martes, 20 de octubre de 2015

Podemos: el Risk, la hibris y el suflé

Antaño, cuando yo jugaba al Risk con mis amigos, rara era la partida en que no quedara clara una de sus reglas no escritas más importantes: si pretendes ir más allá de lo debido en número de territorios o ejércitos, pierdes, primero por la insostenibilidad intrínseca de semejante ambición y, segundo, porque tus rivales tarde o temprano se olvidarán momentáneamente de sus objetivos individuales para recordarte por las malas que la templanza es una virtud. Algo de esto le ha pasado a Podemos o, mejor dicho, a sus dirigentes o, aún mejor dicho, a Pablo Iglesias.  Y por eso, ahora mismo, están más cerca de morir en la orilla o de que "se queme el cochecito" (expresión clásica de aquellas partidas de Risk) que de convertir La Moncloa en Woodstock.

Y esto no es nada nuevo en absoluto: a Iglesias y cía les ha ocurrido lo mismo que se puede leer y ver en decenas de mitos y tragedias griegas: la hibris (desmesura) siempre acaba siendo castigada. Se vinieron arriba como Ícaro y...

Del asalto a los cielos han pasado al mal de altura en un pispás y todo porque, a la hora de la verdad, no había gente suficiente en la quedada para tomar la Bastilla. Es el riesgo de intentar rentabilizar a medio y largo plazo estados de efervescencia: que una mañana te levantes y no haya nadie al otro lado de la cama, que deje de contestar a tus mensajes, etc.

La culpa de eso es a repartir. Por un lado, Pablo Iglesias y su camarilla son culpables de apostar obstinadamente por un estilo agresivo, ambiguo, bronco, volátil; de fiarlo todo a la crítica destructiva; de no querer ver más allá de su propia ambición arribista; de recurrir más a la demagogia y la pancarta que a la dialéctica y la elocuencia; de usar formas nuevas para un discurso trasnochado; de buscar más la pose que el programa y de creer que el eslogan es una patente de corso, bula de indulgencia y salvoconducto. Moraleja: comportarse política y públicamente como si padecieras el síndrome de Tourette tiene una gracia con fecha de caducidad. 
Por otro lado, los líderes de Podemos no son culpables de haber surgido en un contexto de amplio, dispar y justificado descontento social y de haber sido aupados inesperadamente por un magma de gente que quiere cambiar las cosas para recuperar para España la dignidad y la esperanza pero a la que no le importa el "quién" sino el "cómo" (lo cual explica en parte el actual descalabro de Podemos en favor de Ciudadanos). Moraleja: a la estrecha realidad le hacen falta unas cuantas copas para irse a la cama con el idealismo más zafio e ingenuo.

Tampoco les ha ayudado mucho (perdón por el eufemismo) la existencia de hemerotecas, sus vínculos con el Chavismo, sus coqueteos con proetarras vascos e independentistas catalanes, el cometa Monedero, las refriegas intestinas, los problemas en Grecia, el ayuntamiento catatónico y estrafalario de Ahora Madrid, el patinazo en las elecciones catalanas...

Por todo ello, resulta casi una perogrullada afirmar que Pablo Iglesias ha pasado de mesías a suflé a una velocidad de cien gatillazos por hora que hace que su desmoronamiento resulte hasta enternecedor. Más aún si cabe si tenememos presente que Iglesias es un hábil demagogo que se ha pasado de listo pero que no es precisamente tonto. No obstante, aunque Iglesias y su séquito tuvieron, tienen y tendrán todo mi desprecio y antipatía, hay que reconocerles el mérito de haber evidenciado antes que nadie que hay vida más allá del patético e indignante bipartidismo y que la gente quiere cambio. Por eso, cabría concluir que si el crepúsculo del mamoneo político fue de color violeta, el amanecer de un tiempo nuevo es de color naranja. Malos tiempos para las coletas. 

