lunes, 30 de junio de 2014
Los años torpes
sábado, 28 de junio de 2014
Guerras grandes y guerras pequeñas
viernes, 27 de junio de 2014
Karen
miércoles, 25 de junio de 2014
Un juez valiente
lunes, 23 de junio de 2014
Satao
viernes, 20 de junio de 2014
23:05 gin-tonics
jueves, 19 de junio de 2014
Con el escudo o sobre él
viernes, 13 de junio de 2014
Madre Humo
No quedan secretos en esta casa. Ni risas. Ni pasos.
Se levanta del viejo de sillón de orejas que rompe la
linealidad del parquet. En lugar de encaminarse hacia la cocina y comprobar el rigor mortis del fogón y el rítmico babeo del grifo, avanza lenta y
silenciosamente hacia el pasillo, entre los rectángulos claros que motean las
paredes amarillentas del salón. Se mueve con la pausa y la indiferencia propias
de un espectro, impregnando los muros a cada paso con un penetrante olor a tabaco. En el pasillo, la penumbra. A su izquierda, un gran espejo
cuadrado cubierto de tiempo. A su derecha, tres puertas. Vaga hasta detenerse
un instante en la primera. Cerrada. La habitación de Jonás, el hijo mayor; el
último en escapar. Dentro, en el suelo, dos cajas de cartón repletas de libros
de Derecho y cedés de música abandonados hace tres años en una huida
apresurada. "Me mudo a vivir con Laura". Como cada día, roza su puerta con
amargura, como si lo maldijera, y continúa. La siguiente puerta está entornada.
Así ha estado los últimos cinco años. El dintel revela la luz del atardecer que
baña el cuarto de Candela, suspendido en la noche cuando arrojó veintiséis años
por la ventana. Pasa de largo. Hoy tampoco hay lágrimas. El aire se ha vuelto
amargo y denso a su espalda. No se inmuta. Aguarda ante la tercera puerta. Está
abierta. Es el dormitorio. La lámpara de la mesilla arroja acostumbrada un halo de luz mortecina. El armario está abierto pero apenas hay vestidos.
Hay paquetes de tabaco tirados entre pelusas de polvo. Unas bragas grasientas
cubren el cuello de una botella de ginebra a los pies de la enmarañada cama de
matrimonio. Poco más allá, un vaso roto por el que corretea una cucaracha. Sobre el cabecero, una foto de familia: dos padres posando sonrientes junto a
sus dos hijos pequeños. Los buenos tiempos; antes de que todo fracasara. No
entra. El intenso olor a humedad anticipa la proximidad del lavabo y la gotera
que reblandece su techo cada día. Antes de doblar la esquina y divisar el baño se disuelve como una espuma fantasmal reapareciendo de nuevo en el viejo sillón del salón para, sentada en su trono de un reino baldío, dejar que los minutos se caigan marchitos como hojarasca.
Tiempo después, quizás dos horas, quizás seis, Mercedes rompe su inercia y aplasta su octavo
cigarrillo en el cenicero de cristal que reposa en el brazo derecho del sillón
de orejas. Busca el mechero entre los pliegues de su camisón, hurga en la
cajetilla que sostiene su vientre y enciende un nuevo cigarro. Una nueva
bocanada recorre la casa dispuesta a borrar con su aliento de ceniza las
palabras “esposa”, “madre” y “familia” de todos los muros. Mientras, sus ojos,
duros, indolentes, vuelven a perderse en la nada.
