domingo, 13 de agosto de 2017

El ataque de las canciones machistas

Supongo que igual que hay canciones del verano, hay noticias del verano que comparten con aquellas una característica esencial: mayor importancia de la que realmente tienen. ¿Un ejemplo de ello? La polémica en torno al machismo de canciones que lideran los rankings de más escuchadas, descargadas, compradas o pirateadas en el mundo hispanohablante y aledaños. Una polémica absurda y exagerada que sirve para rellenar noticiarios y tertulias y dar patente de corso a la Inquisición de lo políticamente correcto.

Antes de entrar en materia, un aviso para feministas de ojos en blanco y demagogos con espuma en la boca: estoy radical y sádicamente en contra de cualquier tipo de comportamiento abusivo, discriminatorio o vejatorio por razón de sexo (o de etnia, credo, ideología, nacionalidad, orientación sexual o patrimonio). Así que a pirañear a otro lado, que quien esto escribe estaría encantado de ver apalizados a todos los chulánganos, cerdos, salidos y demás cretinos que tienen una cosmovisión y ética genitocéntricas. Espero que haya quedado claro.

Volviendo al asunto, esta polémica de las canciones machistas no se puede entender fuera del contexto en que vivimos actualmente: el del totalitarismo de lo políticamente correcto; un marco en el que todo es susceptible de eufemismo, paráfrasis, hipocresía, censura, veto, reproche o persecución con tal de no herir sensibilidades y en el que han encontrado acomodo ideologías y reivindicaciones que son tan legítimas y variopintas como gilipollescas en tanto que son demasiado propensas a confundir la velocidad con el tocino, el culo con las témporas y las churras con las merinas. Por eso pienso que si alguien cree que con el machismo, la discriminación sexual, las violaciones o la violencia doméstica se acaba fumigando la playlist veraniega debería hacérselo mirar o darse a los crucigramas, los sudokus o la bebida.

Otra consideración previa que creo que hay que tener en cuenta para contextualizar esto es que la música en general y las canciones en particular son muy propensas a poner foco y letra a "lo que nos pasa por dentro" basando así su éxito y pervivencia en la empatía, en el reconocerse en el otro, en sentir que alguien canta lo que te pasa. Así, hay canciones que cantan a a la felicidad, a la tristeza, al amor, al desamor, a la melancolía, a los celos, a la nostalgia, al amor platónico, al despecho...¿Por qué chirría entonces que alguien cante al deseo, al cortejo, al apareamiento, al encoñamiento, a la libido, a la física y la química de las relaciones humanas, al calentamiento global de la zona genital? ¿Porque resulta menos pulcro o fino? ¿Qué pasa? ¿Somos todos elfos? ¿O es que nos reproducimos por esporas? Que alguien se haga de cruces con estas cosas es la mejor forma de identificar a measalves y/o colaboracionistas de la corrección política y, por tanto, la mejor forma de descubrir a gente que hay que evitar, orillar o ningunear. Con esto no quiero decir que las canciones dedicadas a esos "momentos" en los que Eros da vacaciones a Psique sean la releche sino que son tan legítimas como cualquiera de los Cantajuegos. Si sirven para algo es para reflejar algo que está en la sociedad: la evisceración sentimental de las relaciones, la cosificación del cuerpo, el narcisismo como placebo de los acomplejados, etcétera. Es decir: estas canciones son en el peor de los casos un reflejo, una consecuencia del problema pero no una causa del mismo y todo el mundo sabe (o debería) que un embrollo no se soluciona afrontando sus secuelas sino poniendo proa contra sus causas. 

Sinceramente, creo que el problema del machismo no está en las melodías y letras de ciertos hits sino en quienes los escuchan. Por decirlo de otra manera: si alguien utiliza un martillo para ablandar el cráneo del prójimo en lugar de remachar un clavo, ¿dónde está el problema: en el martillo o en el anormal que lo utiliza? Conceder a las canciones una especie de siniestro poder hipnótico como si fueran el doctor Caligari es bastante soplapollesco. Máxime cuando por lo general escuchas, cantas o bailas una canción con el cerebro en servicios mínimos y lo único que pretendes es que te anime o que conecte con tu estado de ánimo. ¿Que habrá falopensantes que se pongan rampantes con Maluma? Claro, pero yo por ejemplo, si tuviera la enorme desgracia de escuchar alguna canción de este tipo, no mutaría en verraco ni aunque la escuchara en bucle durante horas.

El machismo es un problema lo suficientemente grave y serio como para que se dedique tiempo y atención a majaderías como estas de las "canciones machistas". Cuando se haya solucionado la epidemia de delitos por razón de sexo o pareja, cuando se haya solucionado la discriminación salarial entre hombres y mujeres, cuando se haya solucionado la imagen que de ambos sexos se da en cadenas como Telecinco, cuando se hayan solucionado las reclamaciones feministas (que no feminazis), entonces sí será un buen momento para fijarse en las canciones del verano, del otoño, del invierno y de la primavera. Mientras tanto, polémicas como esta sólo servirán para distraer al personal de lo que es realmente importante y urgente en esta materia.

¿Estoy defendiendo con todo esto a las susodichas canciones? Cretinos en la siguiente ventanilla, por favor. Si alguien quiere hostiar o vilipendiar estos hits lo tiene muy fácil y, además, le ampara el buen gusto y el sentido común:
Por una parte, estas canciones están aquejadas en su mayoría del mismo mal que muchas otras tonadas: sus letras tienen la misma (in)coherencia semántica y/o sintáctica que un unplugged de Mariano Rajoy. Es decir: no hay por dónde cogerlas. 
Por otra parte, estos singles también se pueden criticar por su zafiedad, mal gusto o cutrez en las formas y/o en el fondo. Se puede hablar de "eso" sin parecer un ciervo en berrea, un chuloputas o un flipado de chiringuito. 
Y por último, no sería nada descabellado subir al cadalso del reproche a sus intérpretes (ni a los figurantes de los videoclips) por criterios meramente estéticos, dado que su aspecto les asemeja más a personaje desbloqueable de un GTA que al de un artista digno de tal nombre. DLC Maluma.

Así las cosas, mientras España se enzarza en aspavientos y "oyoyoyoyoyoy" contra Despacito, Felices los cuatro, Súbeme la radio y la madre que los parió, el problema del machismo seguirá campando a sus anchas porque, en el fondo y desde el principio, el machismo es una cosa distinta a una estupidez de canción.

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