jueves, 15 de octubre de 2015

"The secret of Monkey Island": 25 años de un mito

Lo difícil no es distinguir lo bueno de lo malo sino lo muy bueno de lo bueno (Tomás Blanco dixit). Esto, que es una gran verdad, no se cumple cuando hablamos de un juego como "The secret of Monkey Island" ("Monkey Island" o "el Monkey" o "SoMI" para los jugones): fue, es y será tan obvia e impresionantemente bueno en todos los aspectos que no sólo se ganó con todo merecimiento ese calificativo tan anglosajón de "clásico instantáneo" sino además un lugar preferente en la memoria de miles y miles y miles de jugadores de todo el mundo. Su argumento, sus estrafalarios e inolvidables personajes, su genial e inteligente sentido del humor, sus brillantes y delirantes diálogos, su originalidad, su disparatada complicidad con el jugador, sus inconfundibles gráficos, su música...todo en "The secret of Monkey Island" tenía/tiene todos los requisitos necesarios para considerarlo no un buen juego más sino "El juego": una obra maestra.

Por eso, celebrar el 25 aniversario del inicio de una de las sagas de videojuegos más famosas y aclamadas de toda la historia no sólo debe ser motivo para sentirse viejo, sino para brindar (con grog, por supuesto) por cuadro disquetes de 3'5 que marcaron la infancia y juventud de quienes tuvieron la suerte de jugar con él, la suerte y el gustazo de ser el atípico, esmirriado y voluntarioso Guybrush Threepwood en su afán por convertirse en pirata, de aventurarse en la rara-rara-rara Melee Island, de superar las peculiares exigencias de los "Muy importantes líderes piratas", de aguantar sin respirar 10 minutos bajo el agua ¿sin ahogarte?, de luchar a insulto limpio, de perseguir a un tendero por toda una isla, de encontrar y luchar contra "la Swordmaster", de soportar al hiperactivo vendedor Stan, de tratar de ligarte a la gobernadora Elaine Marley, de descubrir el indescriptible circo de los hermanos Fetuccini, de tener encuentros en la tercera fase con los "hombres de baja moral", de averiguar los usos de un pollo de goma con polea, de reunir a la tripulación más esperpéntica y disfuncional que ha navegado el Caribe, de dialogar con toda una maestra del vudú, de adentrarse en la misteriosa Monkey Island, de conocer a tres ¿peligrosos? caníbales, de huir/luchar/vencer al pirata fantasma LeChuck...

El mérito de este juego es aún mayor si tenemos en cuenta que surgió en la época dorada de las aventuras gráficas; los años en los que Lucas Arts y Sierra partían la pana sacando un juegazo tras otro en una competencia descomunal y brillantísima por dar momentos memorables a toda una generación de jugones; los tiempos en los que cualquier chaval tenía en los aledaños de su ordenador de sobremesa juegos hoy legendarios como Zak McKraken, Indiana Jones y la última cruzada, Maniac Mansion, King's Quest, Space Quest, o Leisure Suit Larry; la década (los 90 del s.XX) en la que las aventuras de "point and click" eran el mejor reflejo de experiencias literarias como "Elige tu propia aventura"; los años en los que el ingenio y la fantasía se declinaban en bits, clics y VGA. Que el Monkey Island sea el mejor de todos esos juegos es algo tan obvio como difícil de conseguir, claro que teniendo como padres a genios de la talla de Ron Gilbert y Tim Schafer (hoy venerados a nivel tótem) lo raro, increíble e imperdondable sería que hubiera salido otra cosa que no fuera eso: una genialidad. ¡Pero si hasta tuvieron al afamado escritor Orson Scott Card escribiendo la desternillante lista de insultos y réplicas de las luchas a espada! Eso por no hablar de las ya icónicas portadas ilustradas por Steve Purcell...

No soy capaz de recordar concretamente cuántas horas pasé jugando al Monkey Island en mi infancia-adolescencia. Pero sí recuerdo bien el mimo y la veneración con que trataba la caja de cartón
que contenía (y aún hoy contiene) el juego, el hormigueo que sentía al coger la ruleta para averiguar la clave de inicio de partida, la divertida tensión que sentía al aparecer LeChuck en pantalla, la risa al descubrir que un insulto demencial vale más que mil espadas, los momentos de "buffering" mental mientras intentaba encontrar la solución a algún delirante reto o enigma de los muchos que planteaba la aventura, la resistencia/tentación a echarle un vistazo al famoso "libro de pistas" y la pena y el síndrome de abstinencia que sufrí una vez terminé de jugarlo. Tengo claro que, del mismo modo que hay películas, libros, series y canciones que marcan a nivel generacional o individual a las personas en su niñez/adolescencia, hay juegos que hacen lo propio y "The secret of Monkey Island" es quizás el mejor ejemplo que se me ocurre. Ese juego es, para la gente de mi generación, una referencia entrañable, tanto si se jugó como si se conoció "de oídas".

