miércoles, 15 de febrero de 2017

Battlestar Galáctica: una serie que tendrá siempre mucho futuro

Pasaron unos segundos hasta que tomé conciencia de que todo había terminado, de que el viaje había llegado a su fin, de que ya no habría más. Mientras, el silencio y las emociones y los pensamientos. Recientemente he terminado de ver la serie Battlestar Galáctica, de un tirón, todas sus temporadas, todos sus episodios, condensando así en pocas semanas una producción que se emitió entre 2004 y 2009. Lo que sentí al concluir su (extraordinario) último capítulo se podría resumir con alguna onomatopeya o exclamación malsonante, pero me es muy complicado encontrar palabras que se ajusten de forma precisa y concisa a todo lo que me pasó por dentro mientras desfilaban los créditos finales. Quizás la palabra que mejor se adapte sea: "serión", porque lo cierto es que este reboot de la setentera serie homónima no sólo supera a la original con creces (la deja como un entrañable show a medio camino entre lo cutre y lo kitsch) sino que es de tal magnitud que para mí sólo tiene parangón con las colosales Star Wars en el ámbito cinematográfico y Mass effect en el campo de los videojuegos. En el mundo de las series, no hay otra en su género y muy pocas en los demás que alcancen esa excelencia, esa perfecta y extraña redondez que logra BSG. Por eso no extraña tampoco que esta fuera una de las primeras series en tener un éxito transmedia como el que hoy tienen por ejemplo Juego de Tronos o The Walking Dead.

Battlestar Galáctica es, grosso modo, una epopeya de frontera (si es que es posible hablar de frontera estando el cosmos por medio) que se va desarrollando en un constante contexto emocional y psicológico de situación límite, en una atmósfera de amenaza latente o patente que llena de tensión argumental y humana los equilibrios al borde del abismo de una Humanidad que ha perdido pie por culpa de una creación suya que aspira a reemplazarla (matar al padre que diría aquél). Por eso, no sería descabellado establecer intersecciones entre BSG y obras tan dispares como la Anábasis de Jenofonte, el Frankenstein de Shelley, las Argonáuticas de Apolonio de Rodas, el Cantar del Grial de Troyes, el Blade Runner de Ridley Scott o los western de John Ford.

Una de las principales claves del éxito de Battlestar Galáctica consiste en quitar toda la estridente parafernalia del género "space opera" y sustituirlo por un drama profundamente humano (nada de extraterrestres) y verosímil que permite a sus creadores plantear preguntas y abordar temas impensables en despiporres tan icónicos como Star Trek o Flash Gordon. Así, BSG explora asuntos tan interesantes como la interacción de los tres elementos tradicionalmente vertebradores de una nación (las ideologías, las armas y las creencias), la confrontación entre ciencia y religión, la concepción de la identidad en tanto que singularidad, la deificación de lo inexplicable como recurso para sostener lo explicable, los daños colaterales de obedecer a la razón o al corazón, la aceptación del otro como requisito para la asimilación del yo, la necesidad de estar abierto a los cambios para no caer en la obsolescencia, la delgada línea que separa conceptos tan relativos como "bueno" o "malo", la difícil conjugación entre la realidad y el deseo, la identificación de valores que trascienden al individuo como garantía de pervivencia de la especie...

