Bastan estas pocas líneas para darse cuenta de que soy un ferviente admirador y absoluto seguidor de las criaturas alumbradas por el genial Matt Groening. Tanto que puedo decir que yo sólo creo de verdad en tres cosas: Dios, el Atleti y Homer Simpson. Bufones y cronistas de nuestro tiempo a los que nada les es ajeno (ni la política, ni la cultura, ni el cine, ni la historia, ni la religión...), los Simpson dominan todos y cada uno de los registros de la comedia: desde el "simple" slapstick (encumbrado por el cine mudo) hasta el humor más ácido y políticamente incorrecto, pasando por la delirante y brillante parodia, y sin olvidar frases cuya genialidad sólo es comparable a a la de los prodigiosos Groucho Marx, Billy Wilder o Woody Allen, o situaciones dignas de las mejores secuencias de Chaplin. Estas son las razones secundarias por las que los Simpson son lo que son hoy en día. Mas el principal motivo de que gocen de cariño mundial y formen parte del imaginario cultural y visual de las últimas décadas del siglo XX y primeras del XXI es éste: Sea el día que sea, sea la hora que sea, sea el episodio que sea, los Simpsons siempre te garantizan, como mínimo, una sonrisa sincera y eso, en los tiempos que corren, es una auténtica bendición.
viernes, 27 de julio de 2007
Humor amarillo, genialidad de oro
Bastan estas pocas líneas para darse cuenta de que soy un ferviente admirador y absoluto seguidor de las criaturas alumbradas por el genial Matt Groening. Tanto que puedo decir que yo sólo creo de verdad en tres cosas: Dios, el Atleti y Homer Simpson. Bufones y cronistas de nuestro tiempo a los que nada les es ajeno (ni la política, ni la cultura, ni el cine, ni la historia, ni la religión...), los Simpson dominan todos y cada uno de los registros de la comedia: desde el "simple" slapstick (encumbrado por el cine mudo) hasta el humor más ácido y políticamente incorrecto, pasando por la delirante y brillante parodia, y sin olvidar frases cuya genialidad sólo es comparable a a la de los prodigiosos Groucho Marx, Billy Wilder o Woody Allen, o situaciones dignas de las mejores secuencias de Chaplin. Estas son las razones secundarias por las que los Simpson son lo que son hoy en día. Mas el principal motivo de que gocen de cariño mundial y formen parte del imaginario cultural y visual de las últimas décadas del siglo XX y primeras del XXI es éste: Sea el día que sea, sea la hora que sea, sea el episodio que sea, los Simpsons siempre te garantizan, como mínimo, una sonrisa sincera y eso, en los tiempos que corren, es una auténtica bendición.
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martes, 24 de julio de 2007
Goodbye, Paul Anco
lunes, 23 de julio de 2007
Viva las cadenas
A mí me parece que lo más ofensivo de la portada no es que se caricaturice con ínfimo gusto la cópula de los Príncipes de Asturias, sino lo que dicen los bocadillos. ¿Que si me parece mal que se critique a la realeza? Bueno, yo pienso que si tienen que existir reyes (cuestión discutible) es necesario y sano que existan bufones que con ingenio y mordacidad les bajen del pedestal. Por ello, en pos de resaltar el brillante sarcasmo textual, lo más oportuno habría sido plasmar ese real bofetón mostrando al heredero de la Corona española y su adlátere en otra situación más "convencional" y decorosa, ya que la mordaz crítica hacia esta pareja en particular y la Casa Real en general habría sido igual de efectiva y legítima pero se habría despojado del mal gusto. De esa forma, sólo los aduladores y palmeros de la monarquía habrían tenido motivo de queja. No obstante, el incluir metralla pseudoporno en semejante portada ha conseguido lo que se pretende con cualquier portada: que cualquier persona se fije en ella. Y ya si tienes a un Fiscal General y un juez que se apresuran a desfacer entuertos al estilo del Quijote, pues la portada de marras tiene asegurada la cabecera de cualquier medio informativo nacional y un tour mundial gratuito. Es difícil conseguir una campaña promocional tan buena como la que inconscientemente han orquestado el Fiscal General y el juez Del Olmo, consiguiendo ambos un nuevo éxito judicial a añadir a sus extraordinarias trayectorias. No es difícil imaginar que en Palacio más de uno esté pensando: "Con defensores como éstos, quién quiere enemigos". Por eso, creo que los de "El Jueves" pueden estar contentos porque, en el fondo, ellos han conseguido todo lo que querían.
