lunes, 1 de junio de 2009

Delicioso cuento inmortal

Una fábula gótica del siglo XXI, un delicioso e inquietante cuento de hadas, una mágica y oscura historia de amor, un canto a lo diferente y los diferentes, una poesía de Bécquer vestida de Poe, una romántica historia de niños para adultos, un sobrio e íntimo ensayo sobre el amor a los amigos y la amistad de los amantes, sobre la pureza de los sentimientos como subversión, sobre el corazón como subterfugio, sobre el encuentro entre los excluidos...se podría describir de muchas formas esa pequeña gran joya cinematográfica llamada "Déjame entrar" (Låt den rätte komma in o Let the right one in, como prefieran).También podría empezar y acabar el artículo diciendo que es la película que más me ha gustado y más me ha emocionado y conmovido de cuantas he visto en mucho tiempo.

Bella, elegante, sobria, concisa, poética, pausada, sentida, armoniosa, inteligente, afinada, honesta, cuidada, modesta, interesante, conmovedora...muchos son los adjetivos que orbitan con todo merecimiento ante esta inolvidable producción dirigida por el "desconocido" sueco Tomas Alfredson y basada en la novela escrita por el también guionista de la cinta, John Ajvide Lindqvist. ¿Cuál es la trama? Para no desvelar mucho de la deliciosa película, basta decir que es la peculiar historia afectiva y de mutuo descubrimiento entre un tímido niño víctima de la marginación y el acoso escolar y una dulce y misteriosa niña de hábitos nocturnos y dieta hemoglobínica, todo ello ambientado en un suburbio de Estocolmo. Quien espere ver un sucedáneo de las majaderías videocliperas "crepusculares" o de la enésima chorrada gore a propósito del mito vampírico, se dará un batacazo de campeonato o una sorpresa más que agradable, según el caso. Esto es CINE, no una idiotez proyectada en pantalla grande.

Tan rica en la forma como en el fondo y con una habilidad para espabilar la cabeza y el corazón a partes iguales, "Déjame entrar" es, como tantas otras, una de esas películas que se cuela de soslayo y puntillas por la cartelera, pero que es un auténtico tesoro y deleite para quien tiene la suerte de verlas. Es de esa clase de films que convierten el hecho de ir al cine en un honor y un placer. ¿Por qué? Pues porque, dejando a un lado todo lo que no se puede explicar con palabras, desde el punto de vista técnico no se le puede poner ni un solo "pero". Empezando por las magistrales interpretaciones de los dos niños protagonistas (con más talento y naturalidad que muchos, muchísimos de los actores y actrices que se me vienen a la mente) y acabando por la espléndida e intimista banda sonora, todo en esta película está tan bien medido y plasmado, que uno sólo puede dedicarse al hedonismo cinéfilo.

Y sí, hubo momentos en que tuve la piel de gallina y los ojos lacrimosos, pero, ante obras de arte de este tipo, uno no puede ni debe contenerse. Y ahora, pare ya de leer y consulte urgentemente el cine más cercano donde proyecten "Déjame entrar"...por favor. Es por su bien.


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