Dos años más tarde, el trajeado vendedor de una
agencia inmobiliaria entra en el piso flanqueado por una joven e ilusionada
pareja de posibles compradores. Todo el domicilio está diáfano pero ella sigue
allí. Su alma de humo lo envuelve todo.
jueves, 12 de junio de 2014
La Escuela
Yo ya llevo tres años en la Escuela. Y, honestamente, espero seguir muchos más tanto por motivos académicos como culturales y personales. Porque la Escuela no es tanto un emplazamiento físico como una actitud y una forma de ser. La Escuela es una oportunidad para descubrir ideas, obras, autores y personas que, de una manera u otra, pasarán a formar parte de tu vida para siempre. Y eso no es algo que suela pasar frecuentemente. Quizás sea porque la ECH no es una escuela corriente. Quizás sea porque la ECH es especial. O quizás sea porque la ECH son las personas que forman parte de ella y personas así, en la vida, te encuentras con pocas, muy pocas. Y, por eso, estar y ser parte de la ECH no sólo es un auténtico disfrute sino una inmensa suerte.
martes, 10 de junio de 2014
Jetas de los fogones
Mi problema no es tanto con esa cocina que unos han llamado "creativa" (si eso es un arte, un vómito debe ser el equivalente a un Pollock) o "deconstructiva" (la "esencia del cochinillo" que diría el personaje de Santi Millán), como con/contra ciertos tipos encumbrados (por los medios y unos cuantos snobs) como referentes de los fogones cuyo mayor talento consiste únicamente en justificar sin descojonarse de risa lo que
en el fondo es y será siempre una auténtica tomadura de pelo servida en plato de diseño. Tipos que, más allá de cocinar "distinto", hacen del narcisismo y la caradura su leitmotiv existencial y de la cocina un nuevo objeto de pitorreo. Tipos como, por ejemplo, Ferrán Adriá y los sucedáneos que han venido después de él. Vendedores de humo de nuevo cuño. Timadores del gusto. Gurús de la soplapollez. Estafadores de la inteligencia. Buscadores de excusas alucinógenas. Miniaturistas de la gilipollez. Onanistas de la tontería. Personas a las que la honradez se les atraganta. Mamarrachos que se creen semidioses y que tienen hordas de "groupies" dispuestos a gastarse dinerales para probar su última memez, su bobada definitiva.
De todos modos, el problema no es tanto que existan tipos así: jetas, bribones, pícaros y mamones ha habido en todos los ámbitos, lugares y épocas. Y, además, cada uno vale para lo que vale y tomar el pelo es una habilidad como otra cualquiera. El problema es que haya gente dispuesta a hacerles la ola, a aplaudir sus diarreas mentales, a mojar la ropa interior en su presencia y, lo que es peor aún, a gastar su dinero y atención en ellos. Y de esa gente, en España, hay mucha. Demasiada. Lo cual da una idea del nivelón de país que tenemos...Igual que lo da el hecho de que haya entidades españolas dispuestas a reirles las gracias, esto es, a soltar auténticos dinerales en concepto de patrocinio o promoción de estos genios de la majadería servida en platos cuadrados y que son a la gastronomía lo que Tàpies a la pintura. Visto así, la sociedad española hace que los morlocks parezcan expertos en física cuántica. Así nos va...
sábado, 7 de junio de 2014
X-men: Días del futuro pasado...y borrado
viernes, 6 de junio de 2014
Una mirada
Al abrir los ojos, volvieron a ser dos. Ella. Él. Ambos. El mundo quedó reducido a las sillas y la mesa de madera que los separaba en silencio. El circo ambulante y febril de lo ajeno se extinguió en un relámpago de memoria y sentimiento. En apenas un segundo, veintitrés años de ausencia habían quedado reducidos a un instante, a un parpadeo que unía en lágrimas la despedida y el reencuentro de quienes se amaron con la feroz sencillez de los que son libres para hacerlo. Con los labios cerrados y los ojos abiertos, sólo la emoción supo el camino correcto para decir lo que cualquier palabra habría convertido en imperfecto. Lágrimas llenas para palabras huecas. Juntaron sus manos. Sabían que no tendrían tiempo suficiente para recordar todo lo que compartieron ni para contarse lo que no vivieron. Nunca es buen momento para el vals de la nostalgia cuando la ausencia quiebra como aullido y el vacío pesa, duele y rasga. Por eso bastaron unos segundos para que dos rostros a punto de derrumbarse se dijeran lo fundamental. Te quiero, ayer, hoy, siempre.