jueves, 30 de julio de 2015

Simplemente José

Las cosas más importantes del Periodismo no las aprendes en la facultad ni en prestigiosos másters ni en caros cursos de posgrado. Igualmente, las cosas más importantes de la vida no las aprendes en ningún aula. No. Esas cosas, las que te pueden sacar de un lío (periodístico o no), las que verdaderamente importan, te las enseñan fuera o, mejor dicho, las aprendes fuera. ¿De quién? De personas como José Torrecilla Iturmendi, conocido por muchos como "José de Astería" y por casi todos simplemente como José.

Creo que la mejor palabra que define a José (Oteiza, Navarra, 1929) es "entrañable". Es alguien que se hace querer sin pretenderlo y eso, en los tiempos que corren, es mucho e inusual. Es de esas personas que, sin estridencias y con humildad, se va acomodando en tu memoria y corazón y de ahí no lo saca ni el tiempo ni la distancia ni el agua hirviendo. ¿Quién es José? Podría decir que es el auténtico corazón de la delegación estellesa del Diario de Navarra, con independencia de quién ocupe el puesto de director. O que es una enciclopedia viviente de todo lo que tenga que ver oficial u oficiosamente con Estella y sus alrededores. O que es un apasionado seguidor y cronista del deporte (fútbol, ciclismo, pelota vasca...), el folclore y los festejos estelleses. O que es un entusiasta defensor de "lo navarro" (ese concepto). O que es, como dice la canción, un "estellica de temple sin igual". Pero, más allá de todo eso, que es cierto, José es buena gente.

Lo conocí hace ya unos cuantos veranos, en mis prácticas en la redacción de Estella del Diario de Navarra. A los pocos días, José ya se había convertido en mentor, antiestrés y salvavidas. Alguien en esa ciudad debería promover la canonización de José como santo patrón de los becarios. Y no lo digo por su forma de llevar al novato de turno por las carreteras
comarcales (¡qué piloto se perdió la Fórmula 1!). Lo digo por su fondo y por sus formas. Lo digo por esas horas de conversaciones a pie, en coche o sentados en la oficina en las que con José o gracias a él aprendes todo lo que necesitas saber y nunca te atreviste a preguntar o se decidieron a contarte sobre el periodismo y lo que no es el periodismo. Lo digo por esos momentos en los que la llaneza y experiencia de José resuelve nudos gordianos de todo tipo. Lo digo por esas charlas inesperadas que a menudo acababan en sonrisa cuando no en carcajada. Con José es difícil, casi imposible, no coleccionar decenas de buenos recuerdos. Con él siempre aprendes y siempre cosas buenas. Por eso es tan fácil estarle agradecido. Por eso es tan sencillo apreciarlo.

Siempre he pensado que los homenajes y reconocimientos es mejor hacerlos en vida. Por eso me gusta escribir este artículo. Por eso me parece fantástico que se haya elegido a José para que mañana prenda el "chupinazo de fiestas", que, para quien no esté familiarizado con las costumbres de aquellos lares, es un renocimiento nivel Nobel en esa peculiar idiosincrasia navarra. Por eso espero que José disfrute y se emocione con ese momento. Con su momento. Creo que pocas personas como él en Estella se merecen tanto afecto, gratitud y respeto como este periodista heterodoxo pero eficaz, estellés tranquilo y dicharachero, trabajador incansable y esmerado, hombre afable y tierno a quienes muchos, periodistas o no, tenemos el orgullo y la suerte de querer. Porque todo lo bueno que le pase se lo ha ganado a pulso...hace ya mucho tiempo. Así que bienvenido sea el homenaje a Torrecilla. Disfruta, José.

domingo, 26 de julio de 2015

De leones y hombres

Me encanta. Soy un auténtico fan. Confieso que mojo la ropa interior pensando en cazar. Se me acelera el corazón con la sola idea de darle matarile a un animal. Sueño con decorar mi casa con trofeos y logros de la taxidermia. Ahora que tengo tu atención, dejaré de ser irónico.

