sábado, 28 de julio de 2018

"Por los pelos": Elige tu propio asesino

Quedarse en Madrid durante el infernal verano tiene algunas ventajas. Una, por ejemplo, disfrutar de una ciudad desalojada de gente. Otra, poder entretenerse con divertimentos tan gratificantes y refrescantes como la obra Por los pelos de Paul Pörtner, recién estrenada en los madrileños Teatros del Canal.

Shear Madness, que así se titula en inglés, es una comedia policíaca de extraordinario éxito (más de nueve millones de espectadores en todo el mundo), especialmente en Estados Unidos, lo que le ha valido entrar en el Guiness con el récord de comedia no musical con más tiempo en cartelera. ¿La clave de semejante logro? Que el público, además de disfrutar y reírse como meros espectadores, se transforma en parte decisiva de la trama al condicionar con sus preguntas y decisiones el desarrollo y el desenlace de la misma. Es como mezclar una obra de Agatha Christie, un vodevil y uno de los legendarios libros de "Elige tu propia aventura". Algo bastante arriesgado, puesto que requiere de mucho ingenio, complicidad, precisión y capacidad de improvisación en el escenario y mucha agudeza, atención y predisposición en el patio de butacas. ¿El resultado? Dos horas de estupenda diversión.

Se suele decir que en teatro cada función es irrepetible. En el caso de Por los pelos, es literalmente así, ya que esa ruptura de la cuarta pared que permite involucrarse al espectador en la trama hace de cada representación algo simplemente imprevisible, único e inolvidable.

También se suele decir que el arte dramático es, en esencia, un juego. Un juego de la ficción con la realidad y del actor con el espectador a través de los personajes. Por los pelos cumple sobradamente con este espíritu lúdico ya que hace sonreír, reír y disfrutar al público dejándole ir más allá de lo que la mayoría de ficciones teatrales permiten ya que súbitamente la obra pasa de ser una comedia que ves a un "Cluedo" en vivo en el que participas.  

Por todo ello, no cabe más que dar las gracias a L’OM IMPREBÍS y OLYMPIA METROPOLITANA por producir esta nueva versión, a Santiago Sánchez por dirigirla y adaptarla, y, muy especialmente, a Carles Castillo (el estrafalario peluquero y estilista Toni Carreras), Marta Chiner (Bárbara Marcos, la choni-ayudante de Toni), Lola Moltó (la "señora bien" Mª Elisa de Boluda y Agramunt), Carles Montoliú (el anticuario Eduardo Santamarta), Rafa Alarcón (el policía Miki) y el gran Juan Gea (el comisario). Decir que el reparto está estupendo es quedarse corto. ¡Qué ingenio! ¡Qué vis cómica! ¡Qué facilidad para empatizar y conectar con el público! ¡Qué capacidad para improvisar! Lo suyo bien vale no sólo el precio de la entrada sino el patio de butacas lleno (colgaron el cartel de entradas agotadas) y el largo y atronador aplauso que se llevaron como recompensa por su talento y esfuerzo.

¿Pero de qué va la obra? Pues de cómo una jornada cotidiana en una peluquería unisex se ve trastocada por el asesinato de la vecina del piso de arriba, suceso que provoca que los personajes pasen a ser sospechosos y...el espectador a ser simultáneamente testigo, detective y juez. El resto no te lo puedo contar. Será mejor que lo descubras tú. Pocos pasatiempos más divertidos, refrescantes y originales tendrás este verano, al menos en Madrid. 

Y ojo: la función engaña. Me explico: no sólo es que vaya de menos a más sino que además comienza como una comedia ramplona y acaba por ser desternillante. El momento clave está en la ruptura de la cuarta pared, el instante en que el público pasa a formar parte de la propia historia y los actores despliegan todo su arsenal cómico gracias a una espectacular agilidad mental y un innegable talento para improvisar.

