Hoy es 29 de septiembre y, supuestamente, hay huelga general en España. Yo la única diferencia que noto respecto a otros días es que, conforme se acerca uno al centro de Madrid, para ir al trabajo en mi caso, se ve más inmundicia de la habitual: pintadas, pasquines y sindicalistas. Yo no sé qué dirán las estimaciones oficiales de seguimiento de la huelga, pero, visto lo visto, creo que no serán para que los sindivagos derrochen champán, cava o vino Don Simón.
Además, todos sabemos que el éxito de una huelga, especialmente de este calibre, no depende tanto de la vocación de los trabajadores de secundar esta iniciativa, como de la acción coercitiva de esas bandas de zafios bastardos a las que se suele denonimar eufemísticamente "piquetes informativos", maleantes sindicales que, salvo contadísimas excepciones, no tienen problema en estropiciarte el negocio, zarandearte o mancillarte hasta la séptima generación de ancestros por la osadía de querer trabajar. Por eso, cualquier padecimiento o castigo que sufra esa gentuza me parecerá formidable, ya que, si de mí dependiera, servirían de carnaza para el carcharodon carcharias.
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Dos jetas y un destino. |
Lo cierto es que me da igual si la huelga es un éxito o no, por mucho que cualquier fracaso de esos tunantes haraganes me provoque un delicioso placer. Y digo que me es indiferente porque soy consciente, al igual que los propios convocantes, de que esta huelga no va a conseguir nada (bueno). Dejar de trabajar (o importunar a otros que lo hacen) no es la mejor forma de reivindicar o precipitar una mejora de la grave situación económica; ni comportarse como un rebaño de mendrugos (por no decir como un gang mafioso, con perdón para todos los mafiosos del mundo) el método idóneo para que te tomen en consideración (por mucho que el desGobierno se pase por el arco triunfal toda propuesta que no salga de la mente preclara del señor POE), máxime cuando tus capacidades discursivas se basan en una berrea cacofónica sólo interrumpida para enunciar un discurso trasnochado y rancio, donde se confuden el culo con las témporas y las churras con las merinas. Y eso Méndez, Toxo y sus respectivos ganados lo saben muy bien. Para ellos, la huelga es un divertido peaje a pagar para seguir viviendo de momio, andando a la sopa boba y siendo unos jetas. ¿Pero cómo diantres van a representar o defender los derechos de los trabajadores unos individuos que holgazanean más que el sastre de Tarzán? ¡Es como si ponemos a un hippie a defender los intereses del Ejército!
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Piquetes "informando" a la Policía. |
Además, a nadie se le escapa que ésta es una huelga tardía y de boca pequeña, hecha porque no les quedaba más remedio, de cara a la galería y sin más pretensión que la de seguir en el puesto antes que otro cafre arribista les quite la silla y el chollo. ¿Por qué? Pues porque los sindicatos están (oficiosamente siempre y con frecuencia oficialmente) a lo que diga el desGobierno, que para eso los paga y consiente. A Méndez, Toxo y sus marionetas les parecerá fetén todo lo que diga La Moncloa mientras les sigan dejando campar a sus anchas...y así estamos. Y quien no quiera ver eso, que se dedique al loable oficio de vender cupones.
¿Y después de la huelga...qué? Pues todo seguirá igual: El país estará en manos de cretinos y gandules, la economía en la UVI, la cola del INEM emulando a la Gran Muralla China, los afortunados trabajadores ganándose el pan duramente y los sindicatos... avergonzando a quienes dicen representar. En definitiva, esta huelga huelga.
Por cierto, un saludo a Juan Carlos, que hoy, oficialmente, ha decidido no trabajar. En materia de liberados eres también "primus inter pares".