Las cosas más importantes de la vida no te las enseñan sino que las aprendes. A menudo, de forma tan sutil que parece inconsciente. Con frecuencia, gracias a pequeños detalles o historias, alejadas de la épica deslumbrante de los grandes hitos y hazañas. Hoy voy a hablar de una de esas menudencias que encierran útiles lecciones para la vida.
Entre mis objetivos para este curso 2017-2018 figuraba acreditar mi nivel de inglés de una manera oficial. Para ello, me matriculé en la Academia Chester (en la sede de la calle Ramón de la Cruz) en un curso intensivo impartido los sábados de ocho y media a once y media de la mañana. Al hacer la necesaria entrevista para calibrar inicialmente mi nivel en el manejo del idioma de Shakespeare estuve ligeramente nervioso pero confiado en poder demostrar que tenía un nivel C1, tal y como me habían asegurado antaño, cuando recibía clases de inglés personalizadas en mi anterior trabajo. ¿El resultado? Al finalizar esa entrevista preliminar, la persona que me entrevistó me dijo con rotunda honestidad y aséptica cortesía que yo tenía mayormente un nivel B2 con varios fallos propios de B1; es decir, que de aspirar al C1 nada de nada. Primera lección: nunca des nada por supuesto. La entrevistadora me aconsejó matricularme en algún curso preparatorio para acreditar el B2 (lo cual se consigue realizando el famoso examen conocido como First). Yo, movido por un ataque de orgullo o tal vez de confianza en mis posibilidades, descarté dicho consejo y me matriculé en el curso intensivo que he mencionado, con vistas a acreditar el C1 (es decir, con vistar a superar el examen del CAE o Certificado de Inglés Avanzado), objetivo que no tardé en formalizar al inscribirme igualmente para la primera oportunidad de realizar la prueba del Advanced, la cual tendría lugar en apenas dos meses. Segunda lección: que la realidad no te impida luchar por tus metas. No obstante, quiero dejar clara una cosa: me bastaron un par de clases para darme cuenta de que tenía mucho que mejorar si quería tener la más mínima posibilidad de superar el reto y no naufragar en el intento.
En este punto de la anécdota he de reconocer que en mi progreso con la lengua anglosajona sería impensable sin tener en cuenta el sensacional desempeño de los dos profesores que imparten el citado curso (Sandra y Danny), la utilísima dinámica de las clases, los estupendos recursos preparatorios que brinda Chester y el buen rollo y nivel de inglés de mis compañeros de clase (y eso que yo era un xennial entre millenials). Así que, gracias a esos factores, obtener el C1 casi contrarreloj no parecía tan difícil como coger el vellocino de oro. Tercera lección: todo depende de ti...pero no sólo de ti.
Continuando con la historia, durante las semanas que restaban hasta la celebración del examen del CAE, me dediqué a sacar horas de donde fuera con tal de preparar adecuadamente dicha prueba. Así, en los escasos huecos que me dejan los maratonianos estudios de las oposiciones a las que me voy a presentar y desoyendo los cantos de sirena del cansancio, me dediqué a hacer los ejercicios indicados en clase y, como extra, a realizar un montón de simulacros (he de reconocer que fui un auténtico "pesado" en este sentido y martiricé a Sandra con mis peticiones de ejercicios). Cuarta lección: lo difícil nunca se consigue desde lo fácil. Así las cosas, llegó el momento de enfrentarme al CAE: primero, a la parte oral (conversación) y luego, a las otras tres partes restantes (uso, escritura y escucha). Tras de mí había dejado todo un reguero de ejercicios que distaban mucho de ser perfectos o siquiera aptos pero que, precisamente gracias a su objetiva imperfección, me habían estimulado para no rendirme y seguir esforzándome porque soy de los que piensan que cada error te acerca un poco más a ese éxito que es llegar a ser tu mejor versión. Quinta lección: fracasa para triunfar y aprende para demostrar. El caso es que al concluir el CAE, yo no estaba plenamente convencido de haberlo superado, quizá por el trauma que tengo con las benditas oposiciones y sus notas de corte. Por eso, al regresar a casa, mi estado mental y anímico oscilaba entre el desánimo y el cabreo, toda vez que me sentía profundamente decepcionado conmigo mismo por el examen que había hecho después de tantísimo esfuerzo y dedicación. Así que lo único que me quedaba era tener la templanza suficiente hasta que Cambridge anunciara mi calificación. Sexta lección: la paciencia consiste en saber dar espacio al tiempo.
Semanas más tarde, esto es, hace pocos días, he recibido en mi email una notificación preliminar y oficiosa de mi resultado: he conseguido superar el examen y, por tanto, mi nivel de inglés es C1. Sinceramente, ante la cruel sequía de buenas noticias que me acompaña desde hace años, tardé en creerme lo que la pantallaba mostraba. Pero era cierto. Después de todo, había logrado mi objetivo, superando a mi mayor obstáculo: yo mismo. Séptima lección: el esfuerzo siempre recompensa (effort always pays off). No obstante, aun siendo indudable que trabajé muy duro para realizar esta pequeña gesta, no menos indudable es que habría sido impensable sin la gente de Chester, especialmente en lo que a mis profesores y compañeros se refiere. Por eso, del mismo modo que estoy profundamente orgulloso de haberle echado tanto coraje al asunto, estoy muy agradecido a quienes me han acompañado en esta aventura que comenzó con pinta de B2 y ha terminado con un C1. Octava lección: mejorar siempre implica tener alguien a quien dar las gracias. Así que thank you, guys!
Así las cosas, aún me queda mucho por hacer y lograr para volver a tener una vida medianamente normal pero pequeños grandes triunfos como éste permiten poder mirar a los ojos a retos más difíciles sin agachar la mirada. Y es que hay una cosa que me ha quedado clara: el fracaso no consiste en no superar un desafío sino en no hacer todo lo necesario para lograrlo. Novena lección: nunca lo conseguirás si no lo intentas con todo tu corazón. No sé en qué medida el certificado del C1 me va a cambiar la vida (mi CV desde luego que sí) pero lo que sí sé es que me ha reforzado a la hora de tener claro que todo consiste en la voluntad de querer mejorar. Décima lección: para avanzar sólo necesitas dar un paso y luego otro y repetir hasta que llegues donde quieres.
En resumen: pocas veces me ha sabido tan bien un Well done! como éste.
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