En resumen: si Por los pelos no es ya el gran sleeper de la temporada teatral, va a estar cerca de ello. Y muy merecidamente porque no todos los días te dejan sacar el Sherlock Holmes que llevas dentro y elegir tu propio asesino.

viernes, 20 de julio de 2018

Piropos, mentiras y cintas de vídeo

La historia de esta estupidez empieza con otra: la propuesta de Unidos Podemos del pasado 11 de julio de multar los piropos como delito leve, identificándolos como "intimidación sexual en la calle" y exponiendo al piropeador a multas (de tres a nueve meses) y trabajos comunitarios (de 31 a 50 días), de manera que alabar la belleza de una persona sea penalmente lo mismo que ciscarse en su estampa. No sé si semejante majedería se comenta sola pero lo que sí sé es que esa formación con vocación de escobilla de retrete (en lo estético, en lo ético y en lo intelectual) debería recalibrar su escala de prioridades porque España tiene problemas mucho más serios y urgentes que perseguir los piropos o convertir a un dictador en el nuevo Felipe, el hermoso post-mortem. Claro que para eso deberían esforzarse un poco más y proponer cosas menos efectistas y con mayor enjundia, lo cual es algo tan perfectamente descartable como esperar que Pablo Iglesias y el resto de su pandilla basura demuestren algo parecido a coherencia, honradez, etc.

Aclarada la raíz del asunto, vamos al meollo: Al calor de la parida de Unidos Podemos, el programa de Antena 3, Espejo Público, ha perpetrado un reportaje falso con el que tratar de demostrar que ser mujer y caminar por la calle es como ser marine espacial y meterse en un nido de xenomorfos, presentando a los hombres como un híbrido entre un morlock y un gorila en celo. Vaya por delante que nada de esto me extraña en esta época de la postverdad y las fake news y menos aún en un programa como el citado, que es todo un canto al amarillismo. Parece ser que la responsable de esto fue la protagonista del "reportaje", una tipa llamada Claudia García, quien probablemente tiene más de versión low cost de Mónica Naranjo que de periodista, habida cuenta de su exhibición de rigor, seriedad y honestidad en un documento audiovisual que no sólo es cutre y bochornoso se mire por donde se mire sino que además es evidente y patéticamente mentira, ya que los propios tipos que aparecían como piropeadores groseros y soeces no tardaron en destripar que había tanta realidad en ese pseudoreportaje como neuronas en el plató de Mujeres, hombres y viceversa. Así las cosas, el valor sociológico y periodístico de lo perpetrado por Claudia García alcanza el extraordinario nivel de "Para limpiarse las nalgas después de evacuar". Ignoro si toda la polémica que ha levantado este falso reportaje acabará con el despido de la moza y la cancelación del programa pero, de ocurrir así, harían un gran favor al periodismo en general y en España en particular; de momento, Antena 3 ha anunciado que tomará medidas. A ver si es verdad, porque "lo de Claudia García" es un despropósito de principio a fin, un desparrame con vete a saber qué excusa y algo que roza la autoparodia. Ese falso reportaje da sencilla y únicamente vergüenza ajena y asco profesional (soy periodista). Punto.

Volviendo al tema de la pretendida prohibición de los piropos, creo que es una muestra de que la necesaria y urgente sensibilización hacia el respeto a las mujeres en todos los ámbitos y sentidos puede desencadenar, llevada al paroxismo, estupideces contraproducentes y postulados sonrojantes pero que reportan una repercusión bastante notable e instantánea tanto en medios como en redes sociales. Tonterías que, por ejemplo, llevan a entender la cortesía como machismo (se acabó ceder el paso a las mujeres y actitudes similares), el elogio como ofensa sexista (supongo que la belleza estética o el atractivo físico son una maldición que provoca un sufrimiento vitalicio) y el halago como intimidación sexual (imagino que quizá tratar al personal como si fuera un troll de las cavernas es más llevadero y grato). El problema de todo esto creo que radica en mezclar churras con merinas y no es lo mismo una apreciación hecha con educación y respeto que algo perpetrado desde la grosería y la chabacanería más rampantes. No puede ser lo mismo un "¡Qué guapa eres!" que un "Te reventaba a polvos", ni un "Estás espectacular" que un "Dónde están tus padres para darles la enhorabuena", ni un "Te faltan las alas para ser un ángel" que un "Mamasita, ven conmigo para disfrutar con mi pija". No es lo mismo Bécquer que un salido pajillero de mierda. Creo que se entiende lo que quiero decir. Todos los piropos son gratuitos, no todos están justificados ni tampoco son todos pretendidos por quien los "recibe" ni son todos igualmente afortunados, pero de ahí a juzgarlos o descalificarlos todos por igual, va un trecho importante.
Por otra parte, creo que el tema de piropear a alguien, en público o en privado, es algo camino de convertirse en un anacronismo, algo tan en peligro de extinción hoy en día como las buenas maneras y el civismo. Por tanto, me parece que regular el tema de los piropos es algo tan trascendental y urgente actualmente como reglamentar el oficio de sereno.
Además, de seguir así las cosas, con semejante hiperbolización, tergiversación y exageración, lo único que conseguiría todo este feminismo mal entendido es que un hombre ante una mujer, a efectos conversacionales, quede en catalepsia ya que no podría ni ensalzar sus virtudes (porque tendría supuestamente connotación sexista o sexual), ni sus defectos (porque entonces serías un machista aunque lo que estés criticando sean sus gustos literarios) ni siquiera recurrir a eufemismos para una cosa u otra ("curvy" en la boca de un hombre es una falta de respeto y en la boca de una mujer es un vocablo cool para referirse a alguien con sobrepeso antaño calificado como "gordo") ni interesarse por su vida profesional o personal (ya que quedaría automáticamente investido como lobo feroz) ni hablar de sí mismo (porque entonces serías estandarte del régimen heteropatriarcal que obvia a las mujeres y tiene al hombre por centro del universo).

