sábado, 22 de diciembre de 2012

Crónica del fin del mundo

Pues sí, efectivamente, hoy es 22 de diciembre de 2012 y el mundo se acabó ayer. Los cuatro jinetes del apocalipsis trotan por las calles a ritmo de trompeta, el misterioso planeta Pacman ha devorado la Tierra, un meteorito cabrón ha premiado a la humanidad con el Gordo y la pedrea, un agujero negro sito en Suiza ha tirado de la cadena, una llamarada solar ha convertido la población mundial en un coro de gospel, el cadáver de Nostradamus corretea gritando "¡Os lo dije, gilipollas!", los ángeles y los demonios se están dando de hostias en el desierto, una invasión alienígena ha convertido nuestro planeta en su nuevo Benidorm, los polos magnéticos practican el 69, un fallo en los ordenadores de todo el orbe ha reiniciado el sistema de la especie humana, una pandemia ha convertido a los seres humanos en figurantes de George A.Romero, #calendariomaya es trending topic en el Más allá, la Atlántida ha salido a flote, Íker Jiménez presenta Informe Semanal, los muertos han salido de sus tumbas y bailan el gangnam style...

Hace un año escribí un artículo sobre el tema del día, de la semana, del mes, del trimestre, del semestre y del año: Según los mayas o, mejor dicho, según el iluminado que interpretó lo que escribieron los mayas el viernes 21 de diciembre de 2012 nos íbamos oficialmente a tomar por culo. Para acabar bien la semana, supongo. Y aquí estamos. Jodidos, puteados, pero estamos y eso es lo que cuenta. Supongo que a estas horas habrá decenas de miles de personas que no tienen nada mejor que posicionarse entre los defensores de los mayas (que estarán recalculando la nueva fecha de despedida y cierre) y los indignados por el "chasco maya", que estarán buscando una nueva profecía que les ponga cachondos con el tema del exterminio global. A lo mejor, lo que unos y otros ignoran es que el mundo ya se ha ido a la mierda, ha vuelto y ahora nos está contando cómo es todo aquel lugar tan concurrido.

En fin. Es gracioso ver cómo estas profecías (y las manipulaciones y pajas mentales que hay tras ellas) pueden condicionar tanto no ya nuestro interés sino nuestras expectativas y acciones más cotidianas. Y es gracioso porque la historia y las hemerotecas están llenas de miles de gilipolleces fallidas de la misma temática apocalíptica. Y es gracioso también porque si en nuestra vida diaria nos viene un idiota contándonos cualquier memez, lo mandamos a hacer puñetas a la velocidad de la luz. Pero si esa misma majadería aparece en las noticias o lo vemos en un documental que necesita ser doblado o subtitulado al español, entonces ya la cosa cambia y se nos pone cara seria. Tócate los...mayas.

Lo que está claro es que hay cierta obsesión proverbial por vivir permanentemente en un estado de alerta, de acojono, de despedida, de alegato final, de coitus interruptus. ¿Por qué? Porque supongo que así valoramos más lo que tenemos. Lo cual, por cierto, no es malo. El problema es tener que necesitar paridas proféticas para vivir y valorar como se debe.
De todos modos, no cabe duda de que el fin del mundo es seguro. La fecha, vete a saber, pero se acabará. Y, mientras tanto, seguiremos poniéndonos estupendos con conjeturas milenarias, onanismos new age, profecías siniestras e inverosímiles y augurios aguafiestas. De momento, el 21 de diciembre de 2012 lo único que terminó fue la semana laboral, lo único que se ha ido a la mierda ha sido el país y la única persona actualmente capacitada para anunciar el fin del Mundo es Pedro J. Ramírez. ¡Feliz no-fin del mundo a todos!

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