En cuanto a sus cuatro secuelas, basta decir que sólo la excelente segunda parte (LeChuck's revenge) estuvo a la altura (de la misma manera que, por ejemplo, en el ámbito cinematográfico, estupendas segundas partes como El Padrino II y El Imperio contraataca igualaron/superaron a sus respectivas predecesoras). Así que Disney, propietaria actual de los derechos del Monkey Island (¿de qué no es dueña Disney?), haría mejor dejando que los creadores del juego original desarrollaran una nueva tercera entrega (como llevan años reclamando tanto Ron Gilbert como miles de fans) y no haciendo lo que hace: malgastar tiempo y potencial ignorando por completo esta posibilidad (técnica del "perro del hortelano").

Respecto a la polémica con la saga cinematográfica de Piratas del Caribe, es razonable compararla con el Monkey Island toda vez que que tanto el juego como las películas comparten las mismas
fuentes de inspiración (la famosa atracción de Disneylandia y la entretenida novela En costas extrañas de Tim Powers, como confirmó el propio Ron Gilbert en su blog) y que el juego fue muy anterior a las hipertaquilleras películas. Sin embargo, creo que la discusión quedaría zanjada si tenemos claro que cualquier adaptación al cine literal y oficial de "The secret of Monkey Island" (hecha obviamente con presupuesto, medios, respeto y criterio suficientes) tendría aún más éxito que las aventuras de Sparrow y compañía. ¿Por qué? Porque sencillamente, se mire por donde se mire y le pese a quien le pese, el juego fue, es y será mejor que Piratas del Caribe (y eso que las películas no son en absoluto malas).

En definitiva, igual que la Literatura y el Cine tienen sus clásicos universales, los videojuegos también y el Monkey Island
es uno de ellos. Por eso, se ha convertido en algo más que un juego insuperable: es un objeto de culto, un icono generacional y un recuerdo entrañable. Por eso, espero que el vídeo al final de este post le toque la fibra a más de un@...

Acabo ya porque es momento de celebrar los 25 años de un mito. Gracias por leer este artículo. A ti y al mono de tres cabezas que tienes detrás. Y si no sabes qué quiero decir...es que yo soy cola y tú pegamento ;)

martes, 13 de octubre de 2015

El día de la Polémica Nacional

Ayer fue 12 de octubre: día del Pilar, día de la Fiesta Nacional, día de la Hispanidad, día del Descubrimiento de América, día de Colón...pero, especialmente, día de la Polémica, especialmente aquí en España.

El cisco viene por lo que a mi juicio consiste en mezclar churras con merinas de tal forma que se ha creado una "frankenfiesta" bastante mejorable, por decirlo eufemísticamente. El problema está en que hay quienes utilizan esto para orinar fuera del tiesto o atizar a todo lo que huela a España o a los conceptos de "nación" o "patria". Un problema que se solucionaría, como casi todo en esta vida, con más sensatez, honradez y cultura, logro que casi siempre se consigue leyendo mucho y bien.

Así que, visto el percal, mi intención con este artículo es intentar aclarar todo el embrollo y de paso dar mi opinión sobre algunos aspectos polémicos intentando no salirme en ningún momento de la honestidad, aunque eso pueda molestar a unos y otros por igual.