A esto tengo que añadir que me repugna por igual tanto la monárquica cópula caricaturizada como el tsunami de fariseísmo e hipocresía que se ha desatado en favor de la Corona, porque nadie pone el grito en el cielo ni se rasga las vestiduras cuando "El Jueves" se mofa de algún dirigente político, líder religioso, actor, deportista o famoso con caricaturas tan irreverentes y demoledoras como la que nos ocupa, pero como han "tocado" a la monarquía...Sé perfectamente lo que dice el Código Penal pero detesto los dobles raseros. Que existan "salvedades" especialmente destinadas a proteger a los que por alguna anacrónica razón "están privilegiadamente por encima" me parece tan bochornoso como la portada de "El Jueves". Pero poco espero ya de un país servil y borrego, trufado de legiones de babosos, dignos herederos de aquellos necios babeantes que corearon al infame Fernando VII con "¡Viva las cadenas!".
Por todo ello, me parece que la portada de "El Jueves" es respetable en el fondo, repulsiva en las formas y, en definitiva, redundante y prescindible, puesto que la Familia Real se basta sola para ganarse el aplauso, fomentar la hilaridad o suscitar la vergüenza ajena. En fin: ¡Muerte a los bufones! ¡Viva las cadenas!
martes, 17 de julio de 2007
La ciudad con apellido de río y voz de gaita
Lo primero que recuerdo de Estella es el característico olor que emanan sus calles, un "perfume de antaño" que, unido al aire ajeno a la contaminación, es el primer síntoma de que Madrid queda lejos, muy lejos. El segundo síntoma es que tu andar apresurado, adiestrado en la frenética urbe, chirría en demasía con el pausado y tranquilo caminar de los estelleses. "¿Qué prisa llevas, madrileño?". Y es que Estella, por suerte para sus gentes, no es Madrid. La mejor definición que se me ocurre de esta localidad es que es un lugar con alma de aldea y prestaciones de ciudad, bendecida por la naturaleza y la cultura...que no sería lo mismo sin sus habitantes: los "estellicas". Amén del "acentico", los estelleses destacan por su genuina nobleza, "sonoras" maneras, cómica terquedad, imperturbable tranquilidad, inocua fanfarronería y secular afición a cualquier cosa que se asemeje a un festejo, como queda patente en sus fiestas patronales. A ello hay que añadir la curiosa tendencia a clasificar genealógicamente a cualquier persona (Éste es hijo de...o nieto de...o sobrino de...) o, en caso de duda, preguntarte por tus parientes ("¿Y tú de quién eres, majo?"), algo hasta cierto punto lógico teniendo en cuenta que Estella es una auténtica maraña de "archiconocidos" apellidos (Jordana, Ruiz, Larramendi, Osinaga, Echeverría, Azanza, Zunzarren, Llanos, Magallón...). Gentes peculiares que, si tuviera que buscarles un parecido aproximado, sería el de los convecinos de Astérix, el galo, con perdón para unos y otros.
lunes, 9 de julio de 2007
Sanfermines: Más allá del mito
- Da verdadero asco recorrer la ciudad por el repugnante aspecto que presentan las calles y parques, donde lo que no mancha, apesta, y lo que no hiede, pringa.
- Hay que hacer un colosal ejercicio de indiferencia para evitar que ciertas estampas y comportamientos públicos, dignos de cualquier reportaje de National Geographic, se te queden en la retina indefinidamente.