Acabo ya. Espero que antes que tarde la sensatez aterrice en todo este debate, por el bien de todos. ¡Ah! Una cosa más: quien opine que soy un machista, machirulo, ayatolá del heteropatriarcado, paladín de la falocracia o alguna bobada similar, haría bien en leerse mis artículos Por ella(s) y Agradecimiento a La Manada y luego ya si eso discutimos, porque, de lo contrario, me pasaré su opinión por el mismo sitio por el que Claudia García y Espejo Público se han pasado la deontología periodística.

sábado, 7 de julio de 2018

Si haces las cosas mal

La vida está llena de ejemplos de lecciones. Lecciones que tendemos a olvidar porque lo que nos enseñan incomoda a ese niño mimado, egoísta y soberbio que todos conservamos dentro aun cuando la niñez ya desapareció en el retrovisor. Una de ellas y quizá de las más importantes de esas lecciones tiene que ver con hacer las cosas mal. Si haces las cosas mal o, al menos, no lo suficientemente bien, no sólo es posible sino que es muy probable que tu pareja te deje, que te echen de tu trabajo, que tu paciente salga del quirófano peor de lo que ha entrado, que tu comida sea vomitiva, que tu libro sea un ladrillo, que tu canción ofenda al oído, que tu obra no la salve ni ARCO, que tu película no la vean ni tus seres queridos, que tu empresa quiebre, que tu cuenta corriente se escriba en rojo, que tu nota no llegue a la de corte, que nunca consigas pasarte un videojuego, que te eliminen en una competición...o que te manden forzosamente de vacaciones en un Mundial. Bienvenidos al día de la marmota versión Selección Española de fútbol.

Ahora que han pasado días suficientes para rebajar la incandescencia post-eliminación, es buen momento para hablar del tema (creo), siendo consciente de que lo mejor que se puede decir sobre esta esperada debacle ya lo han dicho los maestros Iñako Díaz-Guerra y Rubén Uría. Antes de mi análisis detallado, vamos con con el apartado de obviedades: comparar la Selección de estos últimos años con aquella legendaria que conquistó con excelencia y merecimiento primero Europa y luego el mundo es como decir que Charlize Theron y Leticia Sabater se parecen porque ambas son rubias o que Ryan Gosling y Mariano Rajoy son semejantes debido a que ambos son hombres. Y el mejor ejemplo de ello está en el Mundial de Rusia, en el que España ha puesto el último clavo en el ataúd de su leyenda, prestigio y crédito. La selección masculina de fútbol se ha caído con todo el equipo, nunca mejor dicho, y lo ha hecho más por deméritos propios que por méritos de los mediocres rivales. Deméritos que hacen merecida su eliminación de una competición que equipos como Francia, Uruguay o Croacia sí se están esmerando en honrar. Deméritos que son aún más sonrojantes y evidentes si los comparamos con las colosales dignidad y voluntad demostradas por otras selecciones eliminadas en idéntica ronda como Argentina, México o Japón. Por tanto, un pequeño spoiler: el gran culpable de la eliminación de la Selección Española de Fútbol es...la Selección Española de Fútbol.