- Sobre el 12 de octubre como "frankenfiesta":
Me parece un gran error mezclar en un mismo día una celebración de tipo religioso (Nª Sª del Pilar) con otra de tipo patriótico  (Fiesta Nacional), otra de tipo histórico-conmemorativo (Descubrimiento de América) y otra de tipo etnográfico-cultural (Hispanidad) y sintetizar todo ello en un desfile de tipo militar. Cada cosa a su tiempo y cada tiempo a su cosa. 
Para empezar, si se trata de celebrar la "hispanidad", debería apostarse por una celebración menos monotemática, más civil y cultural, que apostara por realzar lo que une a todos los países hispanohablantes (no sólo a España) y también lo que, diferenciándolos, contribuye a crear una cultura enorme en interés, potencial y matices.
Por otra parte, si lo que se busca es celebrar a España como nación al estilo de lo que hacen los EEUU el 4 de julio, creo que hay cosas mejores que festejar y de las que enorgullecerse, principalmente de tipo cultural, científico, intelectual y deportivo, antes que reducirlo todo a un pavoneo militar por tierra y aire. Ojo: no critico que se ensalce la labor del ejército a la hora de defender a los intereses y ciudadanos españoles sino jibarizarlo todo a eso, pasándose por la piedra a decenas de escritores, pintores, pensadores, científicos y deportistas españoles vivos o muertos que no sólo forman parte de la historia nacional sino también de la universal con todo merecimiento.
Porque, en línea con lo anterior, si lo que se quiere es celebrar exclusivamente a las Fuerzas Armadas y honrar a los caídos, para eso existe ya un día distinto. Punto.
En cambio, si lo que se pretende es honrar a la Virgen del Pilar, lo más lógico sería hacer algo similar a lo que se hace en la festividad del Apóstol Santiago. Tan sencillo como eso.
Por último, si lo que se ansía es conmemorar la fecha en la que España puso un pie en la Luna en lo que a términos históricos se refiere, me parece que "descubrir" América es algo con la suficiente entidad como para fusionarlo con una fiesta de enfoque más amplio y localista y, en cualquier caso, sin sacar de quicio el asunto, como explicaré a continuación.

- Sobre el descubrimiento y la conquista de América:
Buena parte de la polémica que rodea al 12 de octubre tiene que ver con esto. ¿Los culpables? Varios: el patrioterismo más rancio, la demagogia de lo políticamente correcto, los complejos heredados a cuenta de las insidias y calumnias de la "leyenda negra", la manipulación político-historicista y, como causa de todo lo anterior, la falta de estar lo suficientemente bien leído. Y es que, en este asunto, chocan varios intereses antagónicos pero igual de gilipollescos por su ceguera y falta de honestidad. 
* Respecto al descubrimiento de América: Que se sepa, antes que Colón y sus carabelas españolas, y dejando aparte la controversia
sobre el chino Zheng He, los primeros en poner un pie al otro lado del Atlántico fueron Erik, el Rojo y su hijo Leif Eriksson, más de 400 años antes de que Rodrigo de Triana estuviera al borde de la angina de pecho. Así que, descubrir, lo que se dice descubrir...no. En todo caso, España sí fue la primera en realizar con éxito una colonización en territorio americano.
* Respecto a la colonización y conquista española de América: La mayoría de los países (presentes o pasados) han sido a lo largo de su historia colonizados y colonizadores de igual manera que han sido conquistados y conquistadores. En el caso de España, basta con recordar que lo que hizo en América ya lo había vivido en carne propia hacía siglos de la mano de los romanos y los árabes, por citar sólo dos ejemplos. Conviene aquí apuntar que toda colonización se asienta sobre una conquista previa y ésta a
su vez en un conflicto entre los foráneos y los nativos solucionado por las armas ¿antaño? y por la economía hoy. No hay que olvidar que hasta hace relativamente poco en lo que a términos de Historia universal se refiere, las fronteras de las naciones se pintaban con sangre. España, en este sentido, no es una excepción...pero eso no quiere decir que fuera ni la primera ni la única potencia en hacerlo y quien quiera negar tanto lo uno como lo otro hace mal. 
Igual que hace mal quien quiera escudarse en ese argumento para justificar, mitigar o pasar de puntillas por todas las numerosas atrocidades y barbaridades cometidas por los conquistadores y colonos españoles: matanzas, torturas, esclavitud, abusos...Es lo que pasa cuando das carta blanca a gente con pocos escrúpulos y demasiada codicia (el argumento de la evangelización es un chiste de mal gusto). Dicho de otro modo: la conquista española de América no la hicieron precisamente unas beatas (como tampoco eran monjes tibetanos los indios autóctonos). Todos los países del mundo tienen una lista de cosas de las que avergonzarse y, en el caso de España, lo que se hizo en el "Nuevo Mundo" está en el hit parade junto a la Inquisición y las guerras civiles.
Igual que hace mal quien sólo quiera ver masacres y aberraciones
perpetradas por españoles y se olvide de que también fueron españoles quienes denunciaron estos desmanes o quienes promovieron disposiciones para velar por el cuidado de la población indígena. Ahí está para demostrarlo a quien tenga interés el testamento de Isabel, la Católica (capítulo XII), las Leyes de Burgos o las Leyes Nuevas.
Por eso, quien opte por adoptar un planteamiento maniqueo está demostrando más habilidad para quedar como un gilipuertas que para poner las cosas en su justo contexto.
* Respecto a la mortandad de los nativos americanos: Negar que la llegada de los españoles a América supuso una diezma nivel aniquilación de la población local es una estupidez tan patética y repugnante como negar, por ejemplo, el holocausto judío a manos de las nazis. Atribuir exclusivamente a la guerra, la tortura y la explotación española todas las muertes, también. Más que nada porque hay bastante consenso entre los expertos a la hora de atribuir la mayoría de las muertes (para necios: mayoría no es
sinónimo de totalidad) a las epidemias y enfermedades sufridas por los nativos como consecuencia de los gérmenes que inconscientemente llevaron consigo los españoles; la única controversia que existe actualmente está en fijar el porcentaje de muertes con causas "patógenas" (unos hablan del 65%, otros del 95%, etc). Por tanto, puestos a hablar de las muertes de los nativos, sería más correcto hablar de "mortandad" que de "genocidio" y más honesto no ningunear la culpa que tuvieron en ella la viruela y demás pandemias. Que el comportamiento abominable de los españoles no ayudó, es cierto. Que antes de la llegada española los indios ya se mataban/sacrificaban/comían entre ellos, también.
* En definitiva: ante la demagogia y la estupidez, nada como estar informado. En ese sentido, si alguien quiere profundizar en el tema y contextualizar debidamente todo este asunto, recomiendo leer los libros La conquista de América, una revisión crítica y Guía políticamente incorrecta de la civilización occidental.           
Por tanto, visto lo visto, ¿qué haría yo el 12 de octubre? Seguir la postura de Ernesto Sábato y no quedarme ni con la leyenda negra ni con la leyenda blanca para poder celebrar lo que nos une, esto es, los hitos logrados por hispanohablantes de todos los tiempos, tomando una Mahou con mis amigos, sean del lado del Atlántico que sean.