- Son unas fiestas tan masificadas que el agobio o el cabreo están a la vuelta de la esquina.
Yo, personalmente, no le encuentro el atractivo a formar parte de una marabunta humana en la que estás rodeado de apóstoles de la melopea que berrean majaderías o rebuznan cánticos festivos. No le encuentro el atractivo a unas fiestas donde hay más corridas fuera de la plaza de toros que dentro. No le encuentro el atractivo a esta verbena pueblerina con look Hollywoodiense. Pero entiendo y respeto que haya a quien le guste.
viernes, 6 de julio de 2007
Santa Engracia 18: Bienvenidos al Cuarto Mundo
Hay estampas cotidianas que forman parte ya del panorama clásico madrileño: el atasco de la mañana, las lumis de la calle Montera, las esperas en Barajas, el gentío de la calle Preciados, el atasco de la noche y...la cola de Santa Engracia 18. Si alguien va despistado, puede pensar que en dichas señas se ofrecen pisos gratis, cheques en blanco, invitaciones para ver en directo a alguna estrella musical, o cualquier cosa de balde, porque en España, basta con que te den algo sin cobrar un duro, aunque sean enemas o ukeleles, para que se te forme una cola con más gente que judíos siguieron a Moisés. Pero no. En Santa Engracia 18 lo que hay es una oficina-comisaría que expide DNIs y pasaportes. Toma ya.
Debutar en la cola de Santa Engracia supone un impacto comparable a contemplar el mar por primera vez, ver nacer a un hijo o sentir el primer orgasmo. Es indescriptible. Aquello parece el umbral entrada al Cielo: gente de toda edad, raza, sexo y condición esperando ser la persona elegida para cruzar la puerta y acordándose, de cuando en cuando, de Dios. La única diferencia es que, en lugar de San Pedro, el cancerbero es un policía con la expresividad de Rambo y la simpatía de Terminator. Como un "puerta" de discoteca, pero con placa y uniforme. Además, en dicha cola, ocurre un fenómeno altamente sospechoso y asombroso: el tiempo transcurre con normalidad pero el espacio permanece invariable. Ya puede usted estar a las ocho de la mañana junto a la esquina que dobla la calle que a las dos de la tarde seguirá estando en la esquina que dobla la calle. Los físicos y parapsicólogos deberían estudiar esto urgentemente, así que que se sumen a la cola cuanto antes, por favor. Claro que, visto el perjuicio físico, psíquico y emocional que ocasiona, también debería añadirse una caterva permanente de psicólogos que apoye vivamente con sus consejos placebo y suaves palmaditas a los sufridos esperadores de Santa Engracia 18. Total, por tocar un poco más las maracas al personal no pasa nada. Llega un momento en el que, si no te ha entrado una furia homicida ni has optado por el suicidio público, te insensibilizas y "vives sin vivir en ti" que diría la santa.
Todo es posible en esa cola: amar, odiar, hablar, guardar silencio, sonreír, llorar, copular, darse de mecos, reproducirse, fenecer, comer, dormir...y tal vez soñar. Al igual que sobrevivir en una isla desierta, aguantar un martirio o soportar las tradicionales reuniones familiares navideñas, formar parte de la fila de Santa Engracia 18 o de cualquier comisaría dedicada a esos menesteres es una experiencia que te hace más fuerte y gracias a la cual aprender a valorar las pequeñas cosas la vida y te replanteas tu existencia...al menos como ciudadano español. Porque la odisea que supone, pongamos por caso, renovar el DNI en España es digna de un país no ya tercermundista sino cuartomundista. Y que nadie me venga con alegaciones absurdas en favor de la Administración o de la Policía Nacional, porque para endiñarte multas, cobrarte impuestos o agitarte los testículos con memeces son rápidos como guepardos y más eficaces que el Superglue.