Aclarado eso, voy a comentar brevemente los distintos factores que han convertido a la Selección en la orquesta del Titanic:
  • Lopetegui: Este hombre, entrenador mediocre aupado a seleccionador por capricho de Villar, no sólo es culpable por haber elaborado una lista más que discutible de seleccionados, regalado titularidades inmerecidas e insistido en un concepto futbolístico contra el que ya tiene antídoto cualquier equipo del orbe sino, especialmente, por haber mostrado su calidad humana y profesional firmando la renovación con la Federación para poco después irse a los brazos de Don Florentino, el personaje más siniestro, soberbio y repugnante del fútbol español, sin importarle nada más que él mismo en un momento crítico. Nunca tanta mediocridad tuvo tanto premio pero pocas vilezas tuvieron mejor castigo que el inflingido por Rubiales. En ese sentido, entiendo que la corte de palmeros, mamporreros y asalariados de Florentino Pérez entonces y ahora carguen las tintas contra Rubiales por no haber querido quedar como un cornudo, porque lo último que quieren esos palafreneros del Presidente del Real Madrid es que éste quede (una vez más) como lo que ha sido, es y será hasta que palme. Pero, dejando al lado a esos cortesanos, creo que Rubiales ha hecho lo que haría cualquier jefe o pareja cuando alguien te chotea de una forma tan flagrante y descarada. Y quien diga lo contrario es un hipócrita. A mí me parece fantástico, en el fondo y en las formas, la patada dada a Florentino Pérez en las nalgas de Lopetegui por el Presidente de la Federación porque el dueño del Real Madrid lleva demasiado tiempo mangoneando, haciendo y deshaciendo a su antojo con total impunidad y absoluta soberbia sin importarle nada, ni siquiera la estabilidad de la selección de su país.
  • Hierro: El "de momento seleccionador" no es culpable por haberse comido estoicamente el marrón del impresentable Lopetegui, en todos los sentidos, sino por no haber sabido o querido enmendar los errores heredados del ex seleccionador. Su insistencia en un estilo de juego que se ha revelado tan estéril como contraproducente y en un sistema carente de versatilidad por el exceso de mediapuntas así como su apuesta por jugadores que, en el mejor de los casos, no están para ser titulares cavaron su tumba.
  • El "tiquitaca": El error no es tanto este estilo en sí como la talibanesca fe que los medios de comunicación y cierta parte de la afición han generado en torno a él convirtiéndolo en un tóxico grial. Con el paso de los años, queda cada vez más claro que España no conquistó la Eurocopa y el Mundial por el tiquitaca sino por haber encontrado un sistema de juego que se adaptaba como un guante a las características de los jugadores de ese momento, lo cual es un matiz bastante importante, toda vez que el nuevo fracaso de la selección revela que el gran problema es haber perseverado en un estilo desconectado de las características de los actuales jugadores. Eso por no hablar de que el tiquitaca perdió hace ocho años todo factor sorpresa: es al fútbol lo que el 3D al cine. Hoy cualquier equipo sabe que con amurallarse y defenderse numantinamente el único peligro del tiquitaca consiste en producir narcolepsia. ¿De qué sirve la posesión, el toque, el acierto en los pases si eso no se traduce en disparos y goles? Además, no hay que perder de vista que esta delirante obsesión por el tiquitaca ha llevado a apostar por un sistema de juego con un exceso de jugadores en el mediocampo en detrimento de la presencia de jugadores especialistas en lo que te hace ganar partidos: el gol. Además, este fanatismo por el "tiquitaca" se ha llevado al paroxismo de manera que se ha perdido cualquier tipo de verticalidad y vocación ofensiva, cuajando jugadas que en balonmano serían objeto de  sanción como "ataque pasivo". De todos modos, lo peor de todo, como decía, es que parece que este estilo de juego se ha vuelto innegociable y sagrado por culpa del humo, la hipérbole y la gañanería que alimentan demasiados periodistas, presuntos periodistas y aficionados que, por nostalgia o estupidez, prefieren llevar la contraria a la realidad y así convierten en anatema cualquier duda o crítica al tiquitaca y en herejes a todos los que creemos que del mismo modo que la "furia" sirvió para una generación de futbolistas, el "tiquitaca" sirvió para otra pero que la actual generación requiere encontrar su propio libreto para seguir mereciendo tanta ilusión y expectativa y evitar coleccionar bochornos. Si no se tiene esto claro, se seguirá alfombrando el camino a la decepción.