lunes, 12 de octubre de 2015

Titanic: una exposición para recordar

Hace escasos días se ha inaugurado en Madrid la exposición Titanic, the exhibition. La muestra, de carácter internacional y albergada hasta el próximo marzo en el Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa, está dando bastante que hablar no sólo por el magnetismo intrínseco de todo lo que rodea al citado barco (que se lo digan a James Cameron) sino por el éxito de público que está cosechando estos días en forma de largas colas, entradas agotadas, etc. Un éxito más que justificado ya que, además del colosal potencial de lo histórico, esta exposición, aun siendo mejorable (como todo en esta vida), está organizada con un excelente criterio y es asequible en todos los sentidos, completa en fondo y forma y muy satisfactoria. Pero, por encima incluso de todo esto, el gran mérito de la exhibición es que resulta francamente emocionante en lo humano, al hacer visibles algunas de las historias dentro de la historia; esas historias perdidas en la polvareda de los datos y la crónica de brocha gorda; esas historias que nos hablan de personas reales asociadas para siempre a la tragedia del Titanic por cómo murieron o cómo sobrevivieron en aquella fatídica noche; esas historias con las que no cuesta nada conectar gracias a la eficaz combinación de reseña biográfica, fotografías y objetos personales. De ahí que no sean pocos los momentos en los que el escalofrío o la lágrima puede aparecer por sorpresa fuera del guión de la audioguía.