Por estampas como las de Santa Engracia 18 España sigue siendo, en el fondo y a la hora de la verdad, "Epaña". ¿Alguien me guarda sitio en la cola?
miércoles, 4 de julio de 2007
Con indios así
lunes, 2 de julio de 2007
Misa, misae
- La duración: Sólo una película, un concierto o un evento deportivo son capaces de mantener la atención y el interés durante más de media hora. Una misa, no. Y si ya hay coro de por medio, el harakiri ronda los pensamientos de algún que otro feligrés. Cuando alguien en las altas esferas de la Iglesia (que son las más cercanas al Cielo que existen) entienda aquello de "lo bueno si breve, dos veces bueno", se habrá dado un gran paso para hacer de las misas algo atractivo y ameno. Claro que, si las misas están concebidas como una penitencia consuetudinaria para que los católicos practicantes paguen por los pecados de los católicos de pega, entonces no digo nada.
- Los coros y similares: Habría que eliminarlos a todos y, en el caso de que se quiera amenizar musicalmente la misa, sustituirlos por CDs de música clásica apropiados. Me da igual si estamos hablando de "profesionales" o de voluntariosos vecinos que sueñan con ser Pavarotti o Caballé, si están próximos a la sepultura o a la edad del pavo, o de si se trata de un órgano con apéndices humanos o bien de un grupo de guitarristas con acné du-du-á, du-du-á. Nada. Fuera. Que se vayan a tomar viento, junto a sus cancioneros y repertorios, porque la canción que no atufa a alconfor hiede a "estilo cantautor", que sin duda debería ser ateo, además de privado de talento musical y poético. ¿Alguien se ha detenido a escuchar con detenimiento las canciones? O bien sumen al oyente en una profunda depresión o hacen que clave su mirada en el suelo o techo, intentando despistar al bochorno. Cuántes veces, al sufrir alguno de estos atentados contra la música y el espíritu, me he acordado de la máxima: "Si lo que tienes que decir no es más bonito que el silencio, calla".
- Los grupos parroquiales: Inmortalizados y condensados en el absolutamente genial personaje simpsoniano de Ned Flanders, no digo que haya que erradicarlos, porque cada cual que haga con su tiempo libre lo que quiera, pero sería necesario promocionarlos lo menos posible, ocultándolos detrás de una opaca discreción, para que la parroquia no parezca un imán de gente sin vida social o excéntricos espirituales. ¿Que a qué grupos me refiero? Pues a todos aquellos cuyo nombre, si no supiéramos que son grupos católicos parroquiales, creeríamos que denomina a una guerrilla paramilitar o secta friki. Ned Flanders hace gracia, pero estos grupos...ejem. Aunque, si el Vaticano consiente de buen agrado a gente como los "kikos" o los operarios de cierta "Obra", esta batalla está perdida de raíz.
- Las homilías para iniciados: Hay sacerdotes que, por formación, vocación o morbo, pronuncian desde el púlpito unas pláticas que provocan sopor y/o perplejidad, por la complejidad de los conceptos y formas que manejan. Tan es así que uno piensa si es que se ha equivocado de hora y ha ido a la sesión teológica o si ha entrado por error en una extraña logia con forma de iglesia. Sermones como esos son una declaración de guerra para la asistencia a misa. Sea como fuere, cuando escucho alguna de estas homilías, a mí me entran ganas de preguntar si va a haber una homilía de la homilía, para que me entere de algo. Y es que, a veces, entender lo que se dice de o desde las alturas, a veces es tan inalcanzable...
En fin. Que a este convencido católico practicante le parece genial que se permita otra vez hablar en latín en las misas, porque, en el peor de los casos, es una perfecta justificación para decir que no has entendido nada y, en el mejor de los casos, es una delicia escuchar una lengua tan ancestral e imponente; pero, no obstante, al Vaticano le queda aún trabajo por hacer si quieren hacer de la misa algo más atractivo que una penitencia.