  • Los jugadores: Más allá de la descompensación provocada por el exceso de mediocampistas (especialmente mediapuntas), el problema de esta fracasada selección actual radica en haber llevado a Rusia a demasiados jugadores o bien excesivamente lejos de su mejor versión (por edad, agotamiento o falta de ritmo)o bien enormemente sobrevalorados por la prensa y, por ende, bastantes aficionados. Jugadores que han demostrado que no merecían la titularidad y, en algunos casos, ni siquiera estar en el banquillo. Jugadores que han cerrado el paso a que otros pudieran demostrar o no su valía o, incluso, su mérito para haber sido incluidos en la expedición a la tierra de Putin. Jugadores cuya presencia sobre el césped es culpa del seleccionador (Lopetegui por seleccionarlos y Hierro por no encerrarlos en el banquillo). Jugadores cuyo rendimiento ha sido tan lamentable y decepcionante que no hace falta ni mentar sus nombres pero sí recordarlos de cara a futuras competiciones...para no llevarlos. Costa, Aspas, Rodrigo e Isco han sido los únicos que han estado a la altura no ya de las expectativas sino de una competición de este calibre. El resto...ejem. No obstante, la culpa no es tanto de los jugadores en sí como de quien los selecciona (hola, Lopetegui) y de quien les ha dado inmerecidas oportunidades (hola, Hierro). Sería bueno, en lo venidero, que el sistema de selección deje de basarse en la aristocracia (si eres jugador del Real Madrid o del Barça aunque seas suplente o tu rendimiento sea discutible tienes muchas papeletas para ser seleccionado) y abrace la meritocracia (que vayan los mejores y que estén en mejor forma, con independencia de en qué club jueguen).
  • De Gea: Lo menciono porque quizá es la quintaesencia de buena parte de los problemas que ha evidenciado la Selección en el Mundial de Rusia. Es un jugador injustificada y enormemente sobrevalorado, en las antípodas de su mejor versión (si es que existió algún día) y cuyo rendimiento en el campo le ha hecho merecedor de ser un meme ambulante y carne de guasa porque, a su lado, el ya famoso Karius parece Benji Price. Como bien ha demostrado el Atlético de Madrid, la solidez defensiva es clave hoy en día y ésta empieza por un portero que transmita seguridad y confianza (si Oblak es Mozart, De Gea es Cañita Brava). De Gea sólo ha parado uno de todos los disparos que han ido hacia su portería en todo el campeonato y ha hecho por acción u omisión más por el pánico que por la serenidad. Por eso, mantener a De Gea como portero titular ha sido una forma de automutilación de la que sólo cabe culpar a quien se ha sentado en el banquillo como seleccionador. Ha sido el mejor jugador del rival en varios partidos y eso no se debería haber consentido. Por eso, el crédito que tiene este portero es un misterio que debería explicar Íker Jiménez.
  • La ausencia de autocrítica: Otra cosa que no tiene perdón: en la Federación y en la Selección la autocrítica ha brillado por su ausencia. Y no sólo eso: el hueco dejado por la autocrítica ha sido cubierto por declaraciones tópicas, enajenadas por su desconexión de la realidad y pretenciosamente patrioteras, conformistas y épicas (hola, Ramos) donde no hay rastro de arrepentimiento ni similar por lo hecho en Rusia. El primer paso para subsanar un error es reconocerlo, pero aquí parece que España ha hecho una competición deslumbrante y que se ha ido a casa por accidente o injusticia: nada más lejos de la verdad.
Lo más triste es que buena parte de estos problemas se sabían desde hace tiempo (Copa Confederaciones, Mundial de Brasil, última Eurocopa...) y no se ha hecho absolutamente nada por solucionarlos, lo cual ha agravado aún más el fallo. Así no extraña en absoluto que la Selección haya entrado en un fallo multiorgánico que la ha llevado a la tumba. 

Lo bueno que tiene todo esto es que, como decía al comienzo del artículo, te deja una lección útil, positiva y constructiva para el futuro...siempre y cuando seas lo suficientemente humilde e inteligente para recordarla. Ojalá que en la próxima competición España demuestre que quienes conquistaron la Eurocopa y el Mundial tienen unos dignos sucesores.