Así, Battlestar Galáctica está más cerca de la profundidad de Shakespeare que de la banalidad estrafalaria tan habitual en la ciencia ficción pero sin renunciar por ello a cumplir perfectamente con su espíritu epopéyico ni renegar del entretenimiento y el asombro indispensables para que un producto de este género tenga éxito. Todo un logro. Y aquí va otro: sin abandonar ese carácter exitencialista y el contexto "futurista", sabe ser una serie hija de su tiempo; porque BSG es en el fondo una alegoría de la sociedad post-11S y para ello sabe ser lo suficientemente valiente, honesta y transgresora para abordar temas muy reconocibles y actuales y poner sobre la mesa polémicas y tabúes con un coraje e ingenio con los que otras producciones sólo pueden soñar. En ese sentido, la serie navega por asuntos tan nuestros y espinosos como la xenofobia, el aborto, el suicidio, la eutanasia, la tortura, la volatilidad de las convicciones, la libertad sentimental y sexual, los riesgos de la denominada "singularidad tecnológica", la actitud ante las enfermedades terminales, la búsqueda de la sensación de seguridad, el impacto de decisiones individuales en toda una comunidad, la delegación de la responsabilidad en el colectivo, la dependencia de la tecnología paralela a la postergación del factor humano, los límites del fanatismo religioso, los daños colaterales de los prejuicios, la liberación de toda clase de tutelas (familiares, ideológicas, sociales, tecnológicas...) como requisito indispensable para alcanzar la plenitud... Directamente vinculado con esto, está otro de los grandes alicientes de BSG: el poso filosófico que subyace en todo lo que ocurre y se dice en la serie. Así, en la serie se dan cita postulados y reflexiones existencialistas, deterministas, nihilistas, fatalistas, conductistas y posmodernos, todos ellos articulados en torno a un eje que está presente como fatum y mantra en toda la trama: el del "eterno retorno" (el "vivir es ver volver" que dijo Azorín) o, por citar el guión literalmente: "Todo esto ha pasado y volverá a pasar". Un concepto inquietante e interesante sobre el que se insiste con frecuencia y que lo mismo sirve como excusa que como amenaza o promesa en las acciones y decisiones de los personajes...hasta ese brillante y definitivo matiz que se introduce en los minutos finales del desenlace de la serie.

Otro punto de interés aunque más "anecdótico" radica en las similitudes entre la Humanidad de las 12 Colonias y la nuestra: todo en los capricanos y compañía desde su vestimenta hasta sus edificios y creencias nos recuerda a nosotros aunque en la ficción de BSG la Tierra sea más un mito que otra cosa. Por eso, por ejemplo, resulta especialmente curioso que los Dioses de Kobol se correspondan con los de panteón griego o que las 12 Colonias evoquen en sus denominaciones a los signos zodiacales o que el almirante Adama tenga como pasatiempo una extraordinaria maqueta de un galeón o que los teléfonos y otros ingenios que vemos en la serie pertenezcan a nuestro imaginario tecnológico más vintage o que el politeísmo, el monoteísmo y el agnosticismo se solapen con la misma naturalidad en las estrellas que en la tierra. Esto, por cierto entronca con uno de los grandes misterios de nuestra especie: ¿cómo culturas distantes en lo cronológico y lo geográfico fueron capaces de desarrollar construcciones (piramidales) y creencias (politeistas) similares? Pero eso es otra historia. 

Volviendo a la serie, los méritos/aciertos/cualidades de BSG no acaban ahí: la historia-arco y las subtramas están bastante bien cuidadas por sus creadores (a pesar de algunos agujeros en el guión), los cambios respecto al original son más que acertados, los giros argumentales son bastante imprevisibles y eficaces, los personajes son lo suficientemente matizados e imperfectos para resultar creíbles, el ritmo y el tempo son los adecuados en todo momento para mantener la atención, el estilo visual refuerza esa sensación de verosimilitud que emana toda la serie, los géneros y subgéneros se gestionan con bastante acierto, los efectos especiales no dan vergüenza ajena y el reparto ofrece unas interpretaciones tan solventes que raro es el personaje que resulte anodino para el espectador. En relación con esto último, he de decir que mis actores favoritos son James Callis por ese cínico, oportunista, pícaro y genial "antivillano" (con perdón del palabro) llamado Gaius Baltar y, muy especialmente, Edward James Olmos quien está sencillamente impresionante encarnando al monumental Almirante William Adama.

Todo esto casi basta para explicar por qué tuve esa reacción al concluir el último capítulo. El "casi" requiere para su eliminación ver la serie porque Battlestar Galáctica no es una serie más, ni siquiera una buena serie sino una de ésas que se ven muy de cuando en cuando: un auténtico serión. Por eso, por su calidad y singularidad, no me cabe duda de que, por muchos años que pasen, BSG tendrá siempre mucho futuro. ¡Eso decimos todos!

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