Se dice que el Titanic es desde su terrible hundimiento un barco mítico. Y es cierto que algo de mítico tiene pues es relativamente fácil ver reflejados en su tremenda peripecia los ecos de mitos tan antiguos y universales como los de Prometeo, Ícaro o Aquiles. Pero, aun siendo esto verdad, lo verdaderamente conmovedor de todo lo relacionado con el Titanic es su capacidad para sintetizar en unos hechos objetivos y concretos algo tan
universal como la contradictoria condición humana, esa que oscila entre la vida y la muerte, la bondad y la vileza, la suerte y la desgracia, la realidad y el deseo, la valentía y la cobardía, el altruismo y el egoísmo, la templanza y la locura, la lealtad y la traición, la responsabilidad y la despreocupación, la lucidez y la estupidez, lo racional y lo irracional...Quizás, parte del descomunal atractivo que aún conserva el Titanic se debe a que, en esencia, no deja de ser un colosal "memento mori" pronunciado en un grito que desgarra los límites de lo geográfico y lo temporal. O tal vez se deba simplemente a que nos recuerda de una forma rotunda y estremecedora de qué somos capaces en una situación límite, para bien o para mal. De ahí lo acertado de esta exposición al conceder la misma importancia a lo más personal y "anónimo" que la prestada a lo más histórico y conocido.

En definitiva, Titanic, the exhibition es una exposición francamente buena y muy recomendable porque, más allá de saciar suficientemente la curiosidad o el interés que pueden suscitar los hechos y los datos, la muestra nos deja sensaciones y enseñanzas que no debemos dejar olvidadas en el fondo de ningún océano.

jueves, 8 de octubre de 2015

El baile

El problema no es carecer de gracia (física, motriz, estética, retórica, intelectual o humorística). Los feos, los torpes, los horteras, los sosos y los cretinos tienen exactamente los mismos derechos y libertades que los guapos, los hábiles, los estilosos, los sabios...
El problema no es tener una autoestima desproporcionada e injustificable. Todo el mundo está perfectamente legitimado para venirse arriba aunque la realidad no acompañe.
El problema no es que exista un programa como "El hormiguero". Todas las parafilias, incluidas las televisivas, tienen su público.
El problema no es que una persona se vuelva viral o trending topic. Internet es un circo de infinitas pistas y siempre tiene demanda de payasos, mujeres barbudas y demás freaks.

El problema es que la mayoría de políticos de este país, ante su propia incapacidad y desfachatez, haya decidido cambiar el "programa, programa, programa" por otros "programas" bien diferentes pensando que la ciudadanía de este país es tan deficiente mentalmente y retrasada políticamente que prefiere apoyar electoralmente las ocurrencias antes que las ideas, las patochadas antes que los proyectos y el esperpento antes que la seriedad.
El problema es que, con la que ha caído y está cayendo, con lo que ha hecho y está haciendo, la única alternativa que ofrece el Gobierno a su torrente de torpezas, perjuicios y ofensas sea a su vicepresidenta moviendo el mondongo como si se creyera Tony Manero.
El problema es pasarse por el arco genital la inteligencia, el respeto, la consideración y la dignidad debidas a una población que ha demostrado estar en líneas generales muy por encima de sus gobernantes y representantes.
El problema es actuar con esa peligrosa mezcla de soberbia y despreocupación cuando tantísima gente lo ha pasado o lo está pasando especialmente mal o cuando tu único aval y legado es un Everest de errores y agravios. 
El problema es que una representante del Gobierno tenga tan poca o nula sensibilidad y criterio como para entender que su numerito del martes sobra en un país cuyo estado de bienestar ha sido dinamitado por la ineptitud/desvergüenza de sus gobernantes, cuyo estado de Derecho ha sido aniquilado por la corrupción de sus políticos, cuya separación de poderes es en el mejor de los casos cuestionable, cuya clase media ha sido arrasada para costear despilfarros y pelotazos varios, cuya juventud tiene que elegir entre la emigración y la frustración, cuya libertad de información ha sido laminada, cuya libertad de expresión ha sido sodomizada legalmente, cuyo sistema laboral es un laberinto de indignidad y precariedad, cuya Justicia da risa, cuya Educación da pena, cuya Cultura está lisiada fiscalmente o cuyo Ejecutivo provoca simple y llanamente asco.
El problema es, en definitiva, tomar a la gente por idiota. Eso es lo verdaderamente grotesco. Eso es lo auténticamente aberrante. Ése es el problema. No que alguien pase a los anales de la teratología política y televisiva por hacer el ridículo