ponentes internacionales ha analizado desde distintas perspectivas esta sociedad asentada en la constante y mutante vanguardia que habilitan las nuevas tecnologías. Unas conferencias que se podrían cristalizar en las siguientes reflexiones:
- Si te centras en lo que dejas atrás, no podrás ver lo que tienes delante.
- Lo único predecible es que la vida es impredecible.
- El cambio está en nosotros.
Unos conceptos francamente interesantes y que cuya procedencia no hay que buscar en grandes estrados sino, de nuevo, en el maravilloso film "Ratatouille". Pero, volviendo al ciclo, lo que queda claro es que no hay que tener miedo al cambio o a los cambios, sea cual sea el contexto del que hablemos. Y ése es, junto con el trato del talento que comentaba arriba, otro de los grandes problemas de nuestro tiempo: el enorme recelo que despierta todo aquello que signifique novedad, ruptura, innovación. ¿Por qué? Porque no todo el mundo tiene la apertura de miras ni/o el coraje personal suficientes para ver en los cambios oportunidades para mejorar y disfrutar con algo nuevo. Si todo el mundo fuera reacio a cambiar o a permitir los cambios, hoy seguiríamos en cuevas vestidos con pieles y pintando rocosas paredes. Pero, por suerte, no es así y hoy podemos hablar del futuro, al igual que se ha hecho en el ciclo “Entendiendo los cambios”, como algo incierto pero excitante y lleno de oportunidades. Porque es en el futuro donde está la progresión, la evolución y el crecimiento. Porque es en el futuro donde podemos construir nuestras metas, proyectos e ilusiones. Porque es en el futuro donde podemos ser mejores de lo que somos. Porque es en el futuro donde nos esperan nuevos retos que podemos convertir en razones para ser optimistas.
Por todo ello, yo si alguien me pregunta “¿A dónde vas?” haré mía la frase de "Ratatouille" y responderé: “Con suerte, hacia delante”, porque, como dice Anton Ego, “lo nuevo necesita amigos”.
2 comentarios:
Me gustan las tres reflexiones, voy a ver si me las aplico.
Salu2
Muy bueno, es algo que se lleva pidiendo a gritos desde muchos sectores de la sociedad para aplicar en la educación pero lamentablemente hay pocos profesores o padres que se den cuenta de las habilidades de sus hijos o educandos y no les potencian lo que les hace únicos...
Publicar un comentario