¿Qué es la caza?
Objetiva e históricamente: es un anacronismo, una práctica injustificable y "desfasada" desde que hace 10.000 años al hombre le gustó eso de la ganadería
Para algunos: es también un hobby, una pasión, una afición equiparable, según esos "algunos", a practicar algún deporte, leer un libro, ir al cine, jugar al ajedrez, escuchar música, construir maquetas o hacer fotos.
Para mí: es la más cruel y repugnante excusa que encuentran algunos, esos mismos "algunos" del párrafo anterior, para tapar, aliviar u olvidar algún tipo de trauma, tara, complejo, patología o disfunción. Como las operaciones estéticas o irse de fulanas pero liquidando especies para alimentar no el estómago sino un ego que haría las delicias de cualquier diván. Así, para mí, la caza es una ventana a un mundo de barbarie y vísceras donde todo es brutal, cruel e inhumano. En este sentido, desde el punto de vista de la ausencia flagrante de consciencia y conciencia que demuestran los protagonistas, la diferencia entre un cazador y un asesino, un terrorista, un violador o un pederasta es quién resulta perjudicado por sus aberrantes actos. Por lo demás, ninguna distinción. En resumen, que si me dan a elegir entre la existencia de un animal y la de un cazador que no cace por estricta y urgente necesidad alimentaria, mi elección será siempre el animal. Qué le voy a hacer: aprecio demasiado a los animales y muy poco a los bestias. ¿Por qué? Porque éstos, los bestias, los salvajes con nombre y sin vergüenza, han olvidado lo que dijo el conservacionista James Oliver Curwood e inmortalizó la fenomenal película El Oso: "Sólo hay un placer mayor que matar: dejar vivir".

¿A qué viene esto? 
A noticias como la de que un cazador ha liquidado a un león en Zimbaue. Hace poco más de un año hablaba en este mismo blog de la muerte del elefante "Satao". Ahora ha cambiado el animal pero no la salvajada ni la maldad ni la cobardía ni el horror ni la tragedia ni el disparate ni el asco ni la vergüenza ni la pena que me provocan sucesos así. Lo peor es cómo se ha producido la muerte o, mejor dicho, el asesinato de "Cecil", el león de la noticia: con nocturnidad, alevosía, engaño, ensañamiento y soborno (de 50.000 euros). Terrible. Es la enésima señal de la obscena y sistemática falta de respeto del ser humano por cualquier otra cosa que no sea él mismo. Es un argumento más de que "humanidad" y "civilización" son palabras a descartar. Es el penúltimo ejemplo de que sólo hay algo comparable en magnitud al ingenio del hombre: su crueldad.

La ley de la impunidad
En este caso concreto, lo peor de todo, que ya es decir, es esa certeza de que existe gente que mata no sólo por placer sino para exhibir su poder o, tal vez, lo que el malnacido de turno entiende por "poder". Que con la que está cayendo haya personas capaces de aflojar 50.000 euros para matar a un animal es para hacérselo mirar colectivamente. Es la demostración de que hace tiempo, mucho, tal vez demasiado e incluso de manera irremediable, la exhibición del poder, como medio y fin en sí mismo, está por encima de cualquier ley humana o natural. De que la ley de la impunidad no distingue las cosas desde un punto de vista ético, moral o biológico sino monetario. De que esta sociedad tiene excedente de psicópatas con posibles que lo mismo te joden la vida desde un despacho que acercan la sexta extinción masiva en la sabana africana. Y de que (y aquí viene la verdadera tragedia) hagan lo que hagan estos bastardos, se irán de rositas dejando una estela de destrucción. Matan porque pueden. Destruyen porque pueden. Se libran de cualquier castigo porque pueden.

Así pues y por acabar, teniendo presente que muy probablemente Walter James Palmer, el asesino de Cecil, se quede sin castigo, sólo espero que ese miserable, ese mierda, esa escoria humana, ese monstruo que ha matado al león tenga cuanto antes el mismo destino que deseo para cualquiera capaz de matar a un animal o inocente: la muerte más atroz y agónica posible. Así la vida se quedará para quienes la respetamos y éste será un mundo mucho menos malo de lo que ya es.

domingo, 12 de julio de 2015

Mi capitán

Nunca he sido ni seré del Real Madrid, pero Iker Casillas siempre será mi capitán. Y lo será por algo más allá de los números y estadísticas que lo ubican en el terreno de lo extraordinario. Y lo será por algo más allá de esas actuaciones más propias de un partido de "Óliver y Benji" que de una persona de carne y hueso. Y lo será por algo más allá de todos los hitos y trofeos conseguidos que lo sitúan en el ámbito estrictamente reservado a las leyendas. Y lo será por algo más allá del gracejo, naturalidad y espontaneidad que lo han convertido en una persona entrañable. Y lo será por algo más allá del hecho de ser capitán, líder y corazón de la mejor Selección española de fútbol de todos los tiempos. Y lo será por algo más allá de ser el mejor portero español de todos los tiempos y uno de los mejores cancerberos de toda la historia del fútbol mundial. Lo será por los valores que él ha encarnado mejor que nadie en el fútbol español de las últimas décadas: la humildad, la nobleza, la disciplina, el esfuerzo, la profesionalidad, la constancia, la educación, el respeto, la sensatez, la templanza, la elegancia, la valentía ante la adversidad...Lo será por todas esas virtudes y cualidades que lo han aupado con todo merecimiento en ese altar laico que es el deporte.

Sin duda que sus condiciones físicas ya no son las de antaño; de lo contrario estaríamos hablando de alguien simplemente no humano. No obstante, siendo objetivos, el paso de "portero increíble" a "portero muy bueno" no creo que sea como para
llevarse las manos a la cabeza, rasgarse las vestiduras, reclamar su finiquito, etc, etc. Por eso, es especialmente llamativo, ridículo y patético que haya gente que critique a Casillas por el declive físico al que toda persona se ve abocada conforme va cumpliendo años. Y aún más particularmente despreciable que haya gente gente que aproveche ese ocaso físico para dar rienda suelta a comentarios y críticas que no tienen nada que ver ni con lo físico, ni con lo futbolístico, ni con lo deportivo y sí mucho con la ingratitud, la estupidez y la carencia de memoria, ética y escrúpulos.

Dicho lo cual, creo que la salida de Casillas de su club de toda la vida (25 años), del equipo en el que siempre quiso retirarse, no hay que entenderla tanto en el plano físico o deportivo como en el personal y ajeno a lo futbolístico. La marcha del capitán del Real Madrid no se entiende sin José Mourinho ni Florentino Pérez. O, mejor dicho, sin su mal fondo y peores formas, sin la persecución extradeportiva, el ensañamiento infundado, la obsesión enfermiza, la presión psicológica y la envidia personal que esos dos repugnantes divos que nada tienen que ver con el fútbol como deporte han dedicado al mejor estandarte de los valores e ideales de los que supuestamente presume el Real Madrid (risas enlatadas). En definitiva, la salida de Casillas no se puede entender sin el descomunal, descarado e inmerecido mobbing que ha sufrido por culpa de Mourinho entonces, de Pérez siempre y de sus respectivas camarillas de impresentables jugadores (Arbeola, Xabi Alonso, etc) y voceros mediáticos (Pedreroles y cía). Un despropósito amargo y cruel que acabó por trasladarse a la grada, donde una parte no pequeña de la ¿afición? del Real Madrid demostró que tiene una memoria a la altura de su educación y ética, demonizando a quien hasta hace nada veneraban como "santo". Una situación así, tan injusta, inmerecida, indefendible y erosiva como mantenida en el tiempo, acaba con la moral, la ilusión, la concentración y la motivación de cualquiera, se llame o no Iker Casillas. Quizás no debería haber aguantado tanto, ni en tiempo ni en forma. En ese sentido, no creo que Iker Casillas se haya rendido sino que hace mucho, mucho tiempo el club y buena parte de su afición dejó de merecerlo y hoy por fin ha quedado absolutamente claro. Lo que está fuera de toda duda es que Casillas, en toda esta desagradable situación, es el único que siempre ha estado muy por encima de las circunstancias, incluso en su magistral despedida. Del resto de protagonistas e intervinientes sólo cabe expresar que han quedado retratados como lo que son.

Así las cosas, sólo se puede decir que el Real Madrid y el madridismo han perdido el único espejo en el que mirarse mientras que el Porto ha ganado un porterazo y un jugador ejemplar dentro y fuera del campo. Un tipo al que cualquier amante del fútbol y el deporte puede, debe y tiene que estar agradecido. Siempre. Y esto lo digo yo, que nunca seré madridista, que nunca fui "Casillista" pero que siempre fui, soy y seré de las buenas personas. ¡Hala Iker! 

viernes, 10 de julio de 2015

Calor nocturno

Antes del clic: la ciudad declarando el estado de ebullición, el bostezo alquitranado de la madrugada, el réquiem enlutado del viento, los hielos deshaciéndose en sueños etílicos, el tango siniestro de las cucarachas, los dedos hundiéndose en la raíz del suspiro, el blues insomne de los relojes, el sudor encendiendo pieles de neón, la baliza remota de un avión evaporándose, las camas rumiando cuerpos en centrifugado, la luna derritiéndose en un espejismo de vainilla, el aleteo sin vuelo de los abanicos, las sábanas devorando secretos de ojos cerrados, el jazz fantasmal de los grillos, la Navidad en los labios de tacón y esquina, la alarma incansable de la chicharra, los televisores entonando la letanía de la silicona entre ruletas y abdominales, las farolas arrullando el frenesí de los mosquitos, el jadeo de pechos como calderas heridas, la geometría sedienta de las terrazas varadas a la orilla del asfalto, la deserción de los cuerpos fundidos, los pies hinchados como ballenas putrefactas, la luz mesiánica de las neveras abiertas, los ecos de sirenas quebrando en colores la tranquilidad de las siluetas, el aire llenándose de postales del desierto, los guiños de las estrellas en un mar de tinta, la desnudez violada por lenguas de fuego y sal, las horas derramándose como condenas sobre el precipicio del olvido, las miradas abiertas como ventanas asfixiadas, el magma errático de la vigilia, el deshielo púbico de las pasiones mentales, el callejero de los silencios cartografiado por coches sonámbulos, los gatos doblando las esquinas del tiempo en oscuridad infinita, las almohadas empapando el sabor de imposibles, el hedor espectral de la basura en su nicho de plástico, el soul negro de las pesadillas para noches en blanco, el sordo griterío de las ventanas abiertas, el tic y el tac de las miradas perdidas, el espacio detenido en la pausa ahogada del sofoco.

Después del clic: tocata y fuga del infierno, el gol de Iniesta, el Mesías de Händel, la dimisión del volcán, Disneylandia a flor de piel, el primer beso, "You win", el Calderón cantando victoria, Lázaro bailando por boreales, el exorcismo del hielo susurrado, la carga de la brisa ligera, el rumor glacial del alivio, julio es el nuevo enero, próxima estación: Groenlandia, el ronroneo del vello acariciado por el frío, la declaración de indiferencia, el orgasmo narcótico de los ojos cerrados, el oasis ártico de una ciudad disfrazada de trópico, la sonrisa de nieve y tiza, la existencia desaparecida en el lienzo del relax, el aire como página en blanco en que reescribir el tiempo perdido, el paraíso en un zumbido, la tregua polar de una noche en llamas.

Claro que él no pensaba en nada de esto. Con la ropa naufragada en alguna parte de la habitación, sentado en total oscuridad, frente al aparato encendido del aire acondicionado, sujetando su mando como un cetro, dejando que su cuerpo desnudo se bebiera todo el frescor, lo único que él tenía en su mente era "¡Joder